Diario de Pasión

Por los siglos de los siglos

S ON más de cuatrocientos años los que llevan nuestras Hermandades y Cofradías derramando su gracia y su enjundia entre todos los Jerezanos. Se han abroquelado ante el envite de los tiempos y han subsistido a las escaramuzas de los que han querido abolirlas de golpe y porrazo.

Han sido fieles testigos de guerras, epidemias, grandes descubrimientos, indeseadas invasiones etc.... Pero ahí siguen con nosotros, con sus bondades e imperfecciones. Transmitiéndose de abuelos/as a padres/madres y a hijos/as. Es la liturgia invisible de la genética, que contagia a las generaciones que vivimos por y para nuestras Hermandades y Cofradías.

Esta Semana Santa 2014, está siendo un inmenso júbilo, el escrutinio que están percibiendo mis inquietas pupilas, en cada cortejo, en cada paso, en cada esquina, en cada calle, en cada balcón son un canto a la alegría y la esperanza. Una multitud de nazarenos con sus hijos, en algunos casos recién nacidos, también vestidos de nazarenos, en brazos. El otro brazo asiendo su cirio o su vara, iluminando el sendero que conduce al compromiso cristiano y cofrade. Cuántos costaleros, han podido divisar mis ojos, convirtiendo el sudor de sus frentes en cauces de agua viva en la que, a buen seguro, navegarán esos aprendices de la trabajadera, al punto de que en algún que otro paso, los hijos de futuros costaleros, han llegado incluso a compartir la penumbra de unos faldones de la mano invulnerable de su padre.

Esos abuelos, añorando aquellos años de párvula ilusión, en los ojos de esos nietos que, en muchos casos, encuentran un mejor cirineo en su antecesor que en su propio padre. Y también es de destacar esa pléyade de infantes que si ningún tipo de tradición cofrade en sus casas, han sido artífices del milagro de arrastrar a sus propios incrédulos padres, a desbordar ese río interior de sueños y delirios en clave semanasantera.

Cuántos cortejos repletos de tiernos infantes con su inocencia al descubierto. Cuántas nuevas caras cuajadas de adolescentes esfuerzos bajo las trabajaderas. Es la insoslayable sabia nueva, imprescindible en nuestra tradición.

He querido destacar este aspecto de nuestra querida y sin par Semana Santa, porque pone de manifiesto que si seguimos transmitiendo nuestro sueño cofrade, de generación en generación, tenemos garantizados, al menos, otros cuatrocientos años más de historia. Seguro que sí.

Feliz final de Semana Santa.

(*) Pedro Pérez Rodríguez es el presidente de la Unión de Hermandades de Jerez.

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