Diario de una gran hazaña | Capítulo 39 (18 de enero de 1521)

El hambre y la sed empiezan a hacer estragos en la flota de Magallanes

  • Tras más de 50 días surcando el Pacífico, la tripulación empieza a debilitarse a pasos agigantados ante la falta de alimentos

  • La nao 'Victoria' suma dos fallecidos más durante este mes de enero

La cosa empieza a ponerse fea, muy fea. La travesía de la flota de las Especias por el Océano Pacífico, que ha superado ya los 50 días, pasó de la alegría inicial a la incertidumbre y ahora se está tornando en algo que cada vez se parece más a un martirio. Y todo por culpa del hambre. Es verdad que también influye la sed, que se va acrecentando, pero el problema del hambre empieza a adquirir unos tintes dramáticos e incluso trágicos.

Pero recapitulemos un poco. La expedición de la Armada española que capitanea el almirante portugués Fernando de Magallanes, y que busca la Especiería navegando siempre hacia el oeste, desembocó en el Océano Pacífico el pasado 27 de noviembre, hace hoy por tanto 52 días. Ello se logró después de muchos meses buscando ese paso marítimo que une los dos océanos.

Las primeras semanas de navegación por este nuevo mar fueron un regalo, con buen clima, viento a favor, las tres naos supervivientes con la proa puesta siempre hacia el norte y teniendo en todo momento a estribor la costa americana, que se convertía así en una especie de refugio moral en el caso de que hubiera algún percance.

Pero esa alegría general se tornó en incertidumbre cuando hace ahora exactamente un mes Magallanes ordenaba poner rumbo oeste alternándolo a veces con noroeste, alejándose cada vez más de la costa chilena y sin que nadie sepa aún el motivo real de esa variación. Eso sí, lo único que se sabe es que aún queda mucho camino por delante, y es que las islas Molucas están situadas a la altura del ecuador, y eso queda aún bastante lejos de la latitud por la que navegan ahora la Trinidad, la Victoria y la Concepción.

Esa intranquilidad, sin embargo, ha pasado ahora a un segundo plano ante la escasez cada vez más alarmante de alimentos. La comida hace ya tiempo que empezó a ser racionada entre la tripulación, pero lo peor es que lo poco que va quedando empieza incluso a pudrirse. Tampoco el agua potable que está almacenada sabe ya a agua porque sobre ella flotan ya muchas inmundicias debido al mal estado de las maderas de los toneles tras tanto tiempo de uso.

Pero el ruido de las tripas esconde un temor mucho mayor y es que el hambre reinante traiga de la mano enfermedades indeseables. La más habitual en estos casos es el escorbuto, pero a veces la situación se complica tanto que aparecen otros males temibles como el tifus o la fiebre amarilla.

Y no hay que olvidar que este hambre creciente empieza a cebarse en una expedición en la que muchos marineros están enfermos o muy débiles tras no poder recuperarse totalmente del frío brutal que tuvieron que soportar durante la invernada de más de seis meses en la Patagonia. Es decir, que para algunos de los miembros de esta tripulación llueve ahora sobre mojado.

De momento, en estos 52 días de navegación por el Pacífico ya ha habido que lamentar cinco fallecimientos, lo que deja la tripulación actual en unos 165 hombres. Las dos últimas muertes han tenido lugar en estas dos semanas y pico que llevamos de enero, con la pérdida de un herrero sevillano y un grumete gallego. Curiosamente todos los fallecimientos se están produciendo a bordo de la nao Victoria, en cuyas bodegas han sido reubicados los marineros que presentan un peor estado de salud.

Tras más de un mes sin divisar tierra las esperanzas de la tripulación están en encontrar aunque sea un mísero islote en el que fondear y donde poder aprovisionarse de frutas, hierbas comestibles o, ya puestos a pedir, algún animal que aporte un mínimo de proteínas a una expedición tan maltratada físicamente. Porque la meta final, que siguen siendo las especias de las islas Molucas, está aún muy lejos.

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