José Rico Pavés – Obispo de Asidonia-Jerez

“Lo que expresamos por fuera debe de tener una respuesta por dentro”

  • Para el prelado asidonense la Semana Santa que acaba de comenzar es “un tiempo de gracia donde se nos regala un nuevo encuentro con el Señor”

“Lo que expresamos por fuera debe de tener una respuesta por dentro”

“Lo que expresamos por fuera debe de tener una respuesta por dentro” / Manuel Aranda (Jerez)

—¿Cómo se encuentra el pastor diocesano de cara a esta Semana Santa que se inicia hoy Domingo de Ramos?

—Gracias a Dios muy bien y con el deseo de celebrar estos días. Tenemos una situación mucho más normalizada a todos los niveles y observo que las hermandades han estado trabajando a todos los niveles para esta Semana Santa. Por muchos motivos, deseoso de recibir la novedad que el Señor tiene preparada para nosotros en estos días.

—¿Y cómo cree usted que debe vivir su rebaño estos días grandes?

—El éxito de una Semana Santa provechosa, que nos deje un bien espiritual que nos una más al Señor, pasa por el cuidado de lo exterior y de lo interior. Son días en los que exteriormente la Iglesia se multiplica con signos litúrgicos muy especiales que se celebran solamente en la Semana Santa. Y también en el ámbito de la piedad popular. Así que lo que manifestamos por fuera requiere un eco por dentro. El éxito para vivir una Semana Santa verdadera pasa por el cuidado de la vida interior a partir de la manifestación exterior de la fe.

—Los dos grandes tiempos que ofrece la Iglesia son el Adviento, que nos prepara para al Nacimiento del Señor y la Cuaresma de cara a los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

—Así es. Y aunque año tras año volvamos sobre lo mismo, siempre tenemos la oportunidad de un encuentro renovado con el Señor. El año litúrgico, que se basa en un volver siempre a la celebración de los misterios de la vida de Cristo, no es un círculo cerrado sino una espiral abierta. Así que en lugar de volver siempre a lo mismo es más bien una nueva oportunidad para el encuentro definitivo con el Señor. A eso nos tiene que ayudar cada celebración.

“Nos hacen falta más sacerdotes para atender a la realidad y las necesidades que tiene la Iglesia local”

—La Cuaresma es un gran tiempo para la conversión.

—Es el periodo para acompañar a aquellos que, habiendo recibido el don de la conversión, se ponen en manos de la Iglesia para formarse como cristianos. Es el tiempo del catecumenado. Y ese tiempo ha configurado el año litúrgico entorno a la celebración principal que son los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Por eso es un momento de evangelización. Es un tiempo para vivirlo como una oportunidad de hacer o revivir la gracia bautismal. Por tanto es especialmente importante. Todo apunta para la preparación de la Vigilia Pascual con el fin de renovar las promesas del bautismo. No es un encuentro con alguien del pasado. Se trata de reunirse con quien vive para siempre.

—¿Cómo debe de calar este mensaje de salvación en una sociedad tan secularizada y que atenta a los cimientos de nuestros valores?

—Esto es el reto. Y el reto pasa por no vivir la relación con el Señor de manera aislada sino sabiéndonos miembros de la Iglesia. Por eso la Iglesia nos está insistiendo tanto en la sinodalidad. Se nos quiere recordar que los bienes que el Señor tiene preparado nos los da como cuerpo suyo. Por eso el hecho diferencial debería ser que todo lo que creemos, celebramos, vivimos y oramos fortalezca el vínculo de comunión entre nosotros. No celebramos aisladamente la Cuaresma y si lo hacemos por nuestra cuenta o hacemos algunas prácticas para ganar algunos bienes espirituales nos estamos equivocando. El Señor nos pide mayor comunión para responder a las exigencias evangelizadoras del momento presente. Y esto es lo que el mundo está reclamando de nosotros.

Monseñor Jose Rico Pavés en la entrevista concedida a este periódico. Monseñor Jose Rico Pavés en la entrevista concedida a este periódico.

Monseñor Jose Rico Pavés en la entrevista concedida a este periódico. / Manuel Aranda (Jerez)

—¿Qué valoración hace el obispo de todas estas recientes leyes que van en contra de los principios cristianos?

—Detrás de todas estas leyes o propuestas siempre hay un corazón herido por la pretensión, inicialmente bondadosa, de querer arreglar un mal. Por eso nosotros, una y otra vez, debemos de llevar el bien que Cristo nos ofrece en el Evangelio porque las heridas del corazón humano encuentran curación cuando lo ponemos junto al del Señor. Esto es lo que tenemos que seguir clamando a gritos, como Cristo hace en el templo. El que tenga sed que venga a mí y beba. El drama de nuestros contemporáneos, y muchas veces el nuestro, es que pretendemos saciar la sed en fuentes vacías cuando Cristo es el manantial donde brota el agua que calma nuestra aridez. Querría decir también que del olvido de Dios viene la destrucción del ser humano. Esa destrucción la padecemos hoy en lo que de forma genérica llamamos el ‘transhumanismo’. Considerar que debemos superar este pensamiento que hace del ser humano un ser especial dentro de la creación. Eliminar todo lo que existe de singular en la condición humana equiparándonos al mundo animal o vegetal. O estableciendo una ruptura dentro de la relación de complementariedad que existe entre el varón y la mujer. El Concilio Vaticano II es profético en uno de sus documentos en el que la Iglesia quiere entrar en diálogo con el mundo contemporáneo. Ahí nos hace dirigir la mirada hacia Cristo. Concretamente en la Gaudium et spes número 22 hay esa afirmación que ha orientado el magisterio de los últimos Papas. Cristo revela la verdad del ser humano al propio hombre. Por tanto, conocer más y mejor a Cristo es la solución para responder a las inquietudes que están escondidas en nuestro corazón. Por eso la tarea de la evangelización es siempre actual y necesaria. Es la forma de vencer a esas propuestas deformadoras de lo humano, anunciando más el Evangelio. Porque acogiendo a Cristo se restaura también la percepción en su verdad de la condición humana.

“El Sábado Santo hay algo de liturgia y si la hay es legítimo que haya expresiones de piedad popular”

—El cierre del año con la presencia del Nuncio ha sido muy importante.

—Ha sido un año de gracia que ha superado nuestras expectativas iniciales. Es evidente que siempre podríamos haber llegado a más personas pero la respuesta ha sido muy positiva. Ha ido creciendo cada vez más de forma paulatina y ha habido momentos de especial intensidad como determinados actos de consagración en algunos lugares de la Diócesis. Estoy infinitamente agradecido a la respuesta que ha habido por parte de todos los fieles. Yo no he visto la Catedral tan llena como en la celebración de la clausura del Año Jubilar. Incluso la peregrinación hasta el Calvario. Hubo una muy buena respuesta y el Nuncio quedó muy agradecido. Ha sintonizado muy bien y nos sentimos muy agradecidos porque en definitiva es la presencia de Su Santidad del Papa en España. Pudo comprobar que esta es una Diócesis muy acogedora y tiene un gran sentido del humor. Así que capta las ironías de nuestra gente. Se ha generado una comunión muy buena. 

—Pasemos a los temas cofrades ¿Cómo ve usted el estado de la cuestión a nivel general en las hermandades?

—Percibo que tienen un buen estado de salud. En toda la Diócesis. Eso se traduce en las iniciativas y deseo de estar en la calle con celebraciones extraordinarias. Hay que destacar no es siempre posible decir siembre que sí. Pero lo fundamental es que existe también una importante disponibilidad para dejarse acompañar. Y esto es también muy positivo. Nos harían falta más sacerdotes para atender a esta realidad de la Iglesia. Nos faltan vocaciones. Hay ocasiones que hay roces por la imposibilidad de que el director espiritual pueda atender a la hermandad como es preciso. Pero la disponibilidad para dejarse formar o recibir algunas orientaciones es muy buena. Cuando llega el momento central del año con la Cuaresma, con los preparativos, se cuida al máximo los cultos. En definitiva hay un deseo de hacer las cosas bien.

—Desde el punto de vista pastoral como las ve.

—Deseo que no dejen de tener esa inquietud con esta orientación por parte de la Iglesia. Que las hermandades se sepan partícipes y corresponsables en la tarea evangelizadora de la Iglesia. También deben de ser escuelas de vida cristiana ¿Cómo hacemos que las hermandades contribuyan a la evangelización? Pues tampoco debemos de inventar cosas extrañas. Deben serlo desde su propia identidad insertando el bien propio de cada hermandad en el conjunto más amplio de la tarea misionera de la Iglesia. Además de lo meramente administrativo que la delegación diocesana debe de atender, se debe de insistir en la tarea evangelizadora que se está impulsando a través de los encuentros que se han organizado entre los delegados diocesanos y las propias hermandades.

“Después de Semana Santa habrá que tomar una decisión en el Prendimiento para curar las heridas”

—El Sábado Santo ya es una realidad ¿Qué espera el obispo de esta nueva jornada?

—El decreto justifica la actualización de la normativa. Esto lo quiero subrayar. No rompe la actual normativa sino que la actualiza indicando que la ley universal de la Iglesia no prohíbe las procesiones de piedad popular el Sábado Santo. Es un día sin sacramentos y con una liturgia muy reducida. Pero algo hay de liturgia. Por tanto si hay liturgia es legítimo que, en referencia a ella, haya también expresiones de piedad popular. Ahí es donde el consejo local propone las salidas procesionales. Había que arreglar alguna excepción como Setenil que queda normalizado y se responde al interés de algunos y así verificar hasta qué punto responde a una realidad eclesial y no el interés de unos pocos. Ha salido Rota y Jerez las que han comenzado con procesiones en esta jornada. Con ciertas dificultades que hemos visto. Pero subrayo el apoyo de la palabra del Señor que a mí me ha inspirado y la orientación del magisterio reciente. Y la palabra del Señor es: “Me he hecho todo a todos para ganar, sea como sea, a algunos”. Soy consciente de que el único vínculo que le quedan a muchas personas con la Iglesia son las cofradías. Hay que cuidar todo esto y tratarlo con un celo y un cuidado para no perderlos definitivamente. Que a partir de esa llama que no se apaga se puede tener acceso a la grandeza de la vida cristiana en su conjunto. Si hay que hacer un gran esfuerzo para conseguir que tres, dos o uno se acerquen al Señor, pues bendito sea. Otro dato que he subrayado en el decreto es la situación que estamos viviendo en la sociedad. La creciente secularización de la que ni tan siquiera dentro de la Iglesia estamos exentos, se refleja en un profundo laicismo que quiere desterrar las expresiones de fe en los espacios públicos. Por eso, en el momento presente, ganar un día en las expresiones de fe creo que también es un bien de cara al contexto social en el que nos encontramos. Percibo en algunas conversaciones con los sacerdotes que planteamos la disyuntiva de que si hay procesiones este día va a ser en perjuicio de la Vigilia Pascual. Creo que ese no es el dilema que se plantean muchos de los fieles sino, o procesiones y tengo algo de piedad, o un día de descanso para ir de compras o incluso ir a la playa. Mantener la tensión de la devoción en la Semana Santa sin interrupciones hasta llegar a la vigilia me parece que es un bien.

—El Prendimiento, don José.

—Hemos comprobado que las heridas están aún muy vivas. Todavía hoy es complicado conseguir un equipo que esté al frente y que sea reconocido por todas las partes. Desde la delegación se ha intentado apoyar a la hermandad institucionalmente, ayudando al hermano mayor. Pero ha habido un momento que esto no se ha sostenido. El equipo que queda estará hasta Semana Santa. Después habrá que tomar alguna decisión por el bien de la hermandad. Y esa decisión habrá que tomarla con serenidad. Mirando sobre todo a curar las heridas que aún están abiertas. No solo los enfrentamientos de los que legítimamente quieren llegar a ostentar un cargo sino que yo veo ahí heridas profundas que no se acaban de cerrar. Ojalá acertemos a la hora de tomar una decisión por el bien de la hermandad y de muchos hermanos que están ajenos a esta problemática y que no entienden que no se puedan poner de acuerdo un grupo de personas para llevar adelante una hermandad de tanto arraigo.

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