Toros

El Cid y Victorino naufragan

vigésima novena corrida de la feria de san isidro Ganadería: Corrida de Victorino Martín, de desiguales hechuras y pinta cárdena. De comportamiento dispar, los mejores: primero y tercero. TOREROS: Manuel Jesús 'El Cid', en solitario. Metisaca en los bajos (silencio). Media (silencio). Pinchazo y estocada (silencio). Estocada y dos descabellos (silencio). Estocada corta y tres descabellos (pitos). Pinchazo hondo y descabello (pitos de despedida). INCIDENCIAS: Plaza de toros de Las Ventas. Viernes 5 de junio de 2015. Casi lleno. Sobresalientes: David Saleri y Jeremy Banti. El banderillero Pirri fue operado en la enfermería de "herida por asta de toro en región axilar derecha, con una trayectoria ascendente y hacia fuera de 15 centímetros, que contunde paquete vasculonervioso axilar. Pronóstico: Menos grave. Firmado: Dr. García Padrós".

El público, que prácticamente llenó los tendidos de Las Ventas, tributó una fuerte ovación a Manuel Jesús El Cid tras el paseíllo y ante su gesta de lidiar seis toros de Victorino Martín en solitario en la plaza de toros de Madrid, donde con anterioridad han realizado este tipo de proeza otra media docena de diestros: Andrés Vázquez, Ruiz Miguel, Pedro Gutiérrez Moya Niño de la Capea, Roberto Domínguez, Manuel Caballero y Alejandro Talavante.

El Cid que llegaba a Madrid en este 2015 no es el mismo de aquel tiempo en el que deslumbraba con victorinos, como en aquella histórica tarde de Bilbao o de Bayona. Tampoco la ganadería de Victorino está en sus mejores horas. Ya se sabe que para el triunfo en una corrida en solitario es preciso que el diestro llegue en un buen momento psíquico y físico. Que añada dotes lidiadoras amplias y traiga su esportón cargado de variedad. Cómo no, manejar una fiel espada triunfadora. Y por supuesto, lo fundamental es contar con buen material.

Pues bien, no hubo material propicio. Con los mejores toros, primero y tercero, El Cid debió cimentar mejores faenas, pero fallaron los victorinos. Con el capote, el torero no tuvo prácticamente opciones. Tampoco El Cid manejó con categoría la tizona. Y faltó variedad. Prácticamente ningún pasaje emotivo hasta el punto de que todo entró en un túnel negro, en el que la brevedad del festejo supuso un foco de luz y de alivio -no llegó a las dos horas-.

Así, con lo referido anteriormente, el espectáculo, que comenzó con una fuerte ovación a El Cid al romperse le paseíllo, acabó en una sonora pitada. El diestro, con el toro que abrió plaza, único cinqueño del encierro, bien hecho, que dio mal juego en los primeros tercios y embistió con movilidad y metió la cara, el saltereño realizó una faena desigual, con una apertura suave y bellos remates por bajo, en la que los enganchones deslucieron varias tandas. Lo mejor, una serie con naturales de buen trazo. Mató de metisaca.

Con el segundo, sin remate y complicado, El Cid se vio desbordado tras un susto cuando el astado se revolvió en un pase con la diestra. Lo despachó con media estocada.

El tercero, serio, recuperó enteros en trapío para el desigual encierro. Un animal manejable y de embestida sosota ante el que el sevillano planteó una faena en las afueras, en la que hubo muchos muletazos, pero que no tuvieron eco en el respetable.

Cuando saltó el cuarto, Mojonero, la tarde ya iba mojonera. Estrecho, astifino, resultó complicado y puso en jaque a los banderilleros, dando una cornada con el pitón derecho a Pirri en la axila derecha. El Cid abrevió y lo liquidó de estocada y dos descabellos.

Algo similar sucedió en el siguiente acto. El quinto, altote, cuesta arriba, manseó en varas y banderillas y no dio opciones al lucimiento a El Cid, que cortó pronto y falló con los aceros.

Con el público ya desesperado, se cerró la pésima función. El sexto, cornilevantado se arrancó de largo para dos buenos puyazos de Tito Sandoval. Todo fue un espejismo. El toro llegó tras la muleta gazapón y se revolvía. El Cid no le tapaba la cara y poco a poco, sin dominio, se vio desbordado hasta para matar de pinchazo y descabello.

El torero sevillano abandonó la plaza entre una pitada y algunas almohadillas en un festejo plano en el que El Cid y Victorino naufragaron.

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