Puede que corresponda con la madurez, con la incertidumbre, o con ambas. Con el paso de los años, las conversaciones principales que entre viejos -y no tan viejos- amigos hemos ido manteniendo han ido desvariando hacia una asustadiza responsabilidad que en muchas ocasiones apenas nos deja dormir. Si hace décadas lograr un título universitario te abría las puertas al mundo laboral de lo que siempre soñaste, hoy hay pocas cosas más lejos de la realidad, y somos conscientes. La pregunta siempre suele ser la misma: '¿Quillo, y este año, qué?' Es ahí cuando se abre un abanico de respuestas que, dependiendo de la persona, desemboca en una cosa u otra. Desde jóvenes que deciden hacer un grado superior -¡después de una carrera!- hasta otros que prefieren continuar en la universidad, pasando por aquellos aventureros que eligen marcharse al extranjero a cuidar a los cinco hijos de una acomodada familia. Y es que, aunque haya quien se niegue a verlo, la juventud se ha superado tanto que ya ni un máster nos distingue del resto de compañeros.