La NASA reactiva los propulsores de respaldo de la Voyager 1, inactivos desde 2004

La operación, que implicó riesgos y una cuidadosa planificación, busca mantener la capacidad de maniobra de la sonda ante un posible fallo de sus propulsores principales.

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Ilustración de la sonda Voyager en el espacio profundo.
Ilustración de la sonda Voyager en el espacio profundo. / NASA/JPL-Caltech
Manuela Núñez

19 de mayo 2025 - 20:22

Ingenieros del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL, por sus siglas en inglés) de la NASA, ubicado en el sur de California, han logrado reactivar un conjunto de propulsores de la sonda Voyager 1 que se consideraban inoperativos desde 2004.

La recuperación de estos sistemas se llevó a cabo con carácter de urgencia y alto nivel técnico, con el objetivo de contar con un sistema de respaldo ante el deterioro progresivo de los propulsores actualmente en uso, cuyos conductos presentan acumulaciones que podrían dejar de funcionar tan pronto como este otoño.

Según infomó la NASA, la misión se enfrenta, además, a una limitación crítica en las comunicaciones: el pasado 4 de mayo se inició una pausa prolongada en las operaciones de la antena DSS-43, la única en la Red del Espacio Profundo con capacidad suficiente para enviar comandos a las sondas Voyager.

Esta antena, situada en Canberra, Australia, estará fuera de servicio durante varios meses debido a un proceso de modernización, y sólo estará disponible brevemente en agosto y diciembre.

Desafío técnico de alto riesgo

Lanzadas en 1977, las sondas Voyager 1 y 2 viajan a unos 56.000 km/h a través del espacio interestelar. Cada nave utiliza un conjunto de propulsores para ajustar su orientación y mantener la antena apuntando hacia la Tierra, algo esencial para recibir instrucciones y transmitir datos.

Entre estos sistemas, se encuentran los propulsores de control de rotación, responsables de girar la sonda como si fuera un disco de vinilo, permitiéndole orientarse según una estrella guía.

Voyager 1 ha operado desde 2004 utilizando únicamente su conjunto de propulsores de respaldo para este tipo de movimientos, después de que los propulsores primarios dejaran de funcionar al perder energía en sus pequeños calefactores internos.

En ese momento, se asumió que el problema era irreversible, pero dos décadas después, la longevidad inesperada de la misión obligó al equipo a reevaluar esa conclusión.

Los ingenieros sospecharon que el fallo original podría haber sido causado por una alteración en los circuitos de alimentación de los calefactores. Si lograban revertir esa condición, los calefactores podrían volver a funcionar y permitir la reactivación de los propulsores primarios.

Una carrera contra el tiempo

La maniobra requería una ejecución precisa: activar los propulsores inactivos, restaurar los calefactores, y evitar que el rastreador estelar de la sonda se desviara demasiado de su estrella guía, ya que eso provocaría el encendido automático de los propulsores en condiciones potencialmente peligrosas si los calefactores aún no estaban activos.

Además del reto técnico, el equipo enfrentaba una fuerte presión temporal. Durante la modernización de DSS-43, se limitaría la capacidad para enviar comandos a la sonda, por lo que era crucial asegurar el funcionamiento de los propulsores antes de la breve ventana operativa de agosto.

El 20 de marzo, el equipo confirmó el éxito de la operación: observaron un aumento significativo en la temperatura de los calefactores de los propulsores, una señal clara de que habían vuelto a funcionar. Dado que las señales de la Voyager 1 tardan más de 23 horas en llegar a la Tierra, la confirmación del éxito se produjo casi un día después de haber ocurrido.

“Fue un momento glorioso. La moral del equipo se elevó enormemente ese día”, comentó Todd Barber, líder del sistema de propulsión de la misión. “Estos propulsores se consideraban inutilizables. Uno de nuestros ingenieros tuvo la intuición de que tal vez la causa era otra, y resultó que podía solucionarse. Fue otro milagro más para la Voyager.”

Exploración interestelar sin precedentes

Actualmente, la Voyager 1 se encuentra a unos 24.000 millones de kilómetros de la Tierra, mientras que su gemela, la Voyager 2, está a más de 21.000 millones.

Ambas sondas son las únicas que han transmitido datos desde el espacio interestelar, más allá de la heliosfera, la burbuja protectora generada por el campo magnético y las partículas del Sol. Sus descubrimientos continúan siendo clave para la exploración del sistema solar y más allá.

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