El buen tiempo en primavera, época propicia para la varicela
Prevención
Con el buen tiempo en primavera y el aumento de las temperaturas hay que tener cuidado con los cambios que se provocan en nuestro cuerpo
Regresa el buen tiempo primaveral y la conocida astenia privameral y alergias, hay que tener también cuidado con el sol y la varicela, sensibles a la subida del termómetro.
Los primeros rayos
Con la llegada del buen tiempo aparecen también los primeros rayos de sol invitando a salir, dar paseos en las horas más calurosas e incluso a atreverse con los primeros pinitos en la playa.
Sin embargo, aunque caliente menos, el sol de primavera es tan perjudicial como el del verano si no se toman las medidas oportunas. Para empezar, la protección solar, que no está reservada solo para tomar el sol en la playa en agosto.
Los rayos UVB, UVA cortos y UVA largos forman un tándem peligroso para la piel que pueden provocar quemaduras solares, la alteración de la barrera cutánea haciéndola más débil o daños celulares que pueden ser fuente de diversas patologías cutáneas.También se recomienda hidratar la piel frecuentemente, e hidratarse también por dentro bebiendo mucha agua regularmente (aunque no se tenga sed). Los alimentos ricos en vitaminas A, C y E son también protectores naturales de la piel.
Cuidado con la varicela
El aumento de las temperaturas en primavera es uno de los factores principales del incremento de los brotes de varicela en esta época del año. Aunque se presenta, sobre todo, entre los menores de nueve años, puede aparecer también en los adolescentes y en los adultos, llegando a ser más preocupante en estos casos. La varicela se transmite de persona a persona a través de las mucosas (tos, estornudos…) y por el contacto directo con las lesiones cutáneas.
También los estómagos están a merced del termómetro. El calor y la humedad contribuyen a la propagación de bacterias, sobre todo en alimentos mal conservados, que dan lugar a otras enfermedades habituales en primavera, como la colitis, las diarreas severas y la salmonelosis.
Sin embargo, tampoco hay que demonizar los efectos del sol sobre el organismo. El sol es beneficioso para:
- Previene la osteoporosis: una mínima exposición de la piel al sol, de apenas diez minutos diarios, permite que el organismo produzca la vitamina D, indispensable para absorber el calcio procedente de los alimentos y mejorar la mineralización del hueso, previniendo la osteoporosis.
- Sangre y sistema circulatorio: con la luz del sol, mejora la calidad de la sangre, aumentando el número de glóbulos rojos y, por tanto, su capacidad para el transporte del oxígeno a todas las células del organismo. También se incrementa la cantidad de glóbulos blancos, y consecuentemente se refuerzan las defensas del organismo frente a las infecciones.
- Tensión arterial: el sol también reduce la tensión arterial. La vitamina D que genera el propio organismo por esta causa induce una reducción de la hormona paratiroidea, encargada de liberar el calcio de los huesos y de regular la presión sanguínea.
- Calidad del sueño: el hecho de que en verano hay mayor tiempo de luz diurna afecta a la producción de la melatonina, una hormona entre cuyas funciones está la de regular los ritmos circadianos del organismo e inducir el sueño al caer la noche.
- Estado mental: La radiación infrarroja tiene un efecto sedante (amodorramiento que se produce después de tomar el sol). Otro de los efectos del sol es el de aumentar la producción de la serotonina, un neurotransmisor que interviene en la regulación del sueño, la temperatura corporal y la conducta sexual. Cuando sus niveles en el organismo son bajos induce un efecto depresivo, de modo que en verano su incremento origina una mayor activación de las emociones, el estado de ánimo e incluso la libido.
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