Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

el periscopio

León / Lasa

Turismo: un maná tóxico

El turismo se ha convertido en una mercancía de bajo coste que ha perdido el encanto y puede tener consecuencias no deseadas

NO creo que quede mucho tiempo para que, en algún momento del futuro cercano, todos nos convirtamos en turistas o en servidores de turistas. En ciertos lugares, es verdad, ese momento ya ha llegado. Lo que hoy bautizamos como turismo, o viajar con cierta dignidad, hace tiempo que perdió todo el glamour que le acompañaba hasta hace algunas décadas; y lo que era considerado un privilegio de los happy few se ha convertido en una mercancía de bajo coste que, por eso mismo, se ha dejado en el camino gran parte de su encanto. No hay lujo al alcance de todos, aunque nos vendan lo contrario. Vivo en una ciudad que, como tantas otras, ha hecho del turismo el maná bíblico que le permite subsistir económicamente aunque sea a trancas y barrancas. De veinte años a esta parte, el centro histórico se ha convertido en un inmenso decorado de producción folklórica. Por muchas de sus calles más históricas, los nativos no pueden siquiera pasear salvo que lo hagan disfrazados de figurantes; las avenidas recientemente peatonalizadas -con obras costosas sufragadas y soportadas por todos- han sido ocupadas por veladores interminables que hay que sortear de canto si uno quiere transitar de un punto a otro o, simplemente, acceder a su vivienda; las hordas de turistas acangrejados se paran como estatuas ante las listas de precios de bares y restaurantes para, en el mejor de los casos, comprar una botella de agua. Francamente lamentable.

No voy a ser tan majadero como para obviar la aportación que la industria del turismo hace a eso que se ha dado en llamar PIB. En algunas regiones como las Islas Baleares se aproxima al 50% de ese Producto Interior Bruto. En Canarias supera el 30% y en Andalucía roza el 13%. A nivel estatal ese porcentaje se sitúa en el 11% aproximadamente. Sin duda, macrocifras importantes, aunque el gasto por visitante descienda cada año. Ahora bien, ¿no deberíamos comenzar a cuestionarnos el peaje que esos porcentajes abstractos conllevan? En Europa hay ciudades enteras que han quedado arrasadas por el turismo cutre, y cuyos regidores comienzan a plantearse la idoneidad del "todo vale" al respecto. Como me decía hace poco un buen amigo: "Sé que no podré volver mas al Louvre, a Florencia, o a Praga, si no quiero romper la imagen idealizada de mi primera visita, hace veinte años". El turismo, para muchos, se ha convertido en una industria altamente contaminante que, además, no solo colapsa ciudades, sino que crea una riqueza muy diluida, unos trabajos de bajo valor añadido, mal pagados: una trampa económica. Hace algunos años soñábamos con convertirnos en la Finlandia del sur. Ojalá. Por utópico que parezca, ese debería ser nuestro objetivo. Y no, "desde el máximo de los respetos", parecer una sucursal de Playa Bávaro trufada con joyas góticas y pinceladas culturetas, repleta de chanclas y camisetas de tirantes.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios