Jerez

Un palacio al mundo

  • Un paseo por el Palacio de los Guzmanes y por los millones de documentos que allí se guardan, como acto de clausura del curso de los Amigos del Archivo de Jerez

La 'escalera de los pobres' conducía a los más necesitados y enfermos a las manos amables y acogedoras de doña Carmen Maura. Enfermera militar, les daba de comer y los curaba en un pequeño dispensario. Y tal cual estaba el escenario después de la guerra, está hoy, allí, en el palacio de los duques de Medina Sidonia (el ducado más antiguo que existe en España) o Palacio de los Guzmanes, en Sanlúcar, cerca de Doñana. Y del matrimonio de aquella buena mujer y José Joaquín Álvarez de Toledo y Caro, vigésimo duque de Medina Sidonia, nació Luisa Isabel Álvarez de Toledo, vigésimo primera duquesa de Medina Sidonia. Fue ella quien dotó de nuevo de esplendor a este espacio, de hecho, brilla en 'lo más alto' de la localidad. Concedido por Fernando IV, junto con la villa de Sanlúcar de Barrameda a Alonso Pérez de Guzmán, este enclave ha pertenecido a la familia desde 1297 y se encuentra construido sobre los restos de un antiguo ribat hispanomusulmán de finales del siglo XI, arcos de cuya época se conservan aún en la cafetería. Allí, una hospedería invita al cliente a formar parte de la historia, así como a través de sus jardines, las galerías, los salones y el Archivo General de la Fundación Casa Medina Sidonia. Un conjunto que la Asociación de Amigos del Archivo de Jerez visitó días atrás como clausura del curso.

Abundantes piezas religiosas procedentes del convento de La Merced, estancias repletas de arte con tapices únicos, esculturas, cuadros, por ejemplo, de Luis de Morales 'El Divino', figuras, macetones que cuentan la vida trágica del torero El Tato... Cada salón de esta casa contiene múltiples historias fraguadas en el mundo. En la parte más antigua del palacio, la árabe, observan a la hilera de visitantes Juan de Austria, Tomasa de Palafox y su marido y cuadros en miniaturas de bellas mujeres. Un Cristo filipino de valor incalculable, una adquisición de la duquesa antes de morir, que posa sostenido por unas manos invisibles, otorga un aire extraño y ecléctico a la primera estancia del recorrido. Un museo en el que las piezas curiosas son superadas por las siguientes. Uno pierde la cuenta de lo que ha visto y de en cuántas aventuras centenarias vive de una vez.

Siguiendo siempre las alfombras, para no estropear el brillante suelo original de barro, una amable guía, de las numerosas voluntarias que tiene la Fundación, va explicando con detalle y numerosas anécdotas lo que se muestra. Como la de aquellas rejas que la XXI duquesa recuperó de un palacio que se derribó en el centro de Sevilla para hacer un gran centro comercial. La espada del primer duque de Medina Sidonia o el florete del conde de Niebla, las flechas de los indios americanos que estuvieron por aquí... San Ramón Nonato, el patrón de las parturientas, es inmortalizado en un cuadro. Un gran orador y sólo por eso le colocaron un candado en la boca cuando lo apresaron.

Un mueble de sacristía proveniente del convento mercedario sostiene unos cajoncitos en los que los monjes guardaban su purificador. Un muñeco articulado del siglo XVI le pone la nota siniestra al paseo. Una obra de arte "muy valiosa" pero que la guía confiesa, entre bromas, que siempre intenta saltarse para evitar mirarle a los ojos, porque realmente da miedo. Una imponente virgen de la Merced necesitada de restauración, amamanta al Niño. Junto a ella, un boceto de Martínez Montañés, "y mírenlo bien". Una curiosa caja fuerte de complicada apertura descansa junto a una pared.

El camino lleva a una zona en la que el noveno duque, don Gaspar, hace un salón que en un principio estuvo destinado para el juego de la pelota, y que finalmente se restauró. Hoy, como otras estancias del palacio, se cede para actos culturales. Obras de Juan de Roelas, a quien el octavo duque, Manuel Alonso, le encargó numerosas pinturas. Un comedor del siglo XVII con sillas de cuero, una mesa española, una lámpara de aceite transformada a los tiempos que corren, y un tapiz que era el 'techo' de una cama. Una Virgen de Guadalupe y muchos morteros, que la última duquesa reconvertía en ceniceros, cierran la estancia. A continuación, un salón de té se exhibe con obras del VII Duque, Alonso Pérez, quien fue comandante en jefe de la Armada Española durante la 'Armada Invencible', o el XIV Duque, don Pedro, quien con 9 años sabía hablar y escribir perfectamente latín. Fue el último Pérez de Guzmán, que pasó el ducado a Álvarez de Toledo, que ha durado hasta nuestros días. Fue el impulsor del Archivo de Medina Sidonia y también mandó poblar los pinares de la zona y de Bolonia. Sobre algunas mesitas, fotos de familia del siglo XX. Y la vigésimo primera duquesa posa en una imagen con un cigarro. Su madre pintaba y muchas de sus obras están expuestas. No era muy religiosa, pero doña Isabel sí era amante del arte y de la historia. "Se vino a Sanlúcar con 18 años e hizo en los 90 la Fundación, porque consideraba que nada de esto le pertenecía a ella y creó la hospedería como ayuda a la financiación. Ella decía que era duquesa por accidente pero ante todo, persona. Y lo demostró toda su vida en su ayuda a los demás. Le pusieron el sello de 'Duquesa Roja', pero no era política, sino defensora de los casos injustos", describe orgullosa una de las guías. Concluye la visita en una alcoba de la época, de estilo florentino. Un cuadro de Juan de Roelas, un Via Crucis del XVII, un oratorio de madera cubana y otra caja fuerte del XIV -para la que se tenían que reunir el duque y los dos secretarios para abrirla-, protagonizan la luminosa habitación.

Se acaba este viaje por la historia y comienza otro en el mismo palacio, los que cuentan los seis millones de documentos que se conservan en el Archivo General de la Fundación Casa Medina Sidonia. Documentos únicos en el mundo como 'Los diarios de Almadraba', se encuentran aquí. Es un archivo formado por varios archivos, especialmente de documentos a partir del siglo XVIII, en el que se unen varias Casas como Medina Sidonia, Vélez (Fajardo); Requesens, Montalto, Maza de Linaza y Villafranca. Un archivo nobiliario, con documentación administrativa, económica, política y jurídica, ya que estos espacios nacen al socaire del propio cargo que ejercían los señores. También hay un fondo privado, pero es lo menos.

Durante el siglo XX, hasta su reunión en Sanlúcar, el archivo ducal estuvo fragmentado y se guardaba en distintos lugares. Una parte de él, la más voluminosa, permanecía en Sanlúcar -muy probablemente la documentación administrativa de las villas del estado de Medina Sidonia y sus casas incorporadas. Otra parte se encontraba en Madrid. Este fondo madrileño, menor en volumen pero muy importante desde el punto de vista histórico y material, fue incautado en 1936 y trasladado a la Biblioteca Nacional y quizá también en parte al Archivo Histórico Nacional. Pasada la contienda civil, el archivo fue devuelto a don Joaquín Álvarez de Toledo y Caro, XX duque de Medina Sidonia, quien a su vez lo dejó en depósito en el convento de las Comendadoras de Santiago, también en la capital. En este lugar permaneció hasta 1953, fecha en que el duque lo trasladó a un guardamuebles situado en la calle Cartagena de Madrid. En diciembre de 1955 fallece don Joaquín y su hija Luisa Isabel, la XXI duquesa, en su condición de heredera universal, se hizo cargo del archivo. Lo trae a Sanlúcar, aunque en Madrid le ofrecieran mejores infraestructuras que las andaluzas. "Pero ella apostó por su tierra y aquí está. Al principio pidió ayuda para catalogarlo, pero como siempre, no las había. Así que decide catalogarlo ella misma como un deber social, para el conocimiento de la historia", relata Liliane Dahlmann, la actual presidenta de la Fundación.

Legajos ordenados en estanterías adquiridas en la Base de Rota en los años 50, un pino canadiense que viene de las cajas de embalajes donde se guardaba la maquinaria de los americanos, pone orden en un aparente caos. Documentos inscritos en un catálogo de 20 tomos fruto de la lectura de cada papel, seis millones, durante diez años. Índices escritos a mano con resúmenes muy completos que remiten de un legajo a otro. "Sólo esto se merece una tesis doctoral", añade la viuda de Luisa Isabel. La casa y el archivo están declarados Monumento Histórico Artístico (1978) y luego se creó la Fundación, "para que todos los bienes documentales y artísticos queden en un conjunto administrativo", comenta Dahlmann.

Tras unas cortinas se esconden enmarcados documentos que datan, por ejemplo, de 1207, como la concesión en pergamino a Guzmán 'El Bueno' de la villa de Vejer, a cambio de Zafra. A partir de estos privilegios se establecerían después lo que serían las almadrabas de Vejer, Conil y Zahara de los Atunes, que van a ser la gran industria pesquera de la zona, hasta bien entrado el siglo XVII. La Casa Guzmán no sólo adquiere los señoríos territoriales, sino también marítimos, y no sólo por la pesca, sino porque controlarán el Estrecho. También se habla de una carta-puebla de 1396 de la concesión de la Villa de Molina, de un periodo de últimas repoblaciones, que son disposiciones muy generosas para con los vecinos. O una concesión del título de conde Niebla a Juan Alonso Pérez de Guzmán de 1368, ya en papel. También se conserva una carta de disculpas a la villa de Niebla de este último señor por haberle querido cobrar indebidamente los impuestos a esta localidad, que estaba bajo el fuero de Alfonso X de Sevilla y estaba exenta. "Lo interesante de todos estos documentos es que además de estudiar la historia y el acontecer de los hechos, aquí vienen las primeras disposiciones jurídicas. Es la evolución del Derecho", subraya la presidenta de la Fundación Casa Medina Sidonia, que apunta que también se conservan unos 500 planos del territorio, una biblioteca con 1.800 libros antiguos desde el siglo XV al XIX y algo más de 6.000 de antes de 1959 y posteriores.

Encuadernaciones realizadas por el XIV Duque de Medina Sidonia, junto a su secretario, Salanova, que deciden catalogar el archivo, es decir, "ya eran conscientes de la importancia de esa documentación, no solo para administrar, sino para hacer historia". Muy amigo de Burriel, quien expuso los principios de paleografía y diplomática. "Un grupo de intelectuales con unos pensamientos muy adelantados. No lo encuaderna todo porque el archivo era el doble de lo que vemos. A lo largo del tiempo, un incendio en el XIX, los trasiegos de la documentación..., han hecho que se pierdan muchos legajos", apunta Dahlmann. Entre los documentos más antiguos está el fechado en 1159, de la Casa de Villafranca, que está en un latín muy castellanizado, que habla de la concesión de los diezmos de dicha villa. Se conservaban las cuentas desde 1503, "así que se podría hacer una curva de estadísticas, salarios, precios... No sólo de las cuentas privadas, sino del Estado. Sería muy interesante saber las fases cíclicas de las crisis y no cometer los mismos errores". En este bello espacio también se conservan las cartas de los pueblos del Estado, por las que se pueden conocer las relaciones internacionales, las políticas del Mediterráneo, las guerras llevadas a cabo por la Corona de Castilla... Y las cartas de la 'gente del común', el campesino, el labrador, el pescador, la prostituta, la hija que se queda embarazada..., que le escriben a los duques con el fin de pedirles ayuda, comentarles un hecho. "Ahí tenemos la vida cotidiana de Andalucía desde el siglo XVII al XIX. Podemos saber muchas de las cosas de lo que hoy somos. Es el imaginario de esta sociedad. Y eso sólo se conserva aquí".

Legajos bañados con la luz que entra por las ventanas. Se ve Doñana. Desde una amplia balconada se domina el horizonte. 'Papeles' que aspiran a convertirse en Bien Patrimonio de la Humanidad. Un trámite que Dahlmann reconoce que va "mal, porque se han cerrado los plazos de presentación y hasta dentro de dos años no se volverán a abrir. Y para ser nombrados hacen falta una serie de requisitos y estamos en ello. Lo primero, saber si este tipo documental está en cualquier otro archivo del mundo. De momento no hemos encontrado que nadie tenga esos 'Diario de almadraba'. Ahora nos quedasólo visitar un archivo de Sicilia. Y que hace falta apoyo de la Administración, porque sin ella la Fundación poco puede hacer". Un deseo de la presidenta es que las visitas al archivo sean habituales, como otra fuente de ingreso para el sustento de la Fundación, además de la hospedería y la cafetería. Es todo por la historia, "y por un sentido del deber porque esta casa, este palacio, el archivo, son un símbolo para Andalucía occidental y si no lo ven, malo. A veces estamos en el límite, pero los milagros existen".

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