Orgullosos pero sin puntos

Sin el Cádiz esta temporada en Segunda A y sin el morbo que supone disputar un derbi, los aficionados del Xerez, cuando se sorteó el calendario en el mes de julio, señalaron en rojo las fechas en las que se verían las caras con los 'gallitos' y, sin lugar a dudas, el Zaragoza era uno de ellos.

Quizás por eso y a pesar de la distancia que separa Jerez de Zaragoza fueron bastantes los seguidores -más de un centenar- los que se apuntaron a realizar el desplazamiento.

El día amaneció radiante en la capital del Ebro y algunos de los seguidores pasaron por el hotel de concentración del equipo para animar a técnicos y jugadores y tampoco dejaron pasar por alto la visita obligada a Nuestra Señora del Pilar. Más de uno accedió a la Basílica con su bufanda al cuello y no dudó en postrarse ante la Virgen para pedirle seguramente una ayudita por la tarde. Y es que el potencial ofensivo de los aragoneses es como para asustar al más valiente: Oliveira, Braulio, Arizmendi, Ewerthon… Casi nada.

Ya en el estadio, Doblas se convirtió en el centro de atención de los xerecistas que fueron sus compañeros y de Esteban Vigo, técnico que le tuvo a sus órdenes en la campaña 2003/2004. Calle y Viqueira también repartieron saludos entre el cuadro técnico del Zaragoza, el mismo que tuvieron en el Recre el año del ascenso a Primera.

Los aficionados del 'Kolectivo Sur' y un numeroso grupo de aficionados de la peña 'La familia y uno más' y otros de la peña 'El Kiosko', fieles como siempre, no faltaron a la cita y, ubicados en la parte alta de Preferencia, no dejaron de animar al equipo desde que saltaron a realizar el calentamiento.

Los seguidores locales, animados por los buenos resultados, acudieron en buen número y recibieron al equipo con aplausos y un mosaico en la Curva Sur, montada por el colectivo 1932, dando un ambiente impresionante a un estadio que tiene los días contados pero en el que se respira sabor a buen fútbol por cualquier esquina, no en balde ha vivido más un encuentro histórico.

El partido lo vivieron intensamente, disfrutaron con los aciertos de su equipo y sufrieron con los goles del rival, un equipo que demostró que cuando se tienen delanteros como Oliveira o Ewerthon los errores cuestan mucho más.