Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

Invierta, invierta

AYER soñé con el ministro de Economía y Competitividad, don Luis de Guindos. Íbamos los dos en un barco que parecía un yate y el señor ministro me decía: "Invierta, invierta". El sueño era placentero, porque el mar estaba en calma y lucía el sol y la brisa era fresca y la vida parecía sonreírnos. Pero de pronto se empezaba a oír un ruido extraño, y como ocurre en los sueños, la escena cambiaba de golpe y ya no estábamos en un yate ni hacía buen tiempo, y ya no éramos sólo dos personas -el ministro de Economía y yo-, sino que éramos muchas más y todas estábamos cantando o gritando "Uno, dos, uno, dos, uno, dos", porque ahora estábamos amarrados a un banco e íbamos remando como los galeotes de Ben-Hur en una especie de bodega oscura, "Uno, dos, uno, dos".

Y mientras tanto el señor ministro de Economía se paseaba por la bodega luciendo una de sus hermosas corbatas de color berenjena radiactiva. De vez en cuando inclinaba hacia nosotros su calva de patricio romano, que parecía recién abrillantada, y nos sonreía con gran cortesía, como si estuviera participando en una de esas cumbres de dirigentes de la economía que se celebran en Davos o en Nueva York. Y entonces, como si nos confesara un secreto que no le había revelado a nadie, nos susurraba esas dos palabras mágicas: "Invierta, invierta". Pero nosotros no podíamos hacerle caso, porque estábamos demasiado concentrados en remar y sudábamos por el esfuerzo y seguíamos cantando, o gritando o aullando -porque eso tampoco estaba muy claro-, "Uno, dos, uno, dos", ese ruido de fondo sincronizado que sonaba tan fuerte que nos asustaba y nos obligaba a seguir remando y a seguir gritando, por miedo a no sabíamos muy bien qué. "Invierta, invierta", oí por última vez, y ahí se terminó el sueño.

Sí, ya lo sé, la cosa es grave. No he ido a ningún psiquiatra a contarle este sueño, pero me temo que si lo hiciera me aconsejaría una larga temporada de reposo en un sanatorio mental, con la recomendación de dar largos paseos, seguir una alimentación equilibrada -muchas verduras y mucha agua de Vichy- y dedicar casi todo el tiempo a la poesía romántica. Y no es para menos: que yo sepa, es la primera vez en mi vida que he soñado con un ministro, y de Economía, nada menos. Y lo peor de todo es que este sueño me indica que vivimos una situación desesperada. Porque de otro modo no entiendo que una persona normal, y con sus facultades mentales más o menos intactas, acabe soñando que va en un barco con un ministro de Economía. Todo eso tiene que ser un mal augurio, algo así como las profecías catastrofistas del premio Nobel Paul Krugman. Y lo que más me intriga de ese sueño es la frase enigmática del ministro: "Invierta, invierta". ¿Ustedes lo entienden? Pues yo tampoco.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios