Historias del concurso más memorable

¿En Torrevieja? ¿Dónde estaban los apartamentos del 'Un, dos, tres'?

Manolo Royo en una subasta del 'Un, dos, tres' con Mayra Gómez Kemp

Manolo Royo en una subasta del 'Un, dos, tres' con Mayra Gómez Kemp / Prointel

El apartamento en la costa era el premio de más valor al que aspiraban los concursantes del Un, dos, tres. Los inmuebles en Torrevieja, en época de expansión en la localidad alicantina, coincidieron con la etapa donde se hizo más frecuente este regalo y en unos años en los que los viernes por la noche se logró mayor audiencia (por estimación, no existían los audímetros).

Por esa razón, junto al tópico, nos parece que todos los apartamentos del Un, dos, tres estaban en Torrevieja. Pero otros lugares de avasalladora urbanización se sumaron a esta geografía del concurso.

A lo largo de las temporadas se entregaron también viviendas en Almuñécar, Almería y Benalmádena, por señalar las tres localidades andaluzas que aparecieron, además de apartamentos con vistas al Mar Menor, La Marina de Alicante, Jávea, Cullera e Ibiza, donde un concursante con vista se habría hecho de oro con la burbuja.

El Un, dos, tres es patrimonio nacional. Está lleno de recuerdos e historias, como ésta de cómo Chicho Ibáñez Serrador descubrió al dúo Sacapuntas.

Detrás, siempre, Chicho Ibáñez Serrador

Chicho Ibáñez Serrador entre sus dos hijo, Alejandro y Pepa Chicho Ibáñez Serrador entre sus dos hijo, Alejandro y Pepa

Chicho Ibáñez Serrador entre sus dos hijo, Alejandro y Pepa / RTVE

En este domingo se han cumplido 50 años del Un, dos, tres. Su creador, Chicho Ibáñez Serrador, en 1972 apenas llevaba nueve años en España, en TVE, donde se habían sucedido los éxitos. Cuando propuso nada más llegar hacer la serie sobre figuras ilustres de los Premios Nobel que ya había hecho en Argentina le respondieron que nones, que esos premios estaban plagados de tipos progres y peligrosos.

La España de los 60 aún era así, tan corta de miras. Ibáñez Serrador, un apocado adolescente que se curtió en escenarios y giras, había dado la vuelta al mundo cuando recaló en Prado del Rey, prometiendo innovación, modernidad y hasta premios internacionales (con El asfalto, Historias de la frivolidad). Con terror y humor, sus dos fijaciones, coloreó una pantalla que todavía era tan en blanco y negro como el resto del país.

Había regresado de Sudamérica en 1963, con un bagaje de programas realizados y un par de cintas donde mostró lo que quería y podía hacer. Y empezó con Mañana puede ser verdad, esos cuentos proféticos, entre la intriga y la ciencia ficción, tan de su gusto.

Pero, ya en los 70, su mayor popularidad se la dio el puro entretenimiento, el concurso Un, dos, tres,  un tanto por encargo para animar la parrilla. Con el peruano Kiko Ledgard, que venía a probar suerte en España, levantaron el formato de un concurso en tres partes que, debidamente adobadas (con guiño a la censura como en Historias de la frivolidad), asombraban a las familias del tardofranquismo. Un, dos, tres es patrimonio nacional de los recuerdos colectivos.

Chicho Ibáñez Serrador en su domicilio en los años 80 Chicho Ibáñez Serrador en su domicilio en los años 80

Chicho Ibáñez Serrador en su domicilio en los años 80

El concurso que hoy cumple años, ya en la etapa en color de la TVE  única, vivió sus momentos de más audiencia en la etapa de Pilar Miró como directora general, sobre 1987, cuando el espacio regresó a los viernes.  La propia directora se sentaba en la mesa de montaje y le pegaba unos tajos que no te menees a la 'torta' que le mandaba Chicho. Cogía la catana de la concreción y le pegaba sus buenos recortes al concurso de Narciso y los empastes de Mayra Gómez Kemp y lo dejaba en poco más de hora y media. A falta de índices de audiencia el Un, dos, tres encabezaba los llamados paneles de aceptación y reunía a más de 20 millones de españoles, más que el gol de Iniesta.

Los personajes de las nuevas 'Historias para no dormir' Los personajes de las nuevas 'Historias para no dormir'

Los personajes de las nuevas 'Historias para no dormir'

Ibáñez Serrador, alumno aventajado de Hitchcock y maestro de realizadores puntillosos, tozudo, innovador, mirador de reojo, estuvo siempre listo en una TVE de arenas movedizas (fue director del programas en el semiaperturista 1974 y le cesaron con el escote de Rocío Jurado) y hasta este siglo siempre estuvo adelantado  a su tiempo.

Entre sus dramáticos de miedo, sus miedos dramáticos, Hablemos de sexo, El semáforo  y en tiempos negruzcos, de tanto miedo en la calle, Historias para no dormir, fue profeta de la naturalidad y del europeísmo. Avanzó  formatos y tendencias aunque la televisión le terminó de superar

Si hubiera nacido ahora sería un director de casting impagable y creador de youtubers. Con la cara adecuada y tras una dosis de reiteración, fabricaba estrellas, aunque alguna se estrellara. Pertenecía a una generación de pioneros que se nos está apagando del todo. 

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