Jerez

Soy mormón

  • Miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cuentan qué son y qué hacen para "demostrar que aquí no tenemos secretos, las puertas están abiertas a todos los ciudadanos"

Fue chica de colegio de monjas hasta los trece años, edad en la que a Rocío le entró el gusanillo de ser también religiosa. Siempre tuvo intriga por saber qué se siente siendo hermana. En plena adolescencia conoció a los misioneros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, o lo que es lo mismo, a los mormones, y sintió "algo diferente". Encontró respuestas a las preguntas sobre Dios y las Escrituras que le habían perseguido desde muy niña. La familia al principio no entendió su fijación por esta nueva religión. "Mi caminar y la manera de mostrarles lo que hacemos les convenció", cuenta. Se bautizó mormona en 1986 y con ella, su madre. Nunca llegó a ser monja.

Son unos 360 en Jerez y tienen el objetivo de predicar el Evangelio, la Verdad de Cristo "y que la gente sepa que Dios existe". Ello lo consiguen a través del proselitismo y del servicio a la comunidad. "Entre nuestros aspectos más destacados está el fortalecimiento de la familia, porque pensamos que es fundamental, y es eterna, va más allá de la muerte. La iglesia de Jesucristo hace mucho hincapié en la importancia de mantener un hogar unido, en la comunicación entre padres e hijos. Para ello hemos instituido una actividad que se llama 'la noche de hogar', que se lleva a cabo todos lunes en cada casa y en la que padres e hijos hablan sobre cosas o problemas que son importantes para la familia", cuenta el obispo mormón Jesús Sánchez Chacón. "En cuanto al servicio a la comunidad -añade Jesús-, estamos muy interesados en ofrecer nuestra ayuda a cualquier persona que la necesite, además de a instituciones, que pueden ser ajenas a la Iglesia".

De hecho, son muchos los trabajos que se desarrollan por los mormones en la ciudad, como colaborar en ONGs como Madre Coraje, ayudar a pintar una vivienda, realizar arreglos diversos de casas de personas mayores o ciudadanos que no tengan oportunidad de hacerlo e incluso se ponen a disposición del Ayuntamiento para colaborar en lo que sea necesario. "Aprovechamos los recursos que tenemos los hermanos de la Iglesia y los ponemos a disposición de los que los necesitan pero sin llamar la atención, no vamos diciendo que hemos hecho tal o cual", cuenta Chacón, que explica que a la hora de ofrecer esto servicios "existe un miedo generalizado de la gente porque piensa que queremos captar feligreses. No. Hacemos estos trabajos porque queremos y cuando ayudamos a los demás los primeros beneficiados somos nosotros".

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días "está reconocida por el Ministerio de Justicia como una iglesia más, con todos sus parámetros legales". Aunque se inicia en Estados Unidos por Joseph Smith allá por 1830, a España llega en los años 70 del pasado siglo y después de la muerte de Franco, se legaliza. " A partir de aquí la verdad es que hemos crecido mucho y ya tenemos estacas o diócesis en Bilbao, Valencia, Elche, Barcelona, Madrid, Sevilla y Cádiz (en Jerez) aunque tenemos unidades en distintas poblaciones más pequeñas". En España hay unos 33.000 miembros y en la provincia 3.000. En Jerez llevan más de 30 años.

No les gusta que les llamen mormones en tono despectivo, piden un tono "normal" porque ellos creen en el Libro de Mormón y de ahí viene el nombre. Conviven diariamente con el calificativo de "secta", "sí, nos han llamado muchas veces así", comenta el obispo, que lo achaca "al desconocimiento de las personas. Sí somos sectarios en número, pero no en el sentido de hacer el mal. Aquí no se esconde nada, nada es oculto, nada es secreto y las puertas están abiertas a todas las personas".

Y los conocerán ustedes por la calle, esos chicos jóvenes con camisa blanca impoluta, elegante corbata y sus nombres en una tarjeta colgada de la solapa. Son los llamados misioneros, los encargados de acercarse a los ciudadanos, "pero no con el único objetivo de buscar feligreses, sino simplemente a veces tan sólo de charlar. Aunque nosotros también predicamos, los que no tenemos la labor misionera, que no sólo se hace hablando, sino también actuando", aclara Jesús. Estos jóvenes se dedican a esta labor misionera durante dos años y las mujeres un año y medio. Dejan sus casas, estudios, parejas, trabajos y salen a predicar. Normalmente son feligreses de fuera, "de ahí que parezca que esta iglesia es exclusivamente extranjera. Pero es que los españoles también se van a otros países a desempeñar esta función. Yo lo hice, es una experiencia maravillosa. Nos levantamos muy tempranos, nos estudiamos las Escrituras y..., a la calle. Me he parado con cualquier persona, incluso con las que he visto necesitadas, aunque no todo el mundo escucha. Al principio genera algo de rechazo. Pero sí he visto que la gente necesita hablar y ser escuchado. Y de la misión me han salido amigos para toda la vida y muchos de ellos no están bautizados aquí", cuenta Rocío Vázquez, encargada de los Asuntos Públicos de la Iglesia, es decir, de "mostrarle a la gente quiénes somos y qué hacemos".

La Iglesia está organiza tipo Antiguo Testamento, es decir, hay una jerarquía en la cual los domingos se celebran reuniones a las que asisten todos los miembros. Luego se imparten clases particulares por separado, jóvenes por un lado, hombres y mujeres por otro. Educación en el hogar, cómo ser mejores madres y esposos, cómo preservar alimentos en tiempos de crisis, cursos de autoempleo dirigidos a parados, además de actividades sociales y recreativas, tienen lugar a lo largo de la semana. "A los jóvenes sí que les involucramos en el servicio y hacemos incluso viajes a casas de misericordia u orfanatos para que trabajen con niños y colaboren en el mantenimiento de dicho hogar. Es algo que recuerdan con mucho cariño cuando regresan", asegura el obispo. "Los más jovencitos, de 14 a 18 años, vienen a las siete de la mañana, les enseño las Escrituras y luego se marchan al Instituto. Vienen con mucha fuerza. Tanta que me sorprenden a mí misma", cuenta Pilar Acosta, maestra de seminario.

Aquí ni se fuma ni se bebe y este cambio, para las personas que entran nuevas, "es para muchas un verdadero drama. Pero tenemos programas para superar adicciones también". Dice Jesús que de esta Iglesia no se expulsa a nadie, "nunca, pero se le pueden quitar los derechos como miembro". El obispo pone como ejemplo "extremo" el adulterio. Se reúne un consejo de doce personas, seis defienden al 'acusado' y las otras seis le explican por qué se ha tomado esa decisión. "Pero estos juicios son tribunales de amor, pero al 'acusado' se le ayuda a que reconduzca y recupere su vida y que esa persona vuelva a entrar en el camino del Señor. Pasa un tiempo de arrepentimiento, pero no se le echa. Pero te estoy poniendo el ejemplo más extremo", puntualiza Jesús, que insiste en que ocurren estas cosas "porque no somos perfectos. Nunca abandonamos a nadie, incluso si alguien se sale, seguimos pendientes de esas personas. Siguen siendo amigos. La Iglesia nos enseña a preocuparnos por todos". "Pero bueno, que nosotros nos divertimos mucho, eh, que no somos raros. También hacemos nuestras fiestas en verano, Navidad..., aunque sin alcohol", asegura.

El diezmo, tal como en las Escrituras, es la manera que tiene esta Iglesia de financiarse. Un diez por ciento del sueldo de los feligreses. Aunque no es una obligación, sí resta privilegios si no se entrega, "pero nunca se dejará de ser parte de la Iglesia por no hacerlo. No recibimos dinero de ninguna institución y la única manera de mantenerse es ésta, sobre todo, si parte de este dinero es para ayudar a los demás. Es otra manera de no ser egoístas", asegura Jesús.

A Jesús no le gusta hablar de diferencias entra su religión y las otras. "Respetamos y de hecho admiramos a cualquier persona que quiera llegar a Cristo de la manera que lo desee. Lo que hacemos es enseñar el Evangelio en el que nosotros creemos y las personas no ven esas diferencias. No nos detenemos en buscarlas. Pero sí es cierto, que tenemos muchas cosas que nos unen a la Iglesia Católica". Rocío añade que la diferencia con la religión cristiana está más en los sentimientos, "porque aquí me siento tranquila y también soy Iglesia, tal como lo hacía Jesucristo, no hacemos nada diferente a lo que él enseñó. Quería estar donde está la Verdad y para mí está aquí".

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