De frente

Canción triste de trompeta

QUIEN pudiera retroceder en el tiempo, volver a aquella Cuesta de las Piedras y escuchar a lo lejos los sones de las bandas ensayando en la calle Muro. Antonio, un vecino, volvía de los "entrenamientos" tronando con su tambor, como si antecediera a un reo de muerte camino del cadalso. Pensándolo mejor, creo que ciertamente era así, aunque faltaran semanas para que tamborilero y condenado se cruzasen las miradas.

Eran años aquellos en los por la calle Muro olía a lo que tenía que oler, que no era otra cosa que a vino, a ese vino de Jerez que, gracias a Dios, aún atesora Bodegas Lustau pero en otros enclaves. Eran años en los que el paso de las bandas te hacía vibrar las cuerdas de la garganta, una sensación que apenas unos años más tarde perdías al haber crecido.

El barrio, mi barrio de Picadueñas, se echaba a la calle para dos cosas: ver la salida del Transporte y la de Los Judíos. Acto seguido, la mayor parte del público dirigía sus pasos de nuevo hacia casa. Era lo que querían ver. Además, no había dinero como para 'bajar al centro'.

P.D.: Esta expresión siempre me ha resultado fascinante ya que depende de por dónde cojas te puedes zampar unas cuestas de impresión.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios