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HISTORIAS del ANTIGUO tempul Los comienzos del parque zoobotánico

El hombre que vivía en el zoo...

  • ... junto a su mujer, sus tres hijos y una pequeña gorila · La curiosa vida de José María Lassaletta Delclós, primer director-conservador de El Tempul · Su casa era una fiel reproducción de una choza africana

"...Un día después volvieron los cazadores tras mucho tiempo atrapando animales en la jungla. ¿Qué nuevo animal habían capturado? En pocos minutos, apareció Nelo, un rastreador nativo que ayudaba al padre de Ana, llevando sobre su cabeza una enorme canasta de mimbre.

"Esta cesta oculta un secreto para ti", le dijo su padre. "Sólo para ti".

"¿Qué puede ser?, se preguntó la niña. "¿Un pequeño antílope?, ¿un gato de la selva?, ¿otro perro basenji como 'Kindu'?, ¿un loro?"

Cuando Nelo abrió la cesta, Ana estaba nerviosísima. De repente, gritó: "¡Un gorila!, ¡un bebé gorila!, ¡un príncipe de la jungla!"

"Este es Dula", le dijo su padre. "Los cazadores pigmeos mataron a su madre. Ahora lo cuidarás tú."

(Del libro 'Ana y Dula', de Robert Vavra, editado por Harcourt, Brace & World en 1966)

Robert Vavra era entonces un joven fotógrafo y escritor norteamericano cuyo tema favorito eran los animales. Son famosos sus libros sobre el caballo. Cuando a principios de los sesenta se encontraba realizando un reportaje sobre la marisma, descubrió la peculiar forma de vida de la familia Lassaletta en el parque zoológico de Jerez. Pasó con ellos un verano y 'transformó' los vírgenes parajes y arboleda del zoo en un enorme bosque, una densa selva. Así nació el libro 'Ana y Dula', su primer libro infantil.

Eran los primeros años del Tempul, actual zoológico. Hoy día, las cuatro paredes que encierran los más de 55.000 metros por los que se extiende el parque zoobotánico alberga infinitas historias a lo largo de sus 58 años de existencia. Miles de historias que hoy día no serían concebibles en un zoo moderno como el nuestro, pero que forman parte de la memoria de la ciudad.

Todo comenzó hace muchos, muchos años, cuando un maestro de escuela con vocación marinera, Alberto Durán Tejera, hizo carrera política en el Ayuntamiento, siendo por entonces alcalde Álvaro Domecq. Durán, hombre inquieto y polifacético, llegó a convertirse en concejal de Parques y Jardines y primer teniente de alcalde. Con buen ojo, albergaba en sus adentros la feliz idea de crear un parque zoológico y botánico sobre terrenos del bello recinto ajardinado de propiedad municipal que rodeaba a los antiguos depósitos de agua del Tempul, donde se levantaba una escuela de jardinería muy bien considerada, cuyos invernaderos eran un referente a nivel nacional.

En aquel Jerez del hambre y la posguerra, irrumpe a finales de 1957 un hombre irrepetible: Era José María Lassaletta Delclós (Barcelona, 1927-Sevilla, 1997), un naturalista y explorador con enorme experiencia en la fauna africana. Pepe Bela, antiguo empleado del zoo, ya desaparecido, logró poner en pie de su propio puño y letra un rosario de datos de la única historia que nos ha llegado y que aborda los comienzos del parque. Durán le confía a Lassaletta la dirección y conservación del zoo y, durante sus diez años en el cargo, el complejo atravesó por unos años muy prósperos. José María, un ferviente naturalista, se entregaba en su juventud a la aventura: comenzó navegando por todo el mundo en el buque-escuela 'Galatea', y a sus 21 años (1947), participó en una expedición al Sahara español hasta conseguir descender a las cuevas de las focas, que estaban recién descritas por Monod y Morales Agacino, capturando un ejemplar joven. Lassaletta había fomentado su afición a la cría de animales con una tienda que levantó junto a su hermano Luis en Barcelona, "Zoo". Luego vivió en Douala, en el Camerún francés, y viajó bastante por el bosque ecuatorial, comerciando con animales vivos. Durante los años que regentó el parque zoológico, suministró magníficos ejemplares de la selva ecuatorial, entre estos, enormes pitones y raros Cocodrilus cataphractus.

En otro de sus viajes, el conservador Lassaletta trajo hasta Jerez mandriles, papiones y muchos macacos pequeños, camellos y dos gorilas, uno grande y otro pequeño. Uno de los gorilas fue operado por el veterinario del zoo de Barcelona, el doctor Ramón Luera, que realizó la primera operación de muelas a un gorila en nuestro país. De este acontecimiento se hicieron eco todos los periódicos de la época, aunque finalmente el animal murió y fue llevado a la Facultad de Veterinaria de Córdoba. Lassaletta fue un gran aficionado a la náutica, al mar y la naturaleza. "Soñaba con el Sáhara todos los días, todos"-comenta ahora su hijo Luis-. "Yo creo que, cuando murió, mi padre lo hizo en el desierto. La calle y la ciudad le mataban".

Luis es el segundo de los tres hijos que José María tuvo con una belleza alemana, Anne Marie Simon Weirather, conocida por sus más íntimos como Nitka, de padre germano y madre italiana, una mujer amante de los animales, que hablaba varios idiomas y que conoció a su marido José María en la tienda de su hermano Luis. José María la conquistó. Cuando se encontraban viviendo en Douala, en 1954, nació su primogénita Ana, la niña de pelo rubio que se encargó de cuidar y criar a Dula. El matrimonio tuvo otros dos hijos: José María y Luis, hombres ya hechos y derechos.

Tras unos meses en Douala, Nitka cayó enferma. En el poblado hubo ceremonias y sesiones de ritos para que recobrara la salud. Pero su estado aconsejó que la niña volviera a Barcelona junto a su tío Luis. Ya recuperada, el matrimonio vivió en Bata, segunda ciudad en importancia en Guinea ecuatorial. El tiempo pasó hasta que, a finales de 1957, la familia Lassaletta se instaló en Jerez atendiendo la solicitud de Alberto Durán.

1958: Estamos en el 'monte Gurugú', la zona más elevada del parque situada tras los antiguos invernaderos. Los Lassaletta ocupan una pequeña casita que convierten en una fiel reproducción de una choza africana, rodeada de árboles y plataneras, con una gran chimenea coronada por una enorme piel de cebra. En los alrededores hay todo tipo de pieles y cuernas y, en el suelo, mullidas alfombras de pieles de animales africanos.

Además de un buen número de especies que José María logró aportar al zoo, también consiguió traer una maravillosa colección de patos silvestres y faisanes de todas las variedades. La reproducción era intensa, describe Pepe Bela, utilizando para la incubación de todo tipo de aves a las gallinas comunes cluecas y pavas reales. En 1963, recuerda el biólogo José Valverde, llevaba él como objetivo secundario traer animales, sobre todo avestruces y mohor, para el zoo de Jerez, donde había quedado con Lassaletta para reunirlos y trasladarlos a Almería y luego a Doñana.

Las relaciones con otros zoológicos del mundo eran bastante ágiles y en aquellos años hubo intercambios con zoos de Francia, Portugal, Alemania, Inglaterra, Checoslovaquia, Bélgica -donde fueron enviadas unas cigüeñas-, India, Estados Unidos (San Diego), Canadá, Brasil y África.

Otra de las personas que surtió de animales al zoo de Jerez fue, precisamente, uno de los diez hermanos que tuvo José María, Luis. Un personaje en Barcelona, Luis era explorador, cazador y zoólogo. De gran parecido con su hermano, un hombre delgado, muy alto y enjuto y con ojos de brujo, su fama se extendió por medio mundo. Un buen día, cuando regresaba de África después de siete años recorriendo el Camerún, las posesiones españolas en Guinea y Gabón, le preguntaron por el número de animales que había capturado. "Cuatro elefantes, treinta gorilas, más de cien chimpancés, tres o cuatro mil monos y miles y miles de serpientes, en su mayoría venenosas". En la entrevista, le preguntaron por una buena aventura. Luis se limitó a decir: "Ya no hay aventuras; hay latas de sardinas en el último rincón del bosque virgen. El bicho más peligroso de África es el recaudador de contribuciones".

Luis trajo al zoo de Jerez una gran colección de fauna africana: quitambos, sitatungas, gacelas dorcas, marabúes, grullas coronadas, siete enormes ejemplares de serpiente pitón y nueve cocodrilos que murieron todos a la vez, al parecer, por una fuerte bajada de temperatura. Durante aquellos días, los termómetros bajaron en Jerez a los cuatro grados bajo cero. Pero por lo que más destacaba Luis era por su afición por las serpientes venenosas. Una serpiente acabó con su vida a una edad muy temprana, los 36 años. Ocurrió a finales de 1958, cuando Luis planeaba volver a Barcelona con un puñado de especies, principalmente serpientes. La mala fortuna hizo que un temporal asolase Nigeria cuando se dirigía en lancha hacia Bata. Luis no llegó a tiempo para coger el avión que cubría el servicio con la Península. Mientras aguardaba al siguiente avión que le llevaría a Barcelona, decidió hacer una corta exploración a la mercancía. Durante la inspección, una serpiente Bitis Gabónica le mordió en la mano y la cabeza. En vano fueron todos los esfuerzos que los médicos de Bata hicieron por salvar su vida. El cráneo de la Bitis Gabónica se conserva todavía en la Estación Biológica de Doñana.

Entretanto, José María Lassaletta y familia hacían vida en la pequeña casita del 'monte Gurugú'. El biólogo Valverde, del que hablamos más arriba, acudía en ocasiones a visitar a Lassaletta. Como director de Doñana y profesor de Ciencias, se dedicaba a desenterrar animales para llevarse los esqueletos de chimpancés, hienas, marabúes, antílopes y otras especies. Lassaleta hizo un museo formado por tantanes, cuernas, aperos de un brujo, plumas, animales y plantas disecadas, recipientes de comida e instrumentos musicales. Entrar en su museo -explicaba Pepe Bela- era como vivir en otro mundo. Todo se lo llevó cuando acabó su trabajo en el parque.

Y llegó 1969. Alejandro Maldonado Gordon, un gran cetrero y amigo de Félix Rodríguez de la Fuente, ocupó el cargo de José María. Su familia lo atribuye al deseo de Durán de contar bajo esta responsabilidad con un biólogo, y no con un naturalista como era Lassaletta. José María cogió a su mujer e hijos y se trasladó a Sevilla, donde levantó una tienda de animales junto a un socio. El negocio no prosperó, aunque Lassaletta siguió ayudando en Doñana. A sus setenta años, cierto día se quejó de unos dolores de espalda, que acabaron en una parada cardíaca que le dejó fulminado.

Hoy día, ya no hay nada en el zoobotánico que recuerde a Lassaletta. Ni hay monte ni ninguna casita, ni una niña paseando de la mano de un gorila. Dula cumplió los cinco años y fue enviado al zoo británico de Chester y, con el tiempo, sus tres hijos tomaron caminos diferentes. Actualmente, Nitka vive con su hija Ana en Canarias, mientras José María y Luis trabajan en Madrid. Por desgracia, la leyenda de José María Lassaletta, ese curioso hombre que 'revolucionó' el parque de El Tempul, no continúa.

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