Diario de Pasión

El verdadero espíritu de la Semana Santa (I)

LA Semana Santa o Semana Mayor, como también se la ha llamado, es la sexta de las semanas de Cuaresma y culmina en el Triduo Pascual, dedicado a conmemorar y celebrar la pasión y muerte (Viernes Santo), la sepultura (Sábado Santo) y la resurrección del Señor (Domingo de Pascua).

El ciclo litúrgico pascual de la Liturgia Romana a partir del siglo X empezaba en Septuagésima y terminaba con la Octava de Pentecostés. Siguiendo el espíritu y la normativa de Pío XII y teniendo en cuenta la doctrina del Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI en su Misal, con el que sustituía al llamado de San Pío V, modificó el ciclo pascual devolviéndolo a su espíritu y sus normas más antiguas, poniendo el comienzo de la Cuaresma en el Miércoles de Ceniza y haciendo que el Ciclo Pascual culminara en el día santísimo de Pentecostés. De esta forma, la Cuaresma volvía a tener cuarenta días, como su nombre indica, y la cincuentena pascual, primorosamente renovada, recuperaba su lógica importancia, y el tiempo principal ya no es una semana llamada santa o mayor sino un Triduo, el Triduo Pascual, del que ya se ocuparon San Agustín (Carta 55, 14) y otros varios Santos Padres.

Cuando por decreto de la Sagrada Congregación de Ritos del 16 de Noviembre de 1955 el Venerable Papa Pío XII promulgó un nuevo Orden de la Semana Santa, mandó decir en ese decreto que "los mayores misterios de nuestra redención, a saber: la pasión y muerte y la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, ya desde la edad apostólica acostumbró la Santa Madre Iglesia a celebrar con singular recuerdo todos los años."

El ciclo pascual, dice el doctísimo jesuita H. Schmidt en su áureo libro "Introductio in Liturgiam Occidentalem" (Introducción a la Liturgia Occidental) , no es otra cosa que la solemnísima celebración de la obra de la Redención del género humano. La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo tiene en este ciclo el lugar que le corresponde. En verdad el Misterio Pascual en la Liturgia es una realidad que comprende muchas cosas, y por ello se habla de los misterios pascuales.

San Pablo les recuerda a los fieles de Corinto cuál fue el núcleo central de su predicación: "Yo os transmití ante todo lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día según las Escrituras (1 Cor 15, 3-4)"

A finales del s. I o comienzos del II el obispo San Ignacio de Antioquía, condenado a ser echado a las fieras por su condición de cristiano y que mientras era llevado para ello a Roma, escribió hermosísimas cartas a los cristianos de las comunidades por donde pasaba, dice en una de ellas: Jesucristo era del linaje de David, nacido verdaderamente de María, comió, bebió, padeció persecución bajo Poncio Pilato, fue verdaderamente crucificado y muerto, fue sepultado, siendo testigos los seres de la tierra, del cielo y los abismos: resucitó verdaderamente de entre los muertos, siendo el Padre el que lo resucitó: a semejanza suya también nos resucitará a nosotros los que creemos en Él. (Trall. 9).

Creen los historiadores de la Liturgia que al cumplirse el aniversario de la muerte y resurrección del Señor, ya los apóstoles mismos celebraban en oración y recogimiento este misterio, y consta que en el siglo IV estaba ya instituido el Triduo Pascual. Dice el citado liturgista que, siguiendo el modo con que los evangelios relatan la vida de Cristo, la semana anterior a la Resurrección comenzó a tener una especial solemnización y empezó a llamársele "la Semana Auténtica", habiendo recibido luego los nombres de Semana Mayor y Semana Santa, que es el que le ha conservado el Misal de Pablo VI.

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