El Pregón

"Sin Dios no hay Semana Santa"

  • Casi dos horas y quince minutos estuvo José Vegazo en el atril ante un Villamarta que se llenó y disfrutó de un pregón en el que sus convicciones cofrades y creyentes fueron el hilo conductor.

José Vegazo Mures triunfó. Su pregón llegó y llenó a los que se dieron cita en el Villamarta, que se ocupó hasta arriba para vivir el acto del Domingo de Pasión. Fue un pregón largo, más de lo que quería a priori el pregonero, pero ameno. La proclamación fue en gran medida mucho de su vida y de su recorrido como cofrade, aspectos absolutamente inherentes al hombre que ayer se enfrentó a un acto muy exigente del que salió por la puerta grande, usando para lograrlo unas buenas dotes constructivas, hilvanando los 21 capítulos de la obra de tal forma que el público pudo seguir qué quería transmitir asumiéndolo con comodidad y sin caer en el tedio de ir hermandad por hermandad. Más bien, el público se divirtió. No fue un pregonero predecible por lo que en todo instante pudo mantener expectante a la audiencia, de forma singular cuando entró de lleno en sus hermandades y devociones principales: Santo Crucifijo, Cena y Soledad. 

 

Fuerza, mucha fuerza. Y muy desenvuelto, mucho. Relajado y con constantes referencias y quiebros simpáticos a las cosas de actualidad, a su gente y a la gente cofrade. Ingenioso en momentos, perspicaz en otros, pero alegre en todo instante. Una  alegría que empapó su pregón de cabo a rabo. Momentos profundos, de devoción, mariano, sacramental y Dios. Tiró de anecdotario que intercaló con talento entre romances y sonetos. Entre sus pasiones y devociones deambuló el pregón; entre el recuerdo y el hoy cofrade. Interpretó más que declamó, eso puso en evidencia que se curró la puesta en escena hasta el extremo, incluso sin leer en algunos instantes.  

 

Flanqueando la plateada cruz de guía del Santo Crucifijo, esa que él mismo usó para colocar en ella al crucificado de Arce en besapiés, hubo cuatro jarras de La Encarnación con bouquets de claveles blancos. El repostero de la Unión Hermandades, la presidencia de cinco con el obispo, la alcaldesa, el presidente, el presentador y el pregonero. Así se vio el escenario.  La banda del Nazareno, de Rota, dirigida por Daniel Gallero, se ocupó y muy bien de la parte musical. Sonó Cristo de la Expiración con el telón bajado; Margot con el telón arriba y Pasión por Jerez tras la presentación. Para la banda, Vegazo pidió un aplauso por su entrega y plena disposición cuando se le pidió venir al pregón. Todo comenzó seis minutos después del mediodía de la forma clásica en la que otros muchos pregones de aquí comenzaron. Las notas de Cristo de la Expiración calló los murmullos e impuso un silencio mandado por los sobrecogedores compases de la composición de Beigbeder. El pregonero se apoyó en dos momentos con intervenciones externas, ambas a cargo de Ángel Hortas y la proyección, al final, de una foto de La Soledad. 

 

Ángel Rodríguez Aguilocho, pregonero del Rocío este año, presentó a Vegazo como el "representante de todos los que te quieren". Destacó de la persona que ocupaba el atril varias de sus facetas, afirmando que la principal es la de ser cofrade "sin más".

 

Alabó de José Vegazo que siempre tiene "su puerta entreabierta y su teléfono siempre dispuesto a recibir la llamada de quien sea". "Un hombre de corazón limpio proclama hoy la Semana Santa", afirmó el presentador, quien abundó diciendo que "el Consejo ha buscado lo mejor para jerez y sus hermandades. Buscando lo mejor, no podía faltar la presencia en el Villamarta de un cofrade como Pepe Vegazo", concluyó. 

 

La primera ovación, e incluso algunos bravos al pregonero, que ya empezó a sentir el calor de los suyos, salieron nada más dejar la presidencia, relevar en el atril a Rodríguez Aguilocho, tomar un poco de agua y empezar su relato. "Jerez, soy Pepe Vegazo. No me gustan las disputas, soy conciliador de carácter. Tengo 35 años, pelo moreno y peso menos de 100 kilos", fue su comienzo, al que siguió un largo capítulo, muy adornado, de agradecimientos. 

 

Su infancia, sus sueños, sus pesadillas, sus vivencias fueron elementos troncales de un pregón en el que desnudó sus emociones, devociones, recorrido vital e incluso sus cuitas más íntimas. "Soy un simple cofrade. Soy jerezano. Soy un cofrade de base que limpia la plata", se autodefinía. Otra afirmación: "Jerez en primavera es la ciudad de los misterios". Expresó su deseo de ser "aliento de jerez. Solo soy Pepe vegazo. Solo un cofrade, que en este mes de marzo es tu pregonero". Lo dedicó a Cayetana de la Soledad, hija de Martín Gómez, su ahijada; a sus padres, a su hermana, a su hermano difunto y a Rocío, su novia.

 

"Sin Dios no empieza la Semana Santa", manifestó sentando así la base en la que se movería en toda su proclamación: firmeza cristiana y defensa de la Iglesia sin ambages, con especial referencia al Santísimo Sacramento del Altar. "Llego al pregón con los zapatos gastados como Juan Pablo II", dijo en alusión a lo mucho que ha vivido su 'reinado' pregonero

 

'La roca fría del Calvario', canción de la zarzuela La Dolorosa, interpretada por Ángel Hortas a piano, fue el imaginario pórtico de entrada que usó el pregonero para entrar de lleno en la faena. Esa canción sonó en su voz al Santo Crucifijo. "Es tiempo de defender lo que nos pertenece si mirar instituciones. Somos herederos y responsables de acercar a Dios a los hombres durante una semana. Dejemos de buscar excusas". 

 

El auditorio, a esas alturas del pregón, seguía expectante. El Pregón estaba divirtiendo y llegando. Buena señal. Entró a reflexionar sobre las nuevas hermandades en una clara defensa del Sábado de Pasión a cuyas hermandades pidió paciencia y buen tino, exaltando ese día como el de "los crisoles que anuncian la Pasión". Y se preguntó "por qué renunciar a abrir la Semana Santa. No tengáis prisa y calma, que llegará el momento" 

 

"Nunca estarás solo", una frase que su madre le dijo estando en una cama en el hospital. Su prematura orfandad fue efímera: nunca estuvo solo, haciendo un recorrido por quienes forman  esa familia; de su madre de La Encarnación, ante la  que le solicitó a su vestidor, Fernando Barea, que "el último alfiler que pongas en tu vida sea a La Encarnación". 

 

Otro de esos instantes muy de sus adentros fue el recuerdo a su madre en la Rotonda, a los enfermos de Alzheimer uniéndolo al amor y al crucificado del Amor. Afirmó categóricamente que si tuviera que elegir un momento de su vida cofrade sería el de costalero "de andar valiente de frente (...) Qué suerte tuve de ser costalero de La Cena". Contaba la Semana Santa íntima, vivencial, cercana, accesible y aprovechando esa accesibilidad que le permitía ser pregonero pidió al obispo bondad y misericordia para la hermandad de esta advocación.

 

La Salve del gibraltareño Williams Gómez, que evocó a la coronación de La Esperanza, cantada por Hortas, abrió un especial  capítulo dedicado a la "esperanza de todo", casi cerrando.  

 

Casi porque, pese al decir el "he dicho", pidió silenciar el aclamador aplauso, se apagó la luz, todo quedó en absoluta oscuridad  excepto el pregonero con un foco cenital  y con La Soledad proyectada sobre el telón de fondo. A ella dedicó una plegaria: "Ahora que nos hemos quedado solos.  Solo tú eres mi verdad. Ese clavo de tus manos  me lo quiero clavar. Ahora que todos se han ido solo me queda rezarte, solo tú mi Soledad".

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