Un Papa peculiar

Las claves

Bajo la línea de Francisco, León XIV irá incorporando iniciativas propias para que su Papado conlleve profundos cambios en la Iglesia

León XIV, en el balcón de San Pedro tras ser elegido el Papa número 267 de la historia.
León XIV, en el balcón de San Pedro tras ser elegido el Papa número 267 de la historia. / Stefano Spaziani / EP

11 de mayo 2025 - 06:59

No ha tardado en circular una fotografía con el Papa montado a caballo, en vaqueros, en Perú, No era entonces León XIV, sino el padre Bob –Robert Francis Prevost Martínez–, y como misionero agustino en Perú durante más de veinte años se desplazaba a caballo para llegar a los ligares más remotos de su diócesis.

León XIV no es un Papa al uso. Los vaticanistas han puesto el acento en que con él está garantizada la continuidad de la línea de Francisco; que además lo promovió hace dos años a un puesto de importancia máxima, Dicasterio de los Obispos, cargo que obliga a una relación constante y muy cotidiana con los prelados de todo el mundo. E incluso informar al Papa sobre aquellos que considera adecuados para el cardenalato.

Esos vaticanistas argumentan que nombrarle para el Dicasterio podría significar que Francisco pensaba en él como posible sustituto, porque le permitió acercarse a los cardenales que formarían parte del cónclave; y que entre todos los posibles elegibles estarían inclinados a votar a quien ya conocían bien. Cargo también que le permitía un conocimiento privilegiado de los problemas de la iglesia católica en todo el mundo. No sólo por sus viajes constantes sino también porque su conocimiento de los idiomas –habla perfectamente la lengua universal vaticana, el latín, además del inglés, francés, español e italiano y se defiende en portugués y alemán– le facilitaba la relación directa con personas de muy distinto origen y procedencia social a lo largo y ancho del mundo.

Es también un Papa peculiar porque, aparentemente, no da importancia a gestos que otras personas consideran de máxima relevancia. Por ejemplo, su primera aparición como papa vestido con los atributos y símbolos propios del padre de la Iglesia, asumiendo así el boato del Vaticano en lugar de sumarse al ejemplo de Francisco, que cuando apareció en el balcón con su hábito blanco sin más añadido que un crucifijo de madera. Lanzaba así un mensaje de que los fieles tenían delante al Papa de los humildes. León XIV, con un sacerdocio desarrollado entre los más humildes del Perú más marginado, un misionero agustino, eligió, sin embargo, la tradición que se había impuesto durante siglos, como si no considerara necesario adoptar el modelo de Bergoglio en su aspecto externo, aunque para él fueron las primeras palabras de reconocimiento.

El camino que marcó Francisco

Todo el mundo da por hecho que seguirá el camino marcado por su antecesor, pero eso sólo se conocerá con el transcurso del tiempo. Es un hecho que la relación entre Francisco y León XIV ha sido de respeto y de afecto; entre quienes conocen al nuevo Papa nadie duda de su apoyo y lealtad a Francisco y creen que mantendrá su línea en todo lo relacionado con la doctrina de la iglesia, proseguirá su labor y culminará sus iniciativas. Sin embargo, no se puede descartar, es incluso es muy probable, que siguiendo esa línea de Francisco vaya incorporando iniciativas propias… y que al cabo del tiempo el Papado de León XIV signifique el Papado de profundos cambios en la Iglesia, algunos de ellos bastante más significativos que los iniciados por Francisco.

El nuevo Papa estudió teología, filosofía y también matemáticas. Esto último lo diferencia de muchos hombres de la Iglesia, las matemáticas no es materia habitual en su formación. Es algo a tener en cuante. Significa que Robert Prevost, antes de ser Papa, estaba interesado en completar su formación en un terreno que iba más allá de los estrictamente intelectual, algo que le permitía una visión diferente de la sociedad, del orden, de la tecnología y de cómo abordar las prioridades.

Ocurre algo similar con el deporte: el nuevo Papa juega al tenis con frecuencia; quienes lo han conocido en sus viajes a España para visitar sedes de los agustinos coinciden en que siempre intentaba encontrar tiempo para jugar al tenis, Llevaba a rajatabla el mens sana in corpore sano.

Si a ello se suma que llega muy joven a la jefatura máxima de la iglesia, 69 años, en circunstancias normales podrá ejercer el Papado durante largo tiempo, lo que le permitirá concluir con las iniciativas que quiera abordar para la etapa en la que tendrá que tomar decisiones que inevitablemente impregnarán la doctrina de la Iglesia, porque las nuevas tecnologías han introducido elementos en la sociedad a las que no puede ser ajena. Situación que en cierto sentido asemeja la de su referente el papa León XIII, impulsor de la Rerum novarum cuando el mundo abordaba nada menos que la revolución industrial que cambió el mundo, sobre todo el laboral.

El choque con Trump

Los retos de León XIV son grandes. Concluir iniciativas sociales de Francisco que no pudo terminar e incrustar en ellas modificaciones, si así lo considera oportuno. En su primera intervención pública insistió en las palabras paz y negociación, lo que indica que es muy probable que pueda mediar en conflictos y guerras que hoy preocupan al mundo. Por su trayectoria sacerdotal y después en el Vaticano, ha tenido oportunidad de conocer bien el mundo y la política internacional, y no sería extraño que, como algunos de sus antecesores –fundamentalmente Wojtyla– pueda convertirse en persona clave para negociaciones que van más allá de la política de partidos. En Latinoamérica, continente que le es muy cercano, hay mucha labor que realizar, las dictaduras populistas han llegado para quedarse. Y en África y Asia los conflictos religiosos, territoriales y raciales están a la orden del día.

Inicia su papado con Trump en Estados Unidos abriendo frentes a diario, sobre todo en los relacionados con un asunto social hacia el que el Papa, ciudadano estadounidense y peruano, es muy sensible, el de la imigración.

En el pasado reciente, hubo un cruce de acusaciones entre el vicepresidente Vance y el entonces alto cargo vaticanista Robert Prevost, y una vez superado el buen clima inicial con mensajes de enhorabuenas de Trump al nuevo Papa, seguro que las diferencias entre ambos se visualicen.

Pero con seguridad el reto mayor que tiene el Papa es lograr que los fieles vuelvan a las iglesias, que los católicos encuentren motivos para sentirse próximos a sus sacerdotes, a sus párrocos. Ocurre fundamentalmente en el mundo occidental; en los países menos desarrollados la labor misionera que se vuelva en la vertiente social más que en la doctrinal, mantiene firme el espíritu cristiano y el vínculo con sus iglesia, pero el goteo de católicos que se declaran agnósticos o ateos es creciente.

Todo ello lo sabe el Papa, como sabe que se le va a exigir mucho. Francisco ha dejado, para bien o para mal, una impronta. León XIV iniciará su mandato con decisiones que marcarán la suya. La ilusión por su nombramiento oculta muchos de los problemas que debe abordar. Pero están ahí, latentes, y necesitan atención urgente.

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