La Cena

El empuje cofrade de San Marcos

  • La Sagrada Cena respondió un año más a sus clásicos y valiosos estereotipos de una corporación de gran valor cofradiero

Es la cita obligada e imprescindible del Lunes Santo. San Marcos y La Cena es para la Semana Santa jerezana un valor esencial de armonía cofrade con mayúsculas y aún más en los últimos años donde el enfoque de la cofradía en la calle no se ciñe exclusivamente a unos pasos que andan de maravilla, también llega a una cofradía al completo en la que se cuida de todo y de todos los que la integran. No sólo de pasos y costaleros vive una hermandad. Esa evolución es consecuencia de una conciencia cofrade que trata de superar unos estereotipos que, por muy magníficos que sean, no deben tapar u ocultar otros frentes de trabajo tanto o más importantes del aspecto que realmente da el tirón a una hermandad como ésta de San Marcos.

La tarde por fin abrió después de una mañana entre nubes que nos recordaron lunes santos de penas, el pasado sin más lejos. Así, con el esplendor que da el astro rey a un entorno exclusivo que sabe al Jerez eterno, todo fue expectación ante lo que la cofradía regalaría a los sentidos y a los incondicionales que un año más se apretujaron lo más posible frente a la puerta principal del templo alfonsino y en las aceras de la misma plaza de San Marcos, afán más que justificado porque lo que sucedió mereció la pena para aguantar el largo rato de espera. Fue una sinfonía cromática entre el verde de los naranjos, los ocres de las viejas piedras de la iglesia del evangelista y los rojos y blancos de los nazarenos de La Cena. También se puso a funcionar con toda su fuerza el sentido del oído, del gusto y del olfato con los inciensos, tambores, cornetas, mecidas, izquierdos y mesurado compás que sólo la gente de San Marcos sabe aplicar a su caminar costalero. Fuerte y valiente, llevando arriba y hacia adelante al Señor del Cáliz en una suerte de amor a las trabajaderas que se traduce en un estilo que este paso, su capataz y su 'gente de abajo' supo implantar en el Jerez cofrade hasta cuajar en una perfecta simbiosis de música y cambios. La expectación rompió en aplausos de homenaje y agradecimiento por hacer grande la Semana Santa, por una entrega al oficio y al saber cofrade que en San Marcos no se esconden ni se guardan para ellos mismos. Por el contrario, se regala con generosidad y con mucho, muchísimo esfuerzo.

La música, muy buena tras el misterio y también tras el sublime palio, con los roteños del Nazareno. La cofradía fue ordenada y los pasos, preciosos como siempre en un derroche de ese buen gusto con el que fueron concebidos y, lo que es más importante, mantenidos por los que ahora tienen en sus manos la tradición y ese empuje cofrade que se mima por San Marcos.

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