La crítica · La Moneta

La simpleza de lo complejo

  • La Moneta destapa en el teatro Villamarta su mejor versión con 'Paso a paso'.

En medio de no sé cuántos procesos de búsqueda, La Moneta sólo quiere bailar. No, no es un bicho raro, es simplemente alguien con una única inquietud, expresar todo lo aprendido durante años de carrera como bailaora. Así de simple. Ni siquiera se ha preocupado de llenar la escena con filtros, imágenes o claroscuros, a ella le basta con iluminar bien la parte del escenario en la que va a bailar. Evidentemente, tampoco es que descuide lo básico, todo lo contrario, sino que lo hace desde una perspectiva minimalista. No necesita más. Con todo ello, Fuensanta baila hasta el amanecer y lo hace sin ningún tipo de argumento, a golpe de corazón y a un nivel de alto standing.

Así, es 'Paso a paso', un espectáculo que huye de barroquismos y se centra en lo puramente flamenco, en el estado actual de una bailaora que, al menos tras lo visto ayer, vive un momento dulce, profesionalmente hablando. Su baile es desafiante, racial, sensual hasta el punto de manejar a su antojo muñecas, manos, brazos, caderas y hombros.

Sin olvidarse de ese estilo personal que ha ido labrando, y en el que los giros característicos son ya parte de su día a día dancístico, La Moneta es un verdadero ciclón al bailar por farrucas o malagueñas explotando cada una de las notas de Luis Mariano, colosal toda la noche.

Su fuerza se amaina en el paso a dos con Javier Latorre, en esa soleá apolá en la que juega con los tiempos y donde la bata de cola es un elemento más de su cuerpo. Bien es verdad que el maestro aplaca su brío con esa naturalidad que da la experiencia y lo hace jugando con los espacios y sobre todo con los silencios.

Por seguiriyas conecta con el cante. Castañuelas en mano, la granaína sabe captar el quejío doloroso de Lavi (un cantaor muy por encima del resto) y remata con hechuras el macho de Tío Juanichi que ejecuta El Mati.

De nuevo cambio de vestuario, muy cuidado en todo el espectáculo, por cierto. El sonido andalusí de Luis Mariano, cuya pulsación es limpia y selecta, nos acerca a unos tientos azambrados, como recoge el programa. Sin duda fue la mejor de toda la noche. La Moneta nos trasladó a un tiempo anterior, desafió a su propia figura, a su propio conocimiento. Es como cuando bajas una cuesta empinada en una bicicleta. Ráfagas de buen gusto, de baile de verdad, de sabiduría, de destreza, de fuego...Una verdadera delicia, una lección de cómo se tiene que bailar por tientos-tangos.

Posiblemente todo debió quedarse ahí porque lo que vino después, sobró. Ni la soleá por bulerías ni los jaleos aportaron nada nuevo a un espectáculo que ya había dado todo lo que tenía que dar. Lo único positivo fue volver a escuchar la prodigiosa garganta de Miguel Lavi (que hasta tuvo tiempo de marcarse una pataíta con La Moneta) y a Juan Ángel Tirado, que derrochó entereza y poderío en muchos de sus apuntes. El público supo reconocer, no obstante, la grandeza de un montaje simple pero sobrado de buen baile.

Baile

'Paso a paso'

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