Pañuelos para un Miércoles Santo
oPINIÓN COFRADE
Porque así son las cosas del Señor, anda toda la arcangelería tejiendo pañuelos de fina seda para enjugar el llanto del Miércoles Santo jerezano.
La rosita de San Mateo, la bonita Virgen del Patrocinio, nos regalará la candidez de sus mejillas cuando ya los viejos adoquines de la Plaza del Mercado, que tanto saben de historias y leyendas, se troquen en divina alfombra para velar el cuerpo del mismo Hijo de Dios, Caridad de los hombres, mientras una Salve encendida y empapada de fervor se escape de nuestros labios.
La barriada de la Granja, mientras Jerez es bendecido por el Soberano Poder de Jesús, queda amparada bajo un manto cuajado de Mercedes donde están cosidas las plegarias y las rogativas de los que aguardan con Ella todo el año desde los silentes muros del templo, que en septiembre vuelven a revestirse por los aromas de los nardos otoñales.
La capilla del Pelirón exhala esa divina fragancia de Consuelo y Amparo, donde todo un barrio se arremolina para acompañar a la que es su tesoro más preciado, a la niña de sus ojos, a ese sueño cumplido que se forjara en la misma casa de la Virgen para seguir abocetando las estampas más divinas que esta entrañable y hermosa hermandad sabe regalar a Jerez entero.
La quintaesencia de la pena más traspasada, la Virgen de los Dolores, toda Ella de pies a cabeza, desde la peana a la corona que se ciñe sobre sus benditas sienes, es una duquela negra rebosante de belleza, de empaque, de exquisitez, de gracia plena... y es que hasta las blondas de su pecho laten al son de ese llanto silente y a la vez acompasado, cuando la luna del Miércoles Santo se asoma sin permiso, porque así son las cosas del Altísimo, por la plaza de San Lucas, para posarse sobre el joyel de su palio, siguiendo las huellas del Hijo, del nazareno caído.
La plaza de las Angustias azulea su luto de Domingo de Ramos mientras que los compases de Font de Anta abrazan los Avemarías y los besos que vienen a prenderse al filo del manto de la Señora de la Amargura, de la Madre de Dios que derrama el nácar de sus lindezas por cada calle, por cada rincón, por cada esquina, por cada recoveco que queda bendecido con su divina presencia, porque en Ella ya no cabe más dolor desmedido, ni más pena, ni más desgarro, porque todo su honda Amargura va cosida a ese litóstrotos salpicado por los jirones de piel del que llevó en sus entrañas.
Y como no, la Emperaora del Arco, la Reina del Angostillo, María del Desamparo, arrancará esos piropos y requiebros con aromas a matita de yerbabuena, a clavel reventón de Cantarería, a canela y clavo, a rojiblancos recuerdos…las verónicas de Rafael, aquellas de blanco y negro, volverán a dibujarse sobre los añiles de ese cielo santiaguero con más arte que puso Dios en la tierra, porque aquí señores, todo sabe a yunque y misterio, a torería y duende, a esa aristocracia flamenca que se rompe sus gargantas de azabache cuando Ella vuelve siguiendo la estela de ese Undivé, blasón de nuestra fe, y que nos lleva prendíos en su efigie canastera…porque Ella será la que plantada desde los medios de su moreno barrio nos camelará hasta que nos adentremos en la jornada del Amor Fraterno.
…Por todo ello, y porque así son las cosas del Señor, pañuelos de fina seda lucirán hoy nuestras bellas dolorosas para enjugar sus lágrimas de Miércoles Santo.
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