El castañazo brutal de un 'cuadri'
Javier Castaño, que sufrió una voltereta terrible por el segundo toro, fue ingresado en una clínica tras realizar una buena faena · Rafaelillo y Bolívar no consiguen imponerse a una seria corrida de Cuadri
GANADERÍA: Toros de Cuadri, bien presentados, hondos, con cuajo, serios, de gran romana -a excepción de tercero y sexto, todos pasaron de los 660 kilos-. Los astados lidiados como primero, quinto y sexto fueron ovacionados en el arrastre. TOREROS: Rafael Rubio 'Rafaelillo', de frambuesa y oro. Dos pinchazos, casi entera y descabello (silencio tras aviso). En el cuarto, tres pinchazos y dos descabellos (pitos). En el sexto, estocada (silencio). Javier Castaño, de azul y oro. Tres pinchazos, estocada y tres descabellos (palmas). No pudo estoquear su segundo por una terrorífica voltereta, que le dañó las cervicales. Luis Bolívar, de verde y oro. Pinchazo y estocada (silencio). En el quinto, estocada corta con derrame (protestas). INCIDENCIAS: Plaza de toros de Las Ventas. Viernes 1 de junio de 2012. Casi lleno. El mayoral de Cuadri saludó al terminó del festejo en correspondencia a una cerrada ovación. Javier Castaño, tras ser atendido en la enfermería de "traumatismo craneal y cervical, con conmoción cerebral, de pronóstico reservado pendiente de estudio radiológico", fue enviado a una clínica donde al cierre de esta edición le realizaban un exhaustivo estudio radiológico.
El público de Las Ventas, ayuno de buenos resultados artísticos en una feria muy pobre, llegó con hambre a Las Ventas para disfrutar con Javier Castaño, quien el pasado miércoles dio un recital como lidiador. Todos esperaban la ratificación de un torero veterano que estuvo a punto de arrojar la toalla y que ha retornado con una gran ambición. Pero el espectáculo sufrió una sacudida brutal cuando el frondoso Castaño coronado de valor fue prácticamente engullido por la arena de Las Ventas. El torero, como un recio árbol, a punto estuvo de partirse el cuello, en una voltereta terrorífica. Los toros de Cuadri, en su papel, serios y hondos, no permitieron errores de ningún tipo.
Castaño recibió al enorme y corniabierto segundo con buenos lances a la verónica. El toro hizo una pelea a menos en varas. Increíblemente, el torero perdió la cara al toro, mirando al callejón y haciendo ademán con la mano derecha para solicitar la petición del cambio de tercio. Y Aragonés, un tren de 618 kilos, musculado, tomó la vía a una velocidad más que respetable y lanzó por los aires, como si fuera un pelele, al torero, que cayó de cabeza, doblándose el cuello. Nos vino la imagen de aquella cogida de Julio Robles, por la que quedó atado a una silla de ruedas. Lívido, como si ese Castaño fuera otro, con la mirada perdida y desmadejado, se lo llevaron conmocionado. En el callejón, como único remedio: agua. Increíblemente, tras el tercio de banderillas, Castaño pisaba de nuevo el ruedo. Brindis al público. En los medios, inició la faena aprovechando la inercia del burel, sin clase. Con la derecha atemperó las embestidas en tres tandas en las que contra la violencia y los testarazos opuso firmeza y temple. Con la izquierda brilló en algunos naturales. Al término de la faena, el toro parecía mejor. Pero el diestro no estuvo acertado con los aceros. Recibió unas pírricas palmas. Porque además, con una casta extraordinaria, se negó a pasar de inmediato a la enfermería. Lo hizo en el siguiente toro porque no se tenía en pie. El doctor Máximo García Padrós lo envió a una clínica madrileña para un exhaustivo estudio radiológico de las cervicales.
La tarde, por tanto, quedó en un mano a mano entre Rafaelillo y Luis Bolívar. Rafaelillo, con el hondo primero, en el tipo de la casa, no había llegado a acoplarse. Al pegajoso y peligroso cuarto, sin opciones al lucimiento, lo macheteó entre las protestas del público. Y con el sexto, el más manejable, no pasó de algunos muletazos aislados muy meritorios, sin que el murciano llegara a convencer al público.
Luis Bolívar, que por cierto actuó con el dedo anular de la mano izquierda fracturado, no estuvo muy fino y el público se lo reprochó. Con el tercero, que embistió bien por el derecho, concretó tres tandas desiguales. Por el izquierdo quedó inédito. Ante el quinto, comenzó una faena con dos series diestras de buen tono. Pero la labor fue perdiendo intensidad y el público volvió a decantarse por el toro.
El público se puso siempre de parte de los cuadris. Incluso, por momentos, de manera precipitada. El respetable no fue precisamente blando con dos toreros que pechan con corridas duras, de las que ninguna figura quiere ni oír hablar de ellas. Y dedicó, al cierre de la función, una ovación cerrada al mayoral de Cuadri, quien correspondió con un tímido saludo desde los tercios. Para entonces, algunos ya habían olvidado el castañazo brutal que un cuadri le había atizado a Javier Castaño, quien se salvó milagrosamente de una tragedia.
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