Cofradías

Una Inmaculada de Esperanza pura

  • Gran jornada cofrade en el día de la Purísima en la que salieron a las calles de la ciudad la Esperanza Coronada, la Virgen de Loreto y María Santísima de la Concepción Coronada

A las siete de la mañana la amenaza de lluvia desaparecía tras algunos pequeños chubascos acaecidos a última hora de la madrugada. Era lógico que el Cielo se enmendara. Iba a salir la Esperanza de todos los cristianos hacía la Catedral jerezana en el día de la Purísima. Los cofrades han estado esperando justamente dos años, dos, para que llegara este día. Capricho del destino o un guiño de la Madre —cada cual que piense lo que quiera— para volver a ver un palio por las calles de la ciudad. Ella, no podía ser otra que la Esperanza de la Yedra. La Virgen Coronada de La Plazuela. Desvelo de sus vecinos y oasis de secreta hermosura. La lluvia se paraba y la Esperanza salía a las calles en ese joyero de filigranas bordadas que Esperanza Elena Caro diseñara en un alarde de maestría.

La gran noticia de la mañana era que la Virgen volvía a las calles bajo palio, como aquí en Andalucía gusta pasear, como primer sagrario del Salvador del mundo. Y también la noticia era que muchos jerezanos, cientos quizá, iban acompañando a esa Esperanza nuestra que nunca falla y siempre acierta. Muchos devotos, muchos deseos y muchos anhelos bajo la peana de Nuestra Señora, fantásticamente vestida y con la candelería encendida mientras la luz del día se iba haciendo cada vez más insistente. El exorno floral muy natural, quizá fuera del canon clásico de la blancura que identifica la Pureza, pero siempre digno para la Esperanza.

Acompañaban al paso de la Señora el grupo de villancicos de la hermandad de la Yedra que interpretaron algún que otro canto navideño que sonó a gloria al final de la calle Caballeros. Y la banda de Santa Ana de Dos Hermanas que interpretó marchas corneteras porque la Esperanza acudía a la Catedral.

Llegaba en loor de multitud la Santísima Virgen a la seo asidonense. Entraba en el templo de las cúpulas bordadas en piedra y llegaba hasta el altar mayor donde minutos más tarde ocuparía la presidencia del obispo de la Diócesis, monseñor José Rico Pavés. Allí se depositaban las andas de la Señora bajo la maestría de la cuadrilla que muy a fondo, casi sin percibirlo, dejaban los zancos por igual sobre la tarima catedralicia.

Pontifical

No se puede decir lo mismo de la celebración litúrgica en cuanto a la asistencia de público. Día de grandes fastos donde los ministros se revisten de azul inmaculista —por aquello del privilegio otorgando a la Iglesia de España y a sus hijas Iberoamericanas— y día donde se echó de menos al pueblo fiel, donde las sillas blancas vacías pululaban por las naves de la epístola y el evangelio. Incluso bancos vacíos se pudieron ver…

Canónigos de la Catedral, rectores, sacerdotes, religioso mercedario, servidores diáconos y un importante número de seminaristas acompañaban al pastor diocesano en el altar mayor. Una litúrgica muy bien cuidada, con el sochantre propicio marcado en la persona de Ángel Hortas que bien se bastaba para tocar el órgano e interpretar las piezas litúrgicas y un aleluya que sonó a gloria tras la lectura del Evangelio donde la Virgen María daba un sí sin paliativos al Ángel Gabriel.

Virgen de Loreto

A las 13 horas se abrían las puertas de la parroquia de San Pedro. Los cofrades de Loreto acudían hasta la basílica de la Merced para celebrar un triduo extraordinario con motivo del final de Año Jubilar Lauretano. La Casa de la Virgen —casa de oro— ha tenido una especial significación en estos tiempos de pandemia y de estar mucho en casa. La advocación de Loreto nunca ha podido estar más al alcance de todos los que han sufrido el obligado confinamiento en esta casa convertida en la de la Virgen María y que el día de la Purísima salía a la calle por fin. Un gran cortejo de hermanos lauretanos. Espigado por la calle Bizcocheros hasta la salida de la Virgen que acudía en el paso de la Patrona, Nuestra Señora de la Merced, con una cuadrilla maciza marcada por la voz de Ezequiel Simancas.

La Virgen iba bellísima con una corona de la Reina del Transporte y el manto de salida de la Virgen de la Confortación de la hermandad del Huerto. Manto azul de Jueves Santo que en esta jornada se destapaba por ser el azul inmaculista de María sin mancha concebida. La saya, de María Santísima de la Concepción. Y una candelería mercedaria que iluminaba el rostro de la Santísima Virgen camino de la Merced. Sonaba el ya conocido órgano realejo con piezas cantadas por la capilla de San Pedro Nolasco. Personalidad y singularidad en esta procesión que fue como un alargamiento que se originaba en su última salida en el año 2019.

En definitiva una gran jornada de la Purísima en Jerez. Donde la Virgen estuvo siempre presente. En las calles y en corazón de los cristianos. La imagen de María encuadrada ya en las próximas fiestas que han de venir. María está en estado de buena esperanza y María que será la Madre del Niño Dios. La que con su sí cambio el destino del corazón de los millones de creyentes.

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