De frente

¡Cuidado! llegan las fiebres cuaresmales

LA Cuaresma es un tiempo litúrgico que para la inmensa mayoría de los que suspiran en cofrade son cuarenta días de un prólogo que dará paso al gran estallido de la Semana Santa, más allá del sentido espiritual que debe tener para el creyente. Naturalmente, en este ‘saco’ no entran todos pero si me permiten la licencia, esto es tan real como la conocida fiebre o calentura cuaresmal, un virus que entra en el cuerpo de presuntos cofrades por estas fechas; un mal que no muere hasta que La Piedad entra en el Calvario. De este daño no se libran ni los inmunizados ni los advenedizos -gran mayoría- que se suben al carro de la máxima “ahora toca esto”. No es menos cierto que esos noveleros son los que nos dan por buenos los números en las calles y en las filas. Así que no es para despreciarlos cuando en  este Jerez de mis entrañas nos apuntamos a lo que llega para proclamarnos más cofrades que nadie; feriantes de caballo y copa, el más zambombero o el más rociero. Así es mi tierra, somos de todo y de nada, una endeble muestra de compromiso o fidelidad. Es el tiempo en el que aparecen los ‘grandes entendidos’ en la materia para poner ‘orden’, un afán absolutamente hipócrita y efímero que desaparece rápido, cuando, por ejemplo, en Jerez huele al albero del González Hontoria. O antes 

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