Toros

El Cid, afortunado adiós venteño

  • El diestro saltereño, al que sacaron a hombros por la puerta de cuadrillas, consigue la única vuelta al ruedo en un festejo en el que fallaron los toros

  • Emilio de Justo y Ginés Marín, de vacío

El Cid, con Esaú Fernández de capitalista, fue sacado a hombros al término del festejo por la puerta de cuadrillas.

El Cid, con Esaú Fernández de capitalista, fue sacado a hombros al término del festejo por la puerta de cuadrillas. / Mariscal / Efe

El Cid fue recibido como un héroe por la afición de Madrid. Hasta en dos ocasiones –jamás lo había visto en esta plaza–, con sus correspondientes ovaciones, tuvo que saludar el diestro saltereño antes de torear en su despedida de Las Ventas. Todo ello con el telón de fondo en el tendido 7 de una enorme pancarta en la que se leía: "El Cid, torero de Madrid. Gracias". Y es que el espada sevillano, en dos décadas, ha sumado nada más y nada menos que 70 paseíllos –de ellos 61 en corridas de toros y 9 en novilladas– en la Monumental de la calle de Alcalá y ha cuajado faenas históricas y ante toros de verdad y de ganaderías exigentes, muchas de ellas sin rematar adecuadamente con la espada, lo que le ha costado varias Puertas Grandes.

El encierro de Fuente Ymbro, con el añadido de un sobrero de Manuel Blázquez, ofreció escasas oportunidades para el lucimiento artístico de la terna.

El Cid, con el que abrió plaza, noble, bajo, al que le faltaba humillar, ganó terreno a la verónica y dibujó una media mayestática. Con la muleta logró lo mejor con la zurda con un toro que no descolgaba cuando embestía. Mató de media estocada y fue silenciado.

El cuarto, cinqueño, serio, enmorrillado, acusó posiblemente un volantín. Pese a su nobleza, le faltó motor y fuerzas. El Cid, que también brindó al público, concretó un trasteo discreto en el que lo mejor llegó con algún natural sensacional. Mató de buena estocada de efecto fulminante. El público, con un respeto y cariño especial, le obligó a dar una vuelta al ruedo en su adiós profesional de Las Ventas.

El segundo toro se descoordinó de salida. En su lugar saltó un sobrero de Manuel Blázquez, de generosas perchas, noble, pero que careció de clase. Emilio de Justo logró un par de series diestras con muletazos con sabor y brilló en un pase de pecho. No estuvo acertado con los aceros y fue aplaudido.

El quinto, un morlaco basto y enorme, de ¡647 kilos!, resultó complicado. Emilio de Justo lo lidió de manera suave con el capote sobre las piernas. El astado esperó en banderillas y le costó embestir en la muleta. Emilio de Justo brindó su trasteo a El Cid. Se cruzó lo indecible, aguantó mucho ante el incierto animal, pero no estuvo acertado con los aceros.

Ginés Marín se las vio en primer lugar con un astado cuesta arriba, noble, al que le faltó chispa tras derribar al picador Guillermo Marín –padre del diestro–. El trasteo, en función de las condiciones de un astado sin entrega, no pudo pasar de probaturas, voluntad y poco más.

Al sexto, bien presentado, le faltó franqueza. Marín, tras un recibo por chicuelinas, brindó a El Cid un trasteo en el que consiguió una buena tanda diestra y poco más.

El espectáculo, que transcurrió sin apenas brillo, contó con la emotiva despedida a El Cid de la plaza de Madrid, al que aficionados y toreros, como Esaú Fernández, le dieron la vuelta al ruedo y sacaron a hombros por la puerta de cuadrillas en un afortunado y cariñoso adiós venteño.

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