Diario de Pasión

El pregón de Lala Prieto, “hacer eterno lo efímero”

Lala Prieto, durante el pregón en el Teatro Villamarta de Jerez.

Lala Prieto, durante el pregón en el Teatro Villamarta de Jerez. / Manuel Aranda

Decía Lala Prieto en su pregón que “las cosas bellas, las cosas buenas tienen que mostrarse, tienen que ser transparentes”. Por suerte, este pregón cargado de belleza, con un mensaje honesto y excelso, ha sido compartido por ella, por Eulalia Prieto Enríquez, ante un Villamarta que seguro dará cobijo a sus palabras, cultivando, cada cual en su jardín, el poso que estas han dejado. El pregón de Lala Prieto ha sido el de una mujer conectada a su contexto y a su realidad, que ha hecho un profundo ejercicio de introspección y valentía para compartir su propio mensaje, por eso ha conseguido dejar al miedo fuera del teatro, porque estaba segura de que sus palabras venían agarradas bien fuerte desde dentro. Cuando una persona habla desde la verdad, el pulso le puede temblar, pero el corazón le da sustento.

Lala Prieto ha desprendido amor a las letras —por la destreza con la palabra y la musicalidad, pero también por claras alusiones, como la que ha hecho a “la hora torera”, esa hora que describió de forma sublime Federico García Lorca en Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (A las cinco de la tarde. Eran las cinco en punto de la tarde)—, ha desprendido honestidad —por colocar su propia voz en el centro, desligada de retóricas ajenas— y ha desprendido valentía, por atreverse a hablar de las mujeres en la Semana Santa y del amor homosexual en el seno de la Iglesia y las cofradías. Ha sido el pregón que muchas necesitábamos escuchar.

Como dijo en una entrevista previa, todo el mundo conoce de sobra el encanto que despiertan nuestras cofradías, por eso ha dejado temas y composiciones tan exploradas ya en anteriores pregones para centrarse en un mensaje universal y trascendente. En el pregón han estado muy presentes los cuidados, aquellos que ejercen especialmente las mujeres, y que tanto han facilitado la vida de las hermandades, pero que tanto han dificultado la actividad de ellas en el seno de las mismas. Lala Prieto ha recurrido a su propia vida, sin artificios ni mensajes encriptados. Una mujer (creyente, cofrade, madre, hija, hermana y docente) que ha compartido sus vivencias desde pequeña, cuando buscaba y no hallaba una explicación que acallara su sed de salir de nazarena en una cofradía.

Lala Prieto, “la niña que no quería ser princesa sino monaguilla”, nos ha descubierto la idiosincrasia de una hermandad única, la del Nazareno, “que por vieja era moderna, de tan antigua pionera”. Una hermandad que describe como inclusiva y diversa, donde se aúna “la noble y la plebeya, la rica y la pobre, la humilde y la condesa, mujeres de todo tipo, letradas y analfabetas”. Es precisamente este espíritu el que Lala Prieto ha recogido en su pregón, un pregón que ha tendido la mano a todos y que solo el miedo ha dejado fuera. “Benditas sean estas niñas que pueden ser monaguillas, y encender todas la velas, y ser hermanas mayores, secretarias, costaleras, diputadas de gobierno, flauta, tambor y corneta, mayordomas, camareras, fiscalas y tesoreras, con su caja de herramientas, hasta la que aprieta tuercas… ¿quién es nadie pa’ decirles que no sean lo que ellas quieran?”

Si declamar algo así en el Villamarta, en el pregón de la Semana Santa, ya resulta sorprendente, valiente y bello, la pregonera ha querido ir un paso más allá, y buscando el apoyo en las palabras del Papa Francisco “todos, todos, todos”, se ha atrevido a hablar del amor entre dos mujeres, del amor entre dos hombres. Del amor, al fin y al cabo. “Ese amor que todo lo puede dime, ¿qué tiene de malo? ¡Amor que nos hace libres no encierra a nadie en armarios!”. Y si todos estos temas, compartidos desde la más pura entrega, desde la más ingenua pureza, habían iluminado hasta al espíritu más débil, la pregonera remata y habla de la amistad, de las amigas del mismo tramo (que por cierto, llenaban con sus vestidos de colores el teatro). Un alegato que ha demostrado albergar una sensibilidad desbordante, necesaria en estos tiempos y repleto de generosidad en “un mundo que aún lapida a la que adelanta el tiempo”.

La conexión con la tierra ha llegado sobre todo con un repaso exquisito por las cofradías, vinculando las maneras de cada una a sus calles y barrios, y valiéndose de los vinos de Jerez, de la tierra albariza, de las soleras y criaderas, para llegar aún más profundo a un público que es cofrade y jerezano, que es de bodegas y viñas. En la recta final, una conversación con la Estrella, trayendo de su memoria a “la niña embelesada a la que deslumbraste de repente”, y como despedida, un mensaje de la Lala Prieto del futuro, la que ya no esté aquí pero quiera recalcar la importancia de un mensaje que se adivina eterno.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios