La tarde más esperada fue la peor

madrid | vigésimosexto festejo de san isidro

El envío del jiennense Román Sorando fue un dechado de mansedumbre que se las avió cargándose la corrida toro a toro

Urdiales, Ortega y Aguado se encontraron sin opción

Madrid esperaba con mucha expectación al trianero Juan Ortega, pero su lote no era propicio y aquí lo vemos tanteando al muy manso ‘Tonoso II’.
Madrid esperaba con mucha expectación al trianero Juan Ortega, pero su lote no era propicio y aquí lo vemos tanteando al muy manso ‘Tonoso II’. / Fernando Alvarado / Efe
Luis Carlos Peris

08 de junio 2024 - 22:52

Ficha

Plaza de toros de Las Ventas de Madrid

Ganadería: Seis toros de Román Sorando, desiguales de presentación y sin una gota de bravura. Tercero y sexto fueron devueltos por invalidez siendo sustituidos por un cinqueño de José Vázquez y una mole de Montalvo con juego similar a los titulares.

TOREROS: Diego Urdiales, de caña y azabache, silencio en ambos. Juan Ortega, de verde y oro, silencio en los dos. Pablo Aguado, de catafalco y plata, silencio y pitos.

CUADRILLAS: Destacaron Juan Sierra con el capote y Juan Francisco Peña a caballo.

INCIDENCIAS: Corrida Homenaje por el 200 aniversario de la Policía Nacional y vigesimosexta de la Feria de San Isidro en tarde nublada y de agradable temperatura. Casi lleno. Tras el paseíllo hubo minuto de silencio por los policías caídos, seguido de la Marcha Real.

ESTO va buscando las tablas y nos llegaba la corrida más esperada. Una terna de toreros artistas muy esperados en Madrid y que se toparon con un encierro ilidiable de la ganadería jiennense de Román Sorando. Era esta corrida la gran esperanza del aficionado, pero indiscutiblemente resultó la peor de cuantas han compuesto un San Isidro que no ha brillado lo que se esperaba. Tiempo hacía que no veíamos una corrida más mala, con un encierro de presentación muy desigual y un juego que mostraba cómo estaban de ayunos de raza, fuerza y bravura.

Toro tras toro, el recién salido era más manso que el anterior y así sucesivamente. El cartel elegido por el aficionado se estrellaba en su totalidad y como ejemplo hay que traer el que con tres toreros tan buenos capoteros no se ha quedado para el recuerdo un solo lance. Bueno sí, un par de verónicas de Diego Urdiales al que abrió plaza y otras dos de Pablo Aguado a Tadrilo, el primer devuelto de la tarde. Y es que en este toro, el presidente se precipitó, pues el remedio fue peor que la enfermedad, de ahí que Pablo protestase elocuentemente tan inoportuno pañuelo verde.

La corrida del jiennense Román Sorando fue un auténtico despropósito que dinamitó el cartel que más ilusionaba. Un manso superaba en mansedumbre al anterior y la tarde iba despeñándose para terminar engullida en el sumidero de la desilusión más absoluta. Este hierro de Sorando que en los sesenta era el preferido de Palomo Linares demostraba en la tarde de ayer que esa ganadería está bajo mínimos. Impropia de ser lidiada en San Isidro, para más inri colocada para una terna que necesita otra clase de toro con el que poder expresar su sentido del toreo.

De lo poco a destacar nos encontramos con este lance de Pablo Aguado al corraleado y muy viejo ‘Jaulero’.
De lo poco a destacar nos encontramos con este lance de Pablo Aguado al corraleado y muy viejo ‘Jaulero’. / Fernando Alvarado / Efe

Fue como mandar al anonimato a tres toreros de los que verdaderamente ilusionan al aficionado y entremos en materia para intentar explicar cuál fue el rol desempeñado por Diego, Juan y Pablo. El riojano recibió a Cacereño, primero de la tarde con unas verónicas muy acompasadas a un toro que no humilla. En la muleta procede el toreo a media altura y Diego saca algún que otro natural, pero siempre de uno en uno. A media altura y de uno en uno se traduce en cero emoción, en una transmisión que sólo suele ser hija de la ligazón.

Con Escritor, su segundo, Diego fue desesperándose tras unos doblones llenos de torería a un toro de embestidas tan irregulares como violentas. Muy firme el torero, muy por encima de las condiciones de un toro que con genio tapaba su falta de clase, Diego tragó en unos naturales voluntariosos, se atascó con los aceros y se fue de San Isidro entre silencios.

Fue una tarde de balances silenciosos y de decepciones. Decepción tremenda la de Juan Ortega con dos toros imposibles. Su primero atendía por Tonoso II y era un feo cinqueño que huía de su sombra, del caballo y de los avíos que le presentaba Ortega. Decididamente, el toro no quería pelea y si uno no quiere, dos no pelean. En su segundo, un protestado jabonero llamado Prestillero, no pudo ni siquiera intentar una sola verónica y cuando inició la faena apoyado en la barrera para recibirlo por alto, el semoviente se derrumbó y ahí se acabó el San Isidro del muy esperado Juan Ortega.

Lo de Pablo Aguado fue peor, ya que el presidente lo perjudicó sacando el pañuelo verde antes de tiempo, lo que provocó el enfado del sevillano. Salió en su lugar Jaulero, de José Vázquez, que lleva de sobrero desde el inicio y que está a punto de cumplir los seis años. Con cara de viejo y muy corraleado, aquello era una misión imposible que Pablo saldó estando por encima del toro. También devolvieron al corral a su segundo y salió uno de Montalvo llamado Romano y que también conoce los corrales venteños. Esconde su mansedumbre con genio que se acentúa en un acoso que no terminó en derribo del torero por suerte. Tras unos doblones muy toreros, Pablo opta machetear e ir por la espada. Y con el ruedo plagado de almohadillas, la tarde que más ilusionaba se confirmó como la peor de un San Isidro que no pasará a la historia.

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