Las Ventas | Trigésima segunda corrida de la Feria de San Isidro

El viento se suma a un festejo gris

  • Morenito de Aranda, Pepe Moral y José Garrido, con lagunas ante sus lotes, se marchan de vacío en una corrida de Fuente Ymbro, de juego desigual; remendada con un sobrero de Conde de Mayalde, sin clase

El sevillano Pepe Moral en un derechazo a su primer toro.

El sevillano Pepe Moral en un derechazo a su primer toro. / Fernando Alvarado / Efe

De nuevo el viento presente en Las Ventas, una inclemencia que incidió en la lidia y condicionó la elección de los terrenos por parte de los toreros. La corrida de Fuente Ymbro, de desiguales hechuras y juego; siendo el mejor el quinto. Estuvo remendada por un sobrero de Conde de Mayalde, muy voluminoso, que repetía, aunque sin clase. Morenito de Aranda, Pepe Moral y José Garrido se marcharon de vacío en un festejo grisáceo en el que evidenciaron bastantes lagunas.

Morenito de Aranda, con actitud, dejó algunos destellos de su torería. Le echó agallas el burgalés en el recibo ante el que abrió plaza, un cinqueño a punto de cumplir los seis años, que salió distraído y puso en apuros al torero en una larga cambiada de rodillas frente a toriles, en la que tuvo que volar el capote al tiempo que se levantaba. Morenito, buscando al huidizo animal, que además rebrincó en los comienzos de la faena, extrajo muletazos sueltos y remates con clase.

El castaño cuarto, cuesta arriba, tuvo como mayor virtud la movilidad, aunque soltaba la cara en el tercer muletazo. Morenito de Aranda, que se lució en un quite por verónicas de manos bajas, no consiguió rematar una faena en la que lo más interesante lo alcanzó en una tanda al natural.

Pepe Moral, desacertado en su lote, se las vio en primer lugar con el alto segundo, que se dejó pegar y embistió bien por el pitón derecho, aunque fue a menos. El palaciego logró una buena tanda inicial en una labor en la que pareció incomodado por el viento y que en su conjunto resultó mecánica.

Moral apostó fuerte en el quinto, con mucha leña y un buen toro. Se fue a los medios en medio de un vendaval. Tras un inicio a pies juntos, tuvo que cerrar al astado en los tercios. El toro resultó pronto y repetidor y el sevillano realizó una labor desceñida en la que el público le recriminó momentos dubitativos.

José Garrido tampoco logró acoplarse a su lote. Ante el astifino tercero realizó una faena muy extensa y desigual. El pacense, con quietud, logró lo mejor en un par de series con ligazón con la diestra en las que sometió al animal que embestía mejor por ese pitón.

El sexto fue devuelto por su flojedad. En su lugar saltó un sobrero, corraleado, con el hierro de Conde de Mayalde, castaño, a cinco kilos de los seiscientos, un mastodonte, que repetía, aunque sin clase. Garrido, en un trasteo molestado por el viento, brilló en un par de naturales. Un viento que se sumó a un festejo gris.

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