Jerez

Leyendas de un Jerez desconocido

  • Una casa cuna en la calle Carne, secretos del conocido 'Rincón Malillo' y cadenas en los palacios donde dormía un rey son algunas de las historias que el historiador Antonio Mariscal cuenta en estas páginas

 Historias de grandes caballeros, de visitas reales y una 'alcaldeisa' con ingenio que supo enfrentarse al ejército musulmán. Cada rincón del casco histórico de la ciudad guarda secretos y leyendas que pocos jerezanos conocen y que van dibujando peculiares escenarios de los que la memoria ya no guarda recuerdos. En estas líneas el lector paseará por el centro de un Jerez misterioso cuya ruta comienza en la Puerta Nueva de la Porvera.

Abierta en la muralla en 1500, en su torreón habitaba el verdugo de la ciudad y en la casa adosada al mismo vivía el 'Saludador'. El historiador Antonio Mariscal Trujillo declara que este personaje, que "solía tener bastante clientela", curaba los males con su aliento y su saliva. Uno de los nombres de los que hay constancia es el de Diego Bracamonte, un 'saludador' que en el siglo XVI tuvo gran fama por sus curaciones aunque se vio obligado a huir precipitadamente de Jerez para no ser quemado en la hoguera por haber fallado su medicina con la hija del Corregidor en vísperas de la boda de ésta. "Parece ser que a la novia no sólo no le desaparecieron unos feos barrillos que tenía en la cara, sino que le salieron muchos más después del tratamiento", cuenta Trujillo. 

Dejando atrás Puerta Nueva se entra en el recinto amurallado, el Jerez islámico por calle Doctor Mercado para luego girar para Florinda. "Casi todo el recorrido discurre por un trazado de rancio sabor almohade y si pudiéramos superponer un plano actual con el de la antigua ciudad islámica casi coincidiría", apunta Mariscal. Son un dédalo de calles estrechas y de suaves curvas por las que se van descubriendo a medida que anda los entresijos del casco histórico. 

En la plaza de las Cocheras el historiador jerezano hace hincapié en una construcción que es una de las antiguas bodegas de Jerez del siglo XVIII. Al contrario que las grandes bodegas-catedrales del XIX, ésta se caracteriza por poseer dos plantas, la baja con fuertes techos abovedados sostenidos por columnas de granito en la que se almacenaba el vino; y en la superior con techo a dos aguas y vigas de madera en la que se guardaba el trigo y otros cereales. El nombre de Cocheras proviene de que aquí se guardaban coches, primero de caballos y luego de motor, pero eso sí fúnebres.

'Porque mi padre y mi madre me abandonaron, el Señor me recogió'. Esta frase se puede leer en una lápida antes de acabar la calle Carne en el que durante muchos años fue un convento de clausura. Gracias al conocido 'torno de la casa cuna' las madres que no querían o podían hacerse cargos de sus bebés lo depositaban en esta 'ventana' y así dejarlos a cargo de las monjas. A la llamada de una campanilla acudía una de las hermanas y el pequeño era depositado en el torno giratorio y quedaba en poder de las monjas sin que éstas preguntaran nada. Según Mariscal, alguno niños podían llevar incluso cosido a su ropa una nota en la que decía: "Se llama José y cuando pueda volveré a recogerlo" .

La próxima parada es la calle Francos, vía principal del Jerez medieval a la que llegó una serie de familias de comerciantes que tenían franquicias o excepción de impuestos para promover el comercio en la ciudad tras la reconquista. Y de Francos a Chancillería. 

Esta calle fue hasta la conquista de Granada en 1492 sede del Alto tribunal de Apelación de Castilla, algo equivalente al actual Tribunal Supremo, establecido aquí en 1469 por el rey Enrique IV. Pero esta céntrica vía no sólo es importante por albergar el más alto poder judicial, sino porque aquí se encuentra la iglesia de Las Reparadoras. "Es una auténtica sinfonía de ladrillos finos de estilo neomudéjar, obra del arquitecto sevillano Aurelio Gómez Millán y una de las mejores obras religiosas construidas en nuestra ciudad durante todo el siglo XX", reconoce Antonio Mariscal. La iglesia fue inaugurada en 1942 y costeada íntegramente por una de sus religiosas, María Pepa Domecq Núñez de Villavicencio con la fortuna que en herencia le dejó su padre, Pedro Domecq Lustau.

En la plaza San Juan se levanta el palacio de los marqueses de Asta, construido en el siglo XVI y remodelado en el XVIII. Actualmente alberga las actividades del Centro Andaluz de Flamenco pero desde finales del siglo XIX fue habitado por la familia bodeguera Pemartín. Muchos lo desconocen, pero un miembro de esta familia, el escritor Julián Pemartín Sanjuán, compuso un famoso cuento titulado 'Garbancito de la Mancha', llevado al cine en los años cincuenta del pasado siglo en una versión de animación realizada en Barcelona, siendo la primera película de dibujos que se hizo en Europa. Ahí es nada. 

Dejando atrás la plaza pero paseando por la vía con el mismo nombre hay que detenerse en el templo de San Juan de los Caballeros, una de las seis parroquias que erigió el rey Alfonso X el Sabio en 1264 tras la reconquista definitiva de la ciudad y su incorporación definitiva a los dominios castellanos. Mariscal se anima y cuenta que aquí sucedió un hecho notable en 1285 cuando ante un terrible cerco impuesto a la ciudad por un ejército musulmán, en una de sus capillas, desde entonces llamada de 'La Jura', los Caballeros Veinticuatro se reunieron y juraron defender Jerez hasta la muerte y, con la sangre de los caballeros Domingo Mateo Amaya y Gonzalo Núñez de Villavicencio escribieron un pergamino pidiendo a ayuda al rey Sancho IV el Bravo. Ésta llegó a tiempo y se pudo librar a la ciudad del asedio. 

Muy cerca de San Juan está la calle Ponce de León, una pequeña plaza rodeada por el conocido comedor El Salvador y un convento de clausura. Mariscal Trujillo señala que, por primera y última vez, en 1820 las monjas se revelaron contra la madre superiora, le quitaron el báculo y las llaves de convento y de noche salieron en procesión hasta la Catedral, donde se refugiaron durante un año. Pero no sólo hay que fijarse en el convento sino que al levantar la mirada hacia la calle Juana de Dios Lacoste se puede contemplar un maravilloso balcón renacentista en la esquina del comedor. Dicen que el relieve es un libro abierto con el que se 'adornaba' las salidas al balcón de las señoras de la casa.

De la 'lucha a sangre' en San Juan y las vistas desde El Salvador, se pasa a la calle Justicia, nombre que se debe a que en esta vía tuvo su sede hasta 1541 la Casa de la Justicia, así como el Corregidor y Justicia Mayor de la ciudad. Al frente se ve una angosta y regular calle denominada Alcaidesa. Pero, ¿quién fue esta alcaidesa? La historia no revela su nombre, sólo dice que era una mujer sabia y prudente, esposa del alcaide Simón de Cameros. El historiador jerezano Antonio Mariscal se para al inicio de la calle y cuenta que en el otoño de 1352 un poderoso ejército musulmán procedente de Granada puso cerco a la ciudad con el ánimo de asaltarla y saquearla. El alcaide había muerto hacía poco tiempo y al cargo de la defensa de la ciudad se encontraba su esposa, la alcaidesa. Al no tener en esos momentos tropa con la que proceder a la defensa, a esta señora no se le ocurrió otra cosa que reunir todo el ganado que había en la ciudad y ordenar que en las colas de caballos, asnos y mulos le fueran atadas pieles procedentes de las curtidurías, y a las vacas, bueyes y toros se les pusiesen telas impregnadas de sebo en sus cuernos. 

De esta manera estos animales guiados por viejos y jóvenes, que eran los únicos hombres que quedaban disponibles al tener en ese momento la tropa luchando con el rey, partieron hasta la orilla del río Guadalete cerca de donde tenía su campamento la morisma.

Mientras tanto, en el silencio de la noche y a los pies del Alcázar, un ruido de tropa alarmó a los defensores de la muralla que avisaron a la Alcaidesa rogándole que entregara voluntariamente lo que por la fuerza iban a tomar los moros. "En esto, una voz se alza y dice: '¡Ah de los hombres buenos, Córdoba por Jerez!'. Era la caballería cordobesa que venía en auxilio de la ciudad que después se dirigió a toda prisa al campamento moro", relata Mariscal. Un poco antes de llegar los cordobeses, los jerezanos habían provocado una estampida con el ganado haciendo a la vez sonar cacharros, tambores y trompetas. Ello, junto a la nube de polvo provocada por el arrastre de las pieles y las teas encendidas de aquellos animales corriendo enloquecidos, aterrorizaron a los invasores al creer que un gran ejército se les venía encima. "Al tratar de huir se encontraron de cara con la caballería cordobesa y fue una gran victoria. Desde entonces se conoce aquella batalla como la de 'los Cueros' o 'Matanzuela'.

El siguiente enclave de esta ruta es la plaza del Mercado, corazón del Jerez medieval presidido por las ruinas del denominado palacio de Riquelme. Este foro, centro de la vida comercial, cotidiana y festiva al igual que la del Arenal, fue testigo de acontecimientos relevantes de la ciudad. Aquí, por ejemplo, cuenta el historiador jerezano, que los Reyes Católicos presenciaron un espectáculo de 'toros y cañas' y que otros sucesos como la ejecución en 1884 de ocho reos convictos de pertenecer a la famosa 'Mano Negra', tuvieron como escenario esta plaza que en la época musulmana se denominó de Zarzaín. 

Pero si hablar de la plaza del Mercado es rememorar la historia, hablar del 'Rincón Malillo' es disfrutar con la leyenda. Este laberinto de callejuelas sirvió de inspiración al gran maestro Germán Álvarez Beigbeder para la creación de su bella sinfonía del mismo título. De esta zona del viejo Jerez, la tradición nos ha legado numerosas leyendas e infinidad de historias cargadas de misterio, de las que, como es normal en toda leyenda, nadie sabe ciertamente dónde está la ficción y dónde la realidad, declara Mariscal. Una de ellas dice que un caballero de nombre Luis de Montoro, jugador, pendenciero y bebedor empedernido, dio muerte con su espada a un pobre hombre que se le había cruzado en el camino, y sobre el cadáver tuvo la osadía de retar al mismísimo Satanás. Cuando lo hacía con el brazo en alto sintió un terrible dolor, viendo como le aparecía una enorme herida sangrante, por lo que horrorizado huyó hacia su cercana casa. La otra leyenda que relata el historiador jerezano se centra en que afeitándose el señor de la casa de Riquelme y teniendo ya media cara rasurada, oyó en la calle un grito de dolor. Se asomó a la ventana, vio a un hombre huir por la estrecha calle y en el suelo falleció una de sus sirvientas. El referido señor, como consecuencia de este crimen, hizo la promesa de no terminar de afeitarse hasta ver ajusticiado al asesino. El caballero permaneció varias semanas con media cara afeitada y la otra media con larga barba hasta que al fin se hizo justicia, ya que el criminal fue ahorcado en la plaza del Mercado delante de la casa de Riquelme.

Vistas de la Catedral desde la calle Ysla y la costumbre de colgar una cadena en las casas en las que había dormido algún rey, completan una ruta de misterio de un Jerez desconocido que revela un pasado con mucho más que historia.

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