La Madrugada

La Noche de Jesús empieza a despertarse

  • Más ambiente en las calles, más palcos ocupados en una Madrugada agradable y muy cofrade. Un luminoso de un comercio que no se giró provocó un parón a La Yedra.

La Madrugada parece que empezó a resucitar, o ¿tal vez fue un espejismo?. Esta percepción muy comentada en la Noche de Jesús porque la calle tuvo un inusual buen ambiente e incluso con muchos más palcos ocupados por sus abonados que en años anteriores. La buena temperatura, lo agradable de la madrugada y, a buen seguro, las muchas ganas de Semana Santa que se han puesto de manifiesto a lo largo de los días que han quedado atrás. No cabe duda alguna que fue el dato más significativo de la penúltima jornada de procesiones, la cual transcurrió con normalidad y animación tanto en las aceras como en las propias hermandades, las cuales enseñaron sus características de toda la vida.

Solo destacar una incidencia que fue el retraso obligado de la hermandad de La Yedra debido a que en calle Prieta el cartel de un comercio no estaba girado para dejar pasar a los pasos, operación que tuvo que hacer la hermandad con sus propios medios lo que provocó un retraso de más de 30 minutos, que se evidenció en la Carrera Oficial con un tremendo e inevitable corte entre La Buena muerte y la de La Plazuela.

Cayó el viento de levante que empezó a apuntar con cierta fuerza en la tarde de Jueves Santo. El público fue a ver cofradías a la calle y apenas si se padecieron a los habituales metepatas que suelen desentonar en esta celebración y más aun cuando se aprovecha la Madrugada para otras cosas más propias de otro tipo de celebración. En este sentido, ciertamente el ir y venir de las bolsas de plástico llenas de alcohol y refrescos, signo inequívoco de los botellones, no se vieron tanto como en años precedentes. En definitiva, una Madrugada mucho más animada y, lo que es más destacado, con el respaldo de un público netamente cofrade, con las puntas de aglomeraciones habituales como en las salidas de las hermandades más populares, que arrastran en su caminar a sus más incondicionales.

El Santo Crucifijo de la Salud fue fiel a su idiosincrasia, la que le ha dado el sobrenombre del silencio, que viene a definir lo que es la hermandad en las calles: severidad penitencial, rigurosa, elegante y derrochando arte con un cortejo muy ordenado y disciplinado de ruán negro y esparto, dos elementos que toman verdadera carta de naturaleza en esta corporación. La salida respondió a la norma de cada Madrugada en la que la plaza León XIII, que se constituye en un lugar imprescindible para entender qué es el silencio de la Noche de Jesús en Jerez. Y es así porque de las cinco hermandades, tres llevan el silencio como norma y definen su estilo así como su espíritu. La admiración del crucificado que creó José de Arce volvió a sobrecoger a todos los que lo vieron pasar, una impresión mayúscula a lo que sin duda colabora la atmósfera que es capaz de crear la cofradía desde su cruz de guía hasta el preste o sacerdote que va cerrando el cortejo y, para los que lo desconozcan, es el que preside la procesión pese a ser el que va el último, que el caso de la corporación de San Miguel llevó al más ortodoxo cortejo litúrgico. El Cristo fue sobre su habitual monte de clavel rojo y la maravilla del palio de La Encarnación apenas si precisa de esa decoración para que siga siendo una preciosidad de armonía, belleza y acertado criterio a la hora de interpretar un paso para la dolorosa de una hermandad en la que el silencio es su más absoluta seña de identidad; en la que el alarde de buen gusto se ve en toda su extensión especialmente por su altar de insignias.

Silencio que dejó ver con orgullo la segunda hermandad que pasó por la Carrera Oficial, la de las Cinco Llagas, más conocida por la del Silencio Blanco, que en esta salida procesional celebraba sus bodas de diamante de reorganización, una efemérides que se vio en el detalle de usar su antigua cruz de guía, la labrada de madera oscura y plata; la misma que sirvió para aquellas primeras madrugadas tras su renacimiento y que es el elemento principal del cartel que anuncia este año tan especial para la corporación de inspiración franciscana. No obstante, pese a las celebraciones extraordinarias, la hermandad fue la de siempre con su silencio tan elocuente; un silencio de elegantes nazarenos níveos en sus números de siempre donde imperó la calidad sobre la cantidad, como es norma de la 'casa'. Caminó casi de puntillas por el Jerez cofrade con los momentos de costumbre como esa salida con la plaza Esteve, en la que fue inevitable recordar el incidente del pasado año, completamente abarrotada de devotos que son en su mayoría los que formaron el largo acompañamiento al Nazareno que hiciera Chaveli para mayor gloria de esta corporación por lo acertada de su hechura, esas que tienen un poder de atracción que se explícita cada Madrugada y cada día en su capilla del Voto del templo dedicado a San Francisco; la que tiene una estampa tradicional en su paso sobre el monte de césped, ahora artificial y hasta hace pocos años natural, adornado con los clásicos centros de lirios morados. Buen trabajo de Jaime Racero en el llamador del palio de la otra Esperanza de la noche, un capataz que se estrenó con acierto al mando de este grandioso y hermoso paso, también pesado en kilos y que por fin lo vimos andar con solvencia.

Rompiendo los silencios que mandaron en la Madrugada en su inicio, la hermandad del Nazareno se dejo oír desde lejos. Fue un año más un alarde de orgullo de la gente de San Juan de Letrán que, además de cumplir con su salida procesional, fue una implícita reivindicación de su forma de ser, de su estilo, el que defienden a capa y espada como el más puro de orbe cofrade local. Fue una delicia ver el esperanzador futuro en las decenas de pequeños revoloteando en el punto central del cortejo, contrastando con los veteranos cofrades que mostraban con dignidad sus muchas madrugadas con la 'cara al viento'. Es la hermandad que da nombre a la Madrugada jerezana; es la hermandad que arrastra una devoción secular que hunde sus raíces devocionales en tiempos pretéritos y que trata de seguir manteniendo en los signos que la han marcado como la hermanas de Jesús con cruz y farol en mano, que antaño eran mucho mas numerosas en el acompañamiento. Ahora menos y tal vez la clave de ese descenso pudiera estar en la apertura de todas las restantes hermandades a que el género femenino pueda estar en todos los ámbitos de la corporación lo que supuso la ruptura de esa exclusividad. La foto fija del paso de Jesús cargado por fuera por hombres con la clásica túnica y toca egipcia moradas adornadas con el cordón y cinturón de abacá y el escudo en metal en el pecho, en el lado del corazón, se repitió para mayor gloria de los ancestros de la cofradía: tupido monte de clavel rojo sobre el que Marquillo tiró una Madrugada más del caminar de Jesús, imagen cuya restauración ha sido acertada y que se puso de manifiesto en las calles. Detrás, El Traspaso lució una amplia toca sobre el manto de color blanco con sus cargadores cuyos rostros delataban en todo momento el esfuerzo que supone portar este palio de la forma que lo hace los de San Juan de Letrán. No faltaron esos otros signos exclusivos como los guardias de campo escoltando las andas y la coronas que colgaron de los dos primeros varales. Fue, sencillamente, Jesús, el Nazareno de Jerez.

Y los silencios de la noche siguieron con la Buena Muerte, la cofradía que pese a viento y marea, se reclama y proclama en el modo de sus nazarenos y su rigor penitencial como valores irrenunciables. De enorme valor cofrade es ver al nazareno de La Yedra que es tradicional forme parte de la presidencia de la cofradía, a la inversa en la de La Esperanza, que viene a recordar la carta de hermandad existente entre las corporaciones de Santiago y de La Plazuela. El crucificado de la Buena Muerte fue sobre su severo monte de clavel rojo sin más alardes que la impronta de esta imagen de gran dulzura en su pasión, ya finalizada con su buena muerte. Cerrando el cortejo de la hermandad, la Virgen del Dulce Nombre que lució su bello rostro perfectamente actualizado tras la restauración a que fue sometida la imagen. El azul y plata de su palio fue dejando una estela a su paso difícil de ser indiferente a ella.

La algarabía, los tambores rasgando los silencios y los cielos, el sabor a barrio añejo se hizo presente en las calles con La Yedra. La Esperanza Coronada lo llenaba todo a su paso: de gente, de música, de aromas, de buen gusto, de palio con mayúsculas, de Dolorosa sublime. Todo lo que se pueda decir queda corto ante la cofradía que marca en gran medida la Madrugada y que jamás deberá dejar por mucho que la tentación de la tarde provoque a no pocos cofrades de allí. ¿Qué sería la Noche de Jesús sin su Esperanza? El Sentencia, como se le llama popularmente, fue alardeando de oros y belleza tallada para soportar de forma sublime la clásica escena de tribunal en la que Jesús responde con humildad a la pasión que le espera. Fuerza y oficio bajo las trabajaderas, al igual que en La Estrella de Dos Hermanas cuya música fue el ingrediente de calidad y necesario para levantar los corazones cada vez que el Señor andaba de costero o andando de frente. La Esperanza fue preciosa de flores, un aspecto que cuida y mima la hermandad.

Y la gente de La Esperanza que no la dejó ni en la noche ni en el día. Por donde quiera que fuera, la muchedumbre la empujaba con la fuerza de sus sentimientos y devoción. Qué decir de la Reina de la Plazuela que no le hayan cantado y dicho tantos pregoneros y poetas para definir qué es esta imagen en la calle, que en la noche su rostro refleja la hondura de su pena y que en la mañana se le perciben las ojeras de una madrugada en vela. La música tras su manto verde y oro fue de lujo con el oficio y calidad de la Cruz Roja de Sevilla cuyas clásicas castañuelas y cascabeles se ajaron de tanto hacerlos sonar al compás de las marchas más alegres para espantar las negras penas de La Esperanza.

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