Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Postdata

Rafael / Padilla

Un día de fiesta

LEE uno la prensa, escucha la radio, ve la televisión y no sabe si a lo que hoy se nos convoca es a la última batalla de una pavorosa guerra, al desenlace de una descomunal riña tumultuaria o el acto final de un cruento dramón decimonónico. El español, tan propenso al histrionismo, tiende a tomárselo todo a la tremenda: es la hora, dicen unos, de darle la vuelta al país como a un calcetín; hay que derrotar al maligno, gritan otros, y expulsarlo a las tinieblas exteriores; es el instante de la venganza, braman los más exaltados, y las cabezas de los enemigos han de acabar el día ensartadas en las puntas de nuestras lanzas. Demasiada sangre en las metáforas y una escasa, nula, comprensión del sentido real de la cita.

Este domingo celebramos, sobre todo, una fiesta: son muy pocos los lugares del mundo en los que cíclicamente se llama a los ciudadanos a las urnas, se les pregunta por sus preferencias sobre cómo y por quién debe regirse su próximo futuro y se les entrega el poder de decidir. Es una circunstancia histórica y universalmente extraña, verdadera y dolorosamente inusual. Se trata -lo olvidamos con demasiada frecuencia- de un motivo fundado de orgullo colectivo, de una fórmula que demuestra inobjetablemente nuestro alto grado de progreso cívico.

En jornadas como esta, vencemos todos, triunfa la democracia como sistema superior de organizar el gobierno de los pueblos, de garantizar una pacífica alternancia, por supuesto siempre temporal, de ideas y personas. Me incomoda, y hasta me avergüenza, el transmutar este acto puro de normalidad en pelea de gallos, exhibición de navajas, ajuste de cuentas y cantos al exterminio.

Es mucho más sencillo y, al tiempo, bastante menos apocalíptico: se nos consulta - ¡para otorgarle valor a nuestra respuesta!- cuál es la opción que consideramos mejor para administrar nuestros asuntos, qué entendemos que debe cambiar y qué no, a quién creemos que hay que entregarle la gestión de cuanto, como sociedad, nos preocupa, afecta, esperanza o inquieta. Anda uno harto de guerras inventadas, de tragicomedias frentistas, conjunciones astrales y lances críticos: amanece un domingo maravillosamente aburrido, cada cual meterá en la cajita la papeleta que le plazca y mañana, averiguada la voluntad mayoritaria, la nave recalculará su rumbo. Para nuestra inmensa y rara fortuna, para gloria de una comunidad avanzada, madura y ganadamente sensata, no pasará más que esto.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios