Manuel Martínez, a por otros 30 años más
El comunicador y empresario celebra una gran fiesta en el chiringuito La Manuela tras tres décadas de trabajo en la radio y la televisión
Pajarito. El de La Manuela. Manolito. Manu. El de Canal Sur. El de Andaluces por el Mundo. Manuel Martínez acaba de cumplir 30 años en los medios de comunicación y lo ha celebrado como a él más le gusta: compartiendo.
Una gran fiesta el pasado viernes en su chiringuito La Manuela ha sido su modo de festejar las tres décadas que lleva como comunicador, como él mismo se define.
Empresarios, políticos, artistas, periodistas, familia y multitud de amigos quisieron acompañarlo en este día tan especial que para el protagonista empezó mal. "Creo que nadie va a venir a mi celebración", pensaba por la mañana mientras trabajaba.
Bendita inocencia la de Manuel. El mismo que te escribe un mensaje para ofrecerte su ayuda, si sabe que lo estás pasando mal. El que llegó a la radio de Lebrija "preguntándolo cómo se hacía absolutamente todo". O el que se fue a Londres un año y estuvo trabajando en cadenas de comida rápida para aprender inglés cuando un jefe le dijo que no podía seguir en los 40 principales si no dominaba el idioma, tal como desveló Javier Benítez.
El mismo Manuel que alternaba su trabajo de escayolista con la radio hasta que Pedro Rollán se fijó en él y pensó que en televisión haría también un buen trabajo.
A la vista está que no se equivocó. Quedó con él una tarde, cosa que a Rollán no le hizo mucha gracia, pero durante la entrevista se fijó en sus manos. Fue entonces cuando se dio cuenta de que sus manos eran las de un currante.
A día de hoy lo sigue siendo. Lo mismo está micrófono en mano un domingo en Malasia, que un viernes de julio sirviendo mesas en La Manuela.
Y con la misma sonrisa que entrevista y atiende, también suelta los botellines que lleva en la mano si le pides que se haga una foto con tu suegra, que a ella le hace ilusión porque se ve todos los programas de Andaluces por el Mundo.
Manuel es un comunicador de los buenos, un emprendedor constante y, sobre todo, una BUENA PERSONA, así, en mayúsculas.
¿Cómo pensaba que nadie iría a su celebración? Porque a sus 46 años, este lebrijano residente en Chipiona y tan querido por sus excompañeros de Jerez, y por todos aquellos que lo han conocido a lo largo de los años, sigue desprendiendo humildad por los cuatro costados.
A pesar de sus muchos logros y sus numerosos negocios, Manuel tiene muy claro lo que de verdad es importante: disfrutar, pero sin olvidar de dónde viene.
Por eso agradeció emocionado su presencia a todos los que participaron en su gran fiesta: “Sois parte de mi vida, pero parte real”. Y también se dirigió a sus padres: “La Pepi y el Pepe, muchísimas gracias por haberme parido, gracias por ser mis padres, que me lo habéis dado todo y una educación lindísima, que es la que hay que tener. Siempre digo que en la vida hay que ser normal y corriente, sencillo, no hay que tener egos”.
Él lo lleva a gala, sobre todo porque sabe que todo es cuestión de perspectiva: “Mi padre siempre me decía, ‘Manuel, ese tiene mucho dinero porque tiene dos parcelas’. Claro, nosotros no teníamos ni un duro. Y ahora le digo: ‘Papá, cuando me subo a un avión, las dos parcelas en los cincuenta metros ya no se ven’. Es tan grande el mundo que no tenemos nada, lo único que tenemos es nuestra vida”.
Una vida, tal como contó en su improvisado discurso, que hay que exprimir día a día y no desaprovechar: “El otro día me encontré aquí mismo a un buen amigo con 39 años, que hacía tiempo que no veía y me dijo ‘Manu, no te has enterado, ¿no? Me dio un infarto hace ocho meses…’. Eso quiere significar que si estamos aquí ahora mismo, vamos a disfrutarlo, que la barra libre está abierta y gratis, por mis cojones, y por mis grandes proveedores que me han ayudado para pagar todo esto, que es un dinerito. Gracias por acompañarme, gracias por los 30 años y que sean algunos más. Salud para todo el mundo, que es lo más importante en esta vida”.