Viernes de bacalao, hay cosas que no cambian
Llega al recuerdo multitud de Viernes Santo cargados de incertidumbre meteorológica. Forma ya parte de la tradición de la tarde del Cristo, esa sensación de no saber si saldrán o no las cofradías a la calle. Está tan asumido que el tiempo deambulará entre el sol y la lluvia como que los garbanzos con bacalao se erigen como plato estrella de la jornada, llevando así a la práctica el gesto de ayuno y abstinencia que la Iglesia Católica establece en este sombrío día.
De ahí que podamos corroborar que la Semana Santa sigue siendo una fiesta, permitan la expresión, definida por sus tradicionales rituales y que a pesar de los años sigue manteniendo el sabor, nunca mejor dicho, de décadas pasadas. Cierto es que todo en la vida evoluciona, también en el mundo cofrade, caso de los distintos exornos florales, acompañamientos musicales y sus repertorios, corporaciones que dan vida a barrios antes inexistentes, pregones con audiovisuales... pero por mucho que pase el tiempo siempre volveremos a recurrir al bacalao por estas fechas.
Tal ha sido la presencia de este pescado en la Semana Mayor jerezana que los campilleros de la hermandad del Cristo de la Expiración la incorporaron, Dios sabe cuándo, a su castizo argot llamando por este nombre a la clásica toca egipcia que cubre las cabezas de los cargadores de los pasos de El Cristo y los de San Juan, que son los más jóvenes de la cofradía. Una túnica que está valorada como una de las más relevantes de todas cuanto procesionan por su diseño y personalidad, y que, como se decía líneas más arriba, nos hace recordar que aunque todo movimiento esté en continua evolución, los cofrades tienen orígenes de sentido inapelable y que bajo ningún concepto deben perderse estos paisajes con tanta idiosincrasia.
Ya por desgracia son menos habituales determinadas escenas en la calle que marcaban el pulso los días de Semana Santa. Cada vez son menos las hermanas que acompañan a Jesús Nazareno en la madrugada del Viernes Santo. También es una pena que por año veamos en menos ocasiones a un grupo de saeteros reunidos por la espontaneidad para rezar cantando a las imágenes devotas en lugares de afamado prestigio. Otro de los aspectos que ha cambiado es la (no) decoración de determinados establecimientos de hostelería que lo mismo visten esta semana que cualquier otra época del año. De la vestimenta ya no solo habría que hablar de las terrazas, sino de los que se sientan en ella. También es una tradición, lo de ir bien enchaquetado. Pero siempre nos quedará el bacalao, así como los baños de algunos bares que siguen estropeándose curiosamente por estas fechas, o ese ruido de botellines de cristal por el suelo en algunas plazas concurridas de nuestro centro. Hay cosas que no cambian. ¡Qué no! Que volveremos a reír, por no llorar, cuando encontremos a ese pequeño con su trompeta y su tambor. Que hay cosas que no cambian. ¡Qué no! Que nos quedaremos perplejos ante tanto amor de parejas imberbes en salidas y recogidas. Parece que el tiempo no pasa para algunas cosas. O esa imagen de los palcos tras ser abandonados por los inquilinos al acabar de pasar todas las hermandades del día, con restos de todo tipo de chucherías, frutos secos, refrescos y demás basura que no recoge quien tira.
Sobre todo para ese bacalao que hoy reinará en gran parte de mesas jerezanas y, sobre todo, volverá a pasearse en las renegrías cabezas de los de San Telmo derramando todo ese sabor que define la Semana Santa de Jerez y que jamás debe perderse.
También te puede interesar
Lo último
Contenido Patrocinado
Contenido ofrecido por Restalia