La Noche de Jesús: Entelequia de los imposibles
La Madrugada no existe en Jerez. Hay que traspasar fronteras para vivir -conocer al menos- los esplendores existentes en otros horizontes donde ¡cómo no! habita lo trascendente. Pero aquí, la Madrugada adopta una forma única, desentraña la esencia que sólo en esta ciudad se encuentra. Es la Noche de Jesús. ¿Alguien, en Jerez o fuera de Jerez, lo puede poner en duda?
Todo está inundado de la presencia nazarena de un Jesús que es el resultado vivo de una historia que perdura en el tiempo. La noche de Jesús es otra cosa; algo de Jerez; una entelequia de imposibles posibles; que llega, sin solución de continuidad, siempre; en ese espacio temporal misterioso en el que el Jueves grande ha perdido su existencia por San Dionisio y el Dolor encuentra la intimidad mudéjar de su templo. Cristo está a punto de morir. En Jerez ya lo ha hecho por San Miguel y Santiago. Pero antes queda la silente manifestación de fe popular. El tiempo recobra el espíritu de pueblo; ese pueblo sabio y viejo que, ahora, madura su inconsciencia pero que trae ecos sempiternos de un tiempo permanente.
Es la Noche de Jesús, frontera diluida en la historia; eterno deambular de una existencia sin fronteras; horizontes que transcurren en hábitos morados; filas silenciosas de mujeres presentes, poderosas y llenas de vida; mujeres que son mujeres, no empoderadas de mentiras ajenas como quieren la estulticia de los que postulan cretinos argumentos sin sentido.
La Noche de Jesús comienza pronto; está diluida en las marcas inconfundibles de un Jueves extraño donde todo es posible porque la magnitud del acontecimiento lo requiere, donde la religiosidad se contiene porque es anuncio de una Noche que recrea un escenario no imaginado; y porque, esa Noche, da para mucho. Santo Crucifijo de la Salud, silente manifestación de una obra que alcanza máximos y sirve para saber a qué atenerse en este mundo de equívocos. Muerte dulce que acapara las miradas y pone sordina a un delirio de expectación; iconografía semanasantera que anuncia episodios de un arte que, en el Santo Crucifijo, no tiene edad; es atemporal. Justa medida de la emoción y exuberancia de bellas formas que traen las reminiscencias de lo que se hizo con saber y sabor.
Noche de otro Jesús caminante. Vía Crucis de eternas circunstancias. Serenidad absoluta, perfiles dolientes de una tragedia que impondrá su pasional desarrollo al mundo y que, en Jerez, toma forma en el caminar silente de blancos nazarenos. Y la Noche traerá un contrapunto a Nuestro Padre Jesús de la Vía Crucis, el Señor de Misión, extremo sangrante de un dolor que se hace suma circunstancia de aquel drama que, aquí, adquiere su relato de máxima autenticidad, de desgarro total que impresiona.
Porque la Noche de Jesús testimonia la verdad que hace transitar la fe del pueblo. Una fe que emociona cuando el Cristo de la Buena Muerte pespuntea la noche; cuando la calle Ancha describe su argumentario de fe con túnicas de ruan en esa mañana saetera de desgarros; cuando el Dulce Nombre, aquí sí, deja constancia de un autor que se hizo grande por relatos hablados más que por resultados concretos; que tuvo más cantidad que calidad. Noche de Jesús, en verdes que florean; en yedras que trepan a lo alto; en esperanzas de eternidades. La Esperanza de Jerez, el verbo hecho carne de belleza; lo exquisito argumentando su tesis de emociones compartidas. No hay reveses ni contracorrientes. En Ella todo es verdad; es estrella en la negrura; justo clarear de un día enlutado. Ella es esperanza; dulzor trasminado de esencias satinadas. Ella es la suma esperanza.
Pero la Madrugada de Jerez no existe. Hay que descubrirla en los horizontes cercanos del viejo campo de San Sebastián; allí donde la imagen viva de Jesús Nazareno apuesta extrema por el expresionismo pasional del pueblo. Noche de Jesús que es la realidad convertida en imposible manifestación externa de sentir popular Es la Noche de Jesús, cuando Jerez retoma su esencia de pueblo pueblo. Porque la Hermandad de Jesús no es, ni siquiera esta Noche, una cofradía; es algo diferente, esa entelequia de Jerez, por Jerez y para Jerez. Lo demás no son si no copias de un asunto que se repite, a veces, de muy mala manera. Aquí, con Jesús Nazareno y Nuestra Madre y Señora del Traspaso, todo es diferentes; transcribe la historia de un Jerez hecho pueblo; de un Jerez de esencias transmitidas; la verdad de lo que siempre fue y seguirá siendo.
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