"Plasmaba en esa imagen lo que yo sufrí con mi padre"
Manuel Alejandro Oliveras de Perea. Imaginero
Oliveras de Perea confiesa la dura etapa que atravesó en su vida cuando realizaba el Señor de la Salvación, trasladando su dolor al rostro de este nazareno
En el pequeño taller de esa antigua casa de vecinos, en el 9 de la calle Taxdirt, antes llamada calle de la Sangre, en pleno barrio de Santiago, se encuentra Manuel Alejandro Oliveras de Perea, joven imaginero jerezano nacido en 1978 que ha visto hace unos días cómo una imagen bendita nacida de sus manos procesionaba por primera vez desde el interior de una iglesia. Cordial, discreto y con la humildad que le caracteriza, ‘Oli’ como es conocido, rodeado de amigos como siempre y gubia en mano, da los últimos retoques al sereno rostro de una imagen de Cristo para la sevillana localidad de El Cuervo. Los olores de un puchero de la vecina de enfrente se mezclan con los de los óleos que encarnan una de las numerosas manos que reposan en aquel bendito rincón. Un sinfín de fotografías y bocetos nos rodean en los poco más de tres metros cuadrados donde Alejandro trabaja pausadamente cada día, calma que se ve alterada con su entrecortada voz al ver la luz roja de la grabadora.
–¿Cómo llegó a este oficio?
–Llegué a través de la Escuela de Bellas Artes, buscando esa inquietud que tenía desde pequeño siempre hacia el dibujo y el modelado. Manolo Prieto y Luisa fueron los que me encauzaron a este gremio a través de sus talleres de especialidad en la Escuela.
–¿Los imagineros nacen o se hacen?
–Nacen y se hacen, nacen con una serie de inquietudes pero después tienen que recibir una formación y un oficio.
–¿Compaginas este oficio con otro trabajo?
–Sí, también trabajo para una empresa de Sevilla de publicidad en periódicos.
–¿Quiénes fueron tus maestros?
–Manolo Prieto y Manuel Hernández León
–¿Sigues algunos cánones a la hora de tallar?
–El barroco. De los grandes maestros como Juan de Mesa, Martínez Montañés, Pedro Roldán... pero no los sigo al pie de la letra, modelo a mi gusto y lo intento corregir a través de ellos.
–¿Has creado alguna obra que te ha gustado tanto que te hubieras quedado con ella?
–No, todavía no. No he logrado crear una obra que me haya gustado tanto. Cuando la estoy ejecutando me van convenciendo de lo que hago pero una vez que está acabada siempre le veo algo que se puede mejorar.
–¿Cuál es el proceso que conlleva un encargo?
–Normalmente primero el acuerdo de lo que ellos quieren que les haga. Luego les hago siempre el boceto en barro, nunca en dibujo. Sobre el barro se trabaja el gusto de ellos y mi gusto sobre todo para luego sacarlo de punto y pasarlo a madera para finalizar con la patina, la policromía, etc.
–¿Sueles recibir muchas visitas de las hermandades en el transcurso de la obra?
–Suelo controlar ese punto, en un principio había momentos que no podía ni moverme en este pequeño taller, no trabajaba a gusto. Hay procesos técnicos en los que no me importa estar acompañado, pero otros como sacar la expresión o buscar el interior de la imagen prefiero hacerlo a solas, casi siempre por la noche, sin visitas ni ruidos.
–¿Cuál es la imagen o el misterio que te gustaría hacer?
–Un crucificado para Jerez. Uno de mis objetivos es tener una imagen titular en Jerez, aunque me gustaría tener algunas piezas en Sevilla.
–¿Qué sentiste al ver al Señor de la Salvación salir de su parroquia por primera vez?
–Una sensación muy rara. Es la primera imagen que realicé desde que vine de Sevilla y la primera también en madera. Estuve invitado por la Hermandad para acompañarlo. Este Cristo lo hice en una etapa muy cruda para mí, como fue la muerte de mi padre, es un recuerdo bastante cruel que hasta el día de salida se hizo muy bonito. Lo que yo sufrí con mi padre lo plasmaba todo en esa imagen. El dolor que trasmite creo que es reflejo de mí. De hecho la imagen está dedicada a mi padre, detrás se encuentra firmada con la dedicatoria a él. De hecho en la salida, yo solo miraba hacia el cielo, veía al Señor salir y veía a mi padre. Después el orgullo de tener una imagen que ha salido de tus manos llena de devotos.
–¿El imaginero más grande? ¿La imagen más grande?
–Martínez Montañés. De la actualidad tengo querencia hacia dos: Romero Zafra que está demostrando mucho y Álvarez Duarte, que lo veo como una transición entre lo antiguo y lo moderno. La imagen más grandiosa: el Señor de Pasión de Sevilla.
–¿Los últimos encargos?
–Una imagen de Cristo para El Cuervo. La cruz de guía de la hermandad de los Estudiantes de Sanlúcar. Un apóstol San Juan para una hermandad de Chipiona que será un trabajo conjunto con José Carlos Otero. El grupo escultórico de la Agrupación Hospitalaria de San Juan Grande, unos chavales de San Juan XXIII que están trabajando ahí en el Sanatorio y llevarán el misterio del lavatorio de pies. También una dolorosa para la agrupación de la Salvación. Yo les prometí a ellos que la primera imagen de dolorosa que yo hiciera sería para ellos, es más, me han llegado encargos de dolorosas y los he rechazado. Desde hace 14 años venimos hablando de la dolorosa y este año por fin se va realizar donde voy a plasmar a mi madre. El día de mañana tendré a mi madre y a mi padre reflejados en sendas imágenes en una iglesia.
–¿Sigues las noticias sobre lo que opinan de ti?
–No, no me gusta. Me despierta un nerviosismo increíble. Soy persona de estar aquí metido, me pone nervioso el ‘qué dirán’.
–Por último, se tú mismo...
Agradecer a los dos maestros todo lo que me enseñaron en su momento que hoy en día pongo en práctica e intento desarrollarme mucho más. Agradecerle a Hernández León y Manolo Prieto que en paz descanse y su esposa el trato que me han dado. También a Luisa, mi profesora de modelado que me dio muchos consejos y me animó mucho para dedicarme a esto.
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