Opinión

La agricultura es un sector estratégico en muchos países europeos desde hace décadas. España es una de las excepciones

La agricultura es un sector estratégico en muchos países europeos desde hace décadas. España es una de las excepciones

La agricultura es un sector estratégico en muchos países europeos desde hace décadas. España es una de las excepciones

Cuando explico características y aspectos generales de la Macroeconomía y Política Agroalimentaria, comento a mis alumnos que entre los cambios que se han producido en la mayoría de los países de nuestro entorno, es decir en la Unión Europea (UE), a partir de la década de los 50 del siglo pasado (o sea, hace ya unos 70 años), tenemos cuestiones destacadas como:

  • El aumento del carácter estratégico de la agricultura. Para muchos países europeos, la producción agroalimentaria interna pasa a ser un sector tan importante como el energético, el tecnológico o la industria pesada.

  • El incremento del peso social de los productores agrarios. Ello es porque, pese al desarrollo económico paulatino de estos países, que ha supuesto una reducción del número de productores y, en general, de población activa en el sector, este colectivo viene teniendo, sin embargo, un aumento del apoyo de la sociedad. Algo que se puede ver en huelgas y protestas de agricultores en Francia, Alemana, Reino Unido, Dinamarca, Países Bajos, etc., que reciben los aplausos de los ciudadanos cada vez que salen a la calle. Lo cual está ligado también a ese reconocimiento de sector fundamental y estratégico.

Cuando hago estos comentarios a mis estudiantes, veo caras atónitas, muchos de ellos de familias ligadas a la agricultura o al menos conocedores de la importancia económica para Almería de esta actividad, pero que no entienden lo que estoy explicando, porque en nuestro caso no se ha visto en ningún momento ese reconocimiento tanto estratégico como apoyo social en un contexto regional y nacional, o incluso, a nivel local.

Les explico, a continuación, la razón de esos aspectos en Europa:

Los gobernantes y estadistas de la mayor parte de los países europeos y del mundo occidental en general (esto es, los países más desarrollados) apreciaron, con buen criterio, que después de una crisis terrible en los años 30 y tras 2 guerras mundiales (la primera de ellas agravada con la mal llamada “gripe española”, que dejó unos 100 millones de muertos en todo el mundo, según estimaciones), uno de los problemas más acuciantes que habían tenido era el desabastecimiento de productos básicos a la población, como consecuencia de su pérdida y destrucción de su capacidad productiva agroalimentaria. Lo que les llevó también a una dependencia del exterior y encarecimiento de las importaciones.

Esto es precisamente uno de los gérmenes del Tratado de Roma de 1957 que dio origen a la Comunicad Económica Europea y que, precisamente, en este tratado se iniciara como una de las políticas más necesarias la conocida PAC (Política Agraria Común), incluyendo entre sus premisas básicas:

  • La seguridad alimentaria, entendida como el asegurar el suministro de alimentos a la población (que se confunde muchas veces con el tema de la salubridad alimentaria). Aspecto que es foco de discusión desde hace décadas en los tratados de comercio internacional y objeto de numerosas disputas en las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC), porque, dentro de la lógica racional, ningún país o área regional (como la UE) quiere depender de otros para disponer de estos productos esenciales. De ahí también, la defensa a ultranza que hacen muchos países de los productos nacionales entre sus propios consumidores.

  • El apoyo a las rentas de los productores, para mantener una estructura básica suficiente para ese suministro.

  • El proporcionar alimentos a la población europea a precios razonables o asequibles a todos los ciudadanos.

Pues mis alumnos no entienden esta apreciación en el ámbito español, especialmente, observando todos y cada uno de los gobiernos desde la democracia, además, algunos de ellos suprimiendo lo que siempre se ha llamado Ministerio de Agricultura, porque se trataba de un sector de escasa relevancia.

La “miopía” de nuestros políticos en estas cuestiones sobre la importancia de la agricultura ha sido constante, a diferencia de la visión de nuestros vecinos europeos. Pero, en el caso de la horticultura de Almería, pienso que ha sido peor. Prácticamente, desde los inicios del desarrollo de la agricultura intensiva en la provincia, no ha habido ausencia de críticas o detractores sobre la misma, así como abundante ignorancia, particularmente por parte aquéllos que supuestamente tenían que representar al sector o a la sociedad involucrada directa o indirectamente en una actividad que tradicionalmente en la Economía se enmarca dentro del sector primario. Probablemente, como a veces comento con mis alumnos, este constante ignorar, llegando incluso a la denostación, se deba a motivos sociológicos, o incluso relativos a la antropología económica, de concebir a todo lo relacionado con la agricultura como marginal. En este entorno, también es difícil asimilar socialmente que familias y pequeñas empresas pudiesen ser representativas de un bienestar económico, cuando tradicionalmente se les asocia con una actividad escasamente rentable y, en muchos casos, soportada gracias al apoyo público, cuando no es la situación de nuestra horticultura, que ha carecido del tal apoyo.

Lejos de nuestros políticos quedan también las ideas (iniciadas a finales de los años 80 con el denominado Paquete Delors) sobre el reconocimiento de la agricultura como elemento esencial para el desarrollo rural y regional de determinadas zonas, así como su multifuncionalidad junto al aporte alimentario, en temas medioambientales y de mantenimiento de componentes socio-culturales, entre otros, para muchas regiones europeas.

Esta pandemia ha puesto de manifiesto la relevancia que tiene el disponer de una producción agroalimentaria propia, ya sea nacional o en el área de libre comercio más cercana, puesto que también se ha puesto en entredicho aquello de los “circuitos cortos”, defendido por los que abogan por una producción estrictamente local para reducir gastos de transporte, disminuir la contaminación y la dependencia externa.

Por tanto, la situación generada por el COVID-19, al menos ha servido para reducir esa “miopía político-social” en el ámbito español y reconocer, aunque sea momentáneamente, el papel que tienen los productores y empresas ligadas a la agroalimentación. Sin embargo, pese a ello, me temo que todavía seguiremos quedándonos muy cortos respecto a la visión que tienen nuestros vecinos europeos sobre la importancia del sector, ya que ellos, sin duda, es algo que lo tienen muy arraigado desde hace bastante tiempo y con una concepción más lógica y de sentido común.

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