Ciudad

La calle del miedo

  • Vecinos de Santiago muestran su preocupación ante el aumento de la delincuencia y la droga en lugares señeros como la calle Nueva y la calle Cantarería

Hace ya bastante tiempo que Santiago perdió el esplendor de un barrio señero. El que podría ser un sustento turístico y económico para una ciudad tan castigada por el paro, es a día de hoy una zona muerta a la que los problemas se le acumulan.

La columna vertebral que sustentaba a esta flamenquísima zona de Jerez, es decir, sus calles Cantarería, Nueva, Merced y Taxdirt (o la calle La Sangre, como a muchos todavía les gusta decir) se resquebraja a pasos agigantados sin que las instituciones hagan nada para solucionarlo. Muchos de sus patios, algunos de ellos el único retal de lo que llegó a ser el epicentro del flamenco en Jerez, han sido abandonados o se encuentran en una situación ruinosa.

El paso del tiempo no ha hecho sino erosionar al barrio, en el que ni siquiera su 'corazón', la Iglesia de Santiago, tiene vida. Desde que en 2005 quedase clausurada a cal y canto, el lugar ha ido perdiendo consistencia. Previamente, el cierre del Colegio Carmen Benítez supuso otro golpe duro a la vida diaria del barrio. Así, paulatinamente, las penurias han ido llegando. La penúltima el posible cerrojazo a la Residencia militar por donde cada año desfilan miles de personas, y el último, la llegada a la zona de la droga, que ha comenzado a ganar terreno de forma rápida y considerable.

Este último hecho preocupa y de qué manera a esos vecinos que llevan toda una vida viviendo en la zona pues en determinadas calles el índice de delincuencia ha aumentado. Muchos de ellos ni siquiera quieren hablar por miedo a represalias.

Lo cierto es que si ya hace un año la calle Cantarería, por aquello del albergue, había ganado en inseguridad, como así reconocen algunos vecinos, ahora se suma también la calle Nueva.

"Ha llegado una gente que no son de Jerez, están vendiendo droga y esto se está poniendo fatal. Dicen que son un clan", admite uno de los vecinos que insiste una y otra vez en que "no vaya a salir mi nombre ni nada, yo no quiero problemas", asegura. El miedo es generalizado en plena calle donde otra de las vecinas asegura que "ya ha habido hasta redadas por droga, y eso aquí nunca ha ocurrido".

Las quejas vecinales apuntan también a que "esta gente se ha metido en algunas casas por toda la cara y ahora a ver quién las echa. Primero se metieron en la calle Carpinteros, pero ahora se han venido para acá".

Las consecuencias de toda esta situación se refleja en uno de los estandartes de la calle, la peña Los Juncales. Dice una letra de bulerías aquello de 'Qué borrachera, qué borrachera, en los Juncales, la Calle Nueva', una letra que ya es historia. Lo es porque hasta no hace mucho, la emblemática institución permanecía cerrada por un problema en uno de sus techos. "Desde que ha llegado esta gente lo han reventado todo, se han llevado las puertas de forja que había, las ventanas de hierro y todo lo que había de valor en su interior", asegura otro vecino. "Es una lástima, con la de fiestas que hemos pasado ahí....".

Si penetramos en la antigua peña, que está abierta a cal y canto, sólo encontramos aquel mítico mural existente, todo lo demás ha sido esquilmado y arrasado, parece un escenario de guerra.

Pero los robos no quedan ahí, ya que en algunas viviendas de la calle se han producido hurtos, que han encendido la voz de alarma entre el resto de vecinos. Algunos incluso se atreven a reconocer que "yo del cruce con la Calle Cantarería no paso", un detalle que pone de manifiesto el clima que se respira.

Otra de las quejas significativas es la falta de limpieza. "No veo a un barrendero aquí desde hace dos semanas", explica otro vecino, que se queja del "abandono completo que está sufriendo el barrio".

Sea como fuere, Santiago y en concreto su alma, las calles Cantarería y la calle Nueva, sufren el deterioro de una ciudad que sigue sin aprovechar sus encantos. Mientras en Granada el Albaycín es un elemento generador de recursos y empleo, en Jerez, todo lo contrario, una pena.

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