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Jerez

Tres 'toreros' en el ruedo del jerez

  • Los venenciadores, protagonistas de las fiestas, asisten impotentes a las vueltas que está dando su profesión Cambian los tiempos para uno de los oficios más inalterables del vino

Son diplomáticos y educados, de buena presencia, listos para pasar revista, sencillos y sensibles. Son, en fin, los mayores artistas del vino, los magos del equilibrio, esos de puntería certera cuyo pulso se pone siempre a prueba. Son nuestros grandes embajadores del vino: los venenciadores. Y derrochan tanto arte en sus movimientos que parecieran el torero en el ruedo del jerez.

Yo creo que estos hombres y mujeres no son del común de los mortales, que están hechos de una pasta distinta al resto de los gremios. Hablan y hablan sin parar de su profesión, adoran su trabajo, rememoran sus viajes por todo el globo, guardan en su cabeza infinidad de anécdotas y aún se emocionan recordando a aquellos mayores que tanto y tanto hicieron por el oficio. Ahora, esta legión de artistas anda de celebraciones. El Ayuntamiento les ha dedicado las Fiestas de la Vendimia. Están 'in-so-por-ta-bles'. Y es una ocasión única para conocer por dónde respiran.

Por eso me he rodeado de tres figuras de esto de la venencia: Son, respetando canas, Genaro Benítez, Paco Gandón y Jesús Delgado, tres 'josetomases' juntos que conocen al dedillo los entresijos de este arte.

Mira que tuvieron tiempo para brindarle un homenaje... Pues no. Han esperado 2.500 años, ni más ni menos. Porque ya en el año 490 antes de Cristo estaba dando botes aquel efebo griego que documenta Warner Allen en su 'Historia del Vino' y que portaba un instrumento parecidísimo a nuestra venencia con la boca alargada y estrecha para sacar vino de los recipientes. Por tanto, no sólo se trata de una de las profesiones más antiguas de la Humanidad, sino que además es la única del negocio del vino que no se ha 'mecanizado' ni el progreso ha logrado orillar.

Genaro y Paco son dos vidas paralelas. Nacieron el mismo año, 1955, y comenzaron en González desde lo más abajo, desde el humilde puesto de botones, como hicieran Miguel Flores y otros muchos que, con mucho esfuerzo y trabajo, brillaron con el tiempo en puestos de relumbrón. Su trayectoria es muy similar a la de muchos trabajadores de bodega: Su padre Francisco y su abuelo Genaro trabajaron en González. "En mi casa sólo se hablaba de vino. Parecía predestinado. Recuerdo lo que llamaban el 'cuarto de referencia', donde los jóvenes sacábamos muestras de cabeceos para la exportación y verificábamos las muestras de las botas de solera y criadera, que hacíamos con la venencia. El venenciador era un arrumbador que obtenía la categoría de oficial de primera".

Tras seis meses consecutivos, Genaro comenzó a venenciar en actos oficiales, siempre siguiendo la estela de ese grande de la venencia que fue Pepe Ortega, a quien admiraba y seguía a escondidas. Genaro es gran conversador y hombre agradecido: ha querido felicitar a aquellos que se han fijado en la figura del venenciador como protagonista de la fiesta y recordar a esos grandes hombres que han llevado la venencia por el mundo. "No lo olvide -me dijo-, somos los primeros embajadores del vino de Jerez en el mundo. Y, por tanto, los que más vendemos". Porque otra cosa no, pero viajeros estos son los primeros. Con sólo veinte añitos ya estaba embocando vino en Milán. Y su hijo Alejandro, sin ir más lejos, antes venenciador, ya trabaja de comercial en Singapur para -cómo no- los González.

Francisco Gandón también vio el mundo un día de 1955 y, como Genaro, aprobó a la primera el examen de botones en la Casa del 'Tío Pepe', una especie de 'compensación' dirigida a los hijos de los trabajadores. Manuel Gandón Ramírez, su padre, fue encargado de cuadrilla en la bodega y su abuela Manuela también trabajó allí como capataza de la limpieza. Era muy joven y Paco se pirraba por el fútbol. Perdigones le siguió. Hasta que cierto día allí estaba de botones en la bodega. Mira por dónde Genaro le apoyó en todo hasta conseguirle su primer empleo fuera de la bodega, en la venta de Antonio García Archidona. Paco aún sigue en activo y su rostro es superconocido, por mucho que 'juegue' con el bigote. Ha hecho números y calcula que puede llevar una treintena de años mostrando sus habilidades por medio mundo.

¿Y quién no conoce a Jesús Delgado? Tan alto, tan delgado, tan elegante... Maestro venenciador del Consejo Regulador del vino, es hijo de uno de nuestros más grandes malabaristas de la venencia, Julio Delgado, una eminencia en estas lides junto a Pepe Ortega y 'El Niño López'. Bueno, Jesús también es empresario. Regenta la compañía 'Venencia & Imagen', que proporciona venenciadores, cortadores de jamón, reportajes gráficos y azafatas para todo evento. Hace muchos muchos años, su padre Julio le dio los trastos. Fue en los almacenes de Harrod's, en Londres. Tenía entonces 17 años. De niño ya practicaba y, con 12 años, acompañaba a su padre Julio en su tarea montando el barril y haciendo los preparativos.

Y hablamos. Y recordamos aquellos concursos laborales de las antiguas fiestas donde las cuadrillas de arrumbadores, toneleros, venenciadores y del resto de gremios de las bodegas competían en buena lid, derrochando una alta competitividad. Jesús le ha propuesto al Consejo del vino esa posibilidad de rescatar los antiguos concursos. "Puede que aún nos falte una cultura del vino, aunque ya ha entrado a nivel infantil en los colegios".

Y bien, ¿cómo debe ser el perfecto venenciador? "Un señor antes, durante y después: llegar con buen hacer, saber hacerlo y saber retirarse. Ha de ser un 'embajador' de la cultura y el arte de Jerez". Imposible dar un número siquiera cercano de venenciadores que están en activo. Las bodegas y el Consejo contaban con buenos 'artistas' que desparramaban por todo el mundo. Ahora no ocurre. Los venenciadores viajan muchísimo menos y las grandes figuras son sustituidas por nuevos aprendices que hacen un cursillo de sólo dos días en el Consejo. "¿Hace falta uno en un acto en Japón? Ahí habrá una persona que lo hará. La bodega o el Consejo ahorrará costes pero el resultado puede no ser el deseado. Me he encontrado -añade Genaro- con venenciadores que no distinguían los tipos de vino de Jerez y que resultaban poco avezados en su trabajo. O que no puedan explicar el proceso de producción de nuestros vinos. No creo que el Consejo esté velando bien por la figura del venenciador".

Cosa muy importante para el venenciador es su posición, su lugar de trabajo. La verdad es que él sólo conocerá el mejor sitio donde ponerse para escanciar vino de la bota a la copa. Genaro cuenta algunas de sus porfías con responsables de grandes superficies. "Finalmente, me coloqué en el lugar perfecto. Días antes, había llegado uno que no logró vender una botella; estaba mal situado. Por eso, cuando llegué, casi me echa el encargado. No quería más venenciadores. Se lo expliqué y le convencí. Conseguí animarle las ventas y saqué tantas botellas como las que el supermercado vendía al año".

Hablemos de estilos. En cada venenciador puede haber un estilo, pero para estos experimentados de la venencia hay dos principales: los de Julio Delgado, el hombre de Domecq, y el de Pepe Ortega, de González. Habla Genaro: "Julio tenía un estilo muy plástico, vertía despacio, con la venencia arqueada, y podía corregir sobre la marcha. El de Pepe era el de un latigazo, la lanzaba para que cayera el chorro más gordo. Usaba una venencia más rígida que la de Julio". El de Pepe era el tradicionalmente usado en la bodega cuando el capataz de chaqueta, ayudado por el aprendizón, sacaba el vino con flor o sin ella, bota a bota, para que el experto determinase su estado.

Pues sí. Insisto. Mucho parece haber de torero en estos artistas. Por ejemplo: Una tirada de vino con la varilla corvada en lo más alto y a distancia del vaso podría recordarnos una entrada a matar. La apariencia también hace mucho: pantalón negro, chaquetilla corta y sombrero de ala ancha, lo que alimenta esa leyenda de 'grandes conquistadores': "Pues yo debo ser feísimo -dice Genaro-. O es que no he encontrado nada mejor que lo que tengo en mi casa".

Les conté la hazaña de Pepe Gálvez, el capataz que enseñó a beber vino a los 'marditos roedores' de la bodega González. A sus 79 años confesó que llevaba volcadas en copas de fino cristal más de siete millones. Jesús dice que es muy posible que él haya rebasado ese número. Y Genaro no recuerda, pero si tenemos en cuenta que el hombre no paró de venenciar aquí y allá, que lo hizo también en todos los pabellones de la Expo sevillana y que dio la vuelta al mundo en menos de un mes con su venencia, la cifra sería desorbitante. "La venencia -dijo- vive más contigo que tu mujer ".

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