DIJO el poeta una vez: “No puedo cantar, Ni quiero, A ese Señor del madero
Siempre sin desenclavar...”
Es que no estuvo en Jerez
Un Viernes Santo cualquiera
Viendo al Cristo con su gente
Entre el clamor de una fe
Que brota de dentro afuera
Y hasta en el aire se siente.
No vio al Cristo en el dintel
De Su ermita de San Telmo
Cuando a las cinco aparece.
No vio al Sol dorar Su frente
Mientras las nubes va abriendo
Con sus rayos de poniente.
No vio Su negro cabello
Por Sus mejillas correrle
Aunque parado esté el viento.
No vio nunca al cuadrillero
Mandando con voz potente
¡A vuestros brazos primero
Y después muy suavemente
Subidlo, hermanos, con celo!
Y el Cristo se alza imponente
Entre la tierra y el cielo
Mientras Jerez se estremece.
No vio Sus brazos abiertos,
Abiertos para acogerme,
Ni Su aquel mirar postrero
Que abrasa de puro ardiente.
Por eso no oyó rezar
A una voz que, de repente,
Surgiendo casi del suelo
Hasta nos hace llorar
Porque borra aquel “no quiero”
Con un grito desgarrado:
“Canto al señor del madero
Siempre sin desenclavar
Que mi Cristo está clavado
Porque me vino a salvar”
(*) Consejero de Diario de Jerez.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios