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Campaña de cereza insólita por variaciones en el clima

Cosecha de cereza en la finca Media Legua en Abrucena

Cosecha de cereza en la finca Media Legua en Abrucena / Diario de Almería

Distintas tonalidades de rojo tiñen a finales de la primavera el paisaje en la comarca de Nacimiento (Almería). Es el lugar por excelencia de la cereza en la provincia almeriense y, en concreto Abrucena, si bien en Los Filabres también se haya alguna explotación. Hace más de una treintena de años que estos frutales comenzaron a plantarse en su vega. La climatología de la zona, fría en invierno y templada en verano, convierten estos terrenos en ideales para la producción de esta fruta, pero poco a poco hay aspectos que están cambiando, así los cambios bruscos de temperatura, el descenso de horas de frío o plagas como el gusano cabezudo están haciendo estragos en los árboles y su producción.

En la finca abrucenera de José Zoyo partían de un 2019 que fue el peor de todos y este 2020 ha sido mejor, aunque hay problemas, como el del gusano, que no se han solventado. Según explica el propietario de la explotación agrícola, a diferencia del ejercicio anterior, este año no han sufrido la escasez de abejas, gracias a un apicultor de la zona que colocó las colmenas próximas a las plantaciones. En cuanto al clima como siempre, de una forma un otra, afecta a la producción. Esta campaña, de acuerdo a Zoyo, se adelantó el calor, “hubo floración temprana y justo cuando estaba la floración, vino el frío con lo cual se paralizó. ¿Qué ocurre? Que las que estaban en floración seguían su curso y otras arrancaron después, por lo que este año, de manera insólita, se han dado en el mismo cerezo tres cosechas: una la temprana, otra después y otra más tardía”. En este sentido, el cambio climático con variaciones bruscas de la temperatura influye, así este año al adelanto primaveral le siguió el frío, aún así la cosecha se adelantaba en un par de semanas.

El gusano cabezudo sigue siendo uno de los quebraderos de cabeza de los productores en Almería

La fase de la recolección es una de las que más cuidado requiere. Hay que hacerla de manera rápida y con mimo. Las cerezas no maduran fuera del árbol, por ello es esencial recogerlas cuando están en su momento más optimo. En la finca de Zoyo, este año, al que acompaña un contexto condicionado por la crisis sanitaria de la COVID-19, ha sido el primero en que fueron él y su familia los que se dispusieron para la cosecha totalmente artesanal. Las cerezas las recogen a mano, dejando el ‘rabillo’ de la fruta para prevenir que salga moho en el pequeño agujero que queda. Pero no es la mano del hombre la única que ansía que la fruta esté en su punto para recogerla, también las aves acechan la roja fruta, lo que es un problema añadido para este sector. En el caso de la finca de José Zoyo, ésta cuenta con un sistema que simula el sonido de aves rapaces con el objetivo de ahuyentar a los pájaros, además de un cañón que emite el ruido del disparo de una escopeta, mientras al estornino parece más crédulo, al gorrión es más difícil de engañar y así de controlar y acaba mermando la cosecha.

Si las aves son enemigas históricas de las cerezas, el gran quebradero de cabeza en los últimos años lo está provocando el gusano cabezudo. “El gusano está acabando con los cerezos. Las larvas se comen la raíz del árbol secando la planta totalmente, tanto grandes como pequeñas”, dice el propietario de la explotación, quien ha consultado en centros de investigación e incluso ha brindado su finca para que ahonden en esta especie y su actuación sobre en este frutal; “Lo único que sé es que se lleva mal con la humedad”, expone Zoyo, quien dispone de riego por goteo, por lo que el agua está muy cerca del tronco, de forma que el gusano pone el huevo a mayor distancia y la larva se dirige posteriormente a la raíz del árbol; esto sucede en invierno cuando no riega. Por culpa de esta plaga, este agricultor repone todos los años un centenar de cerezos, “de ellos salen un 20% y a los tres o cuatro años se secan también. Es un desastre”. El gusano cabezudo, que también ha dañado otros cultivos como el almendro en el levante, no tiene miramientos con plantas jóvenes o viejas. Zoyo cuenta con algunos árboles de 30 años con un gran tronco y los destroza, “empieza a debilitarlos; a los pequeños en una semana se los ha cargado y a los grandes, igual tarda unos tres años”, detalla el agricultor quien insiste: “Me ha declarado la guerra”. Y si con el gusano no había suficiente, a éste se ha sumado una especie de escarabajo que muerde la cereza dejándola marcada, si bien no afecta a la calidad del fruto, éste deja de ser apto para su comercialización.

Todo esto ha repercutido en una transformación de la finca localizada en Abrucena. Anteriormente, en ella había unos 800 cerezos de los que Zoyo sacaba unos 10.000 kilos; ahora los árboles son más bien pequeños y la cosecha rondará los 2.000 kilos, por lo que para su recolección les basta con ellos de manera que también reduce costes.

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