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Especial 83 edición de los Oscar

Mejor actriz secundaria: Adolescencia frente a veteranía

  • La jovencísima Hailee Steinfeld ('Valor de ley') tratará de desbancar a pesos pesados como Helena Bonham Carter y Amy Adams

Hailee Steinfeld, con tan sólo 14 años y en su primer papel en el cine, lo tendrá difícil frente a la reina Isabel que interpreta Bonham Carter en El discurso del rey, a Melissa Leo y Amy Adams, las sufridas madre y novia de Micky, el boxeador que da título a The Fighter, o la matriarca Janine de Animal Kingdom, a la que da vida Jacki Weaver. Un quinteto de actrices que han demostrado ser de sobra merecedoras del Óscar este año con unas interpretaciones que han robado planos a los protagonistas de sus respectivas películas.

La insultante fuerza de la juventud. Salida de la televisión y en su primera experiencia en un largometraje, Hailee Steinfeld, con 14 años recién cumplidos y apenas 13 durante el rodaje, ha sorprendido a propios y extraños y ha plantado cara con insolencia a Jeff Bridges en Valor de ley. Steinfeld es Mattie Ross en este remake del clásico de Henry Hathaway, una joven que quiere buscar al asesino de su padre y para ello cuenta con la ayuda del marshall Rooster Cogburn, interpretado por Jeff Bridges.

Con una pasmosa seguridad poco habitual a su edad, Steinfeld compone un personaje tan fuerte como débil, tan inseguro como capaz, y lo hace sin perder la niñez ni convertirse en una adulta prematura. Un papel perfectamente delineado por los hermanos Coen al que la joven actriz ha sabido dotar de la perfecta humanidad y sin caer en ese terreno pantanoso de la cursilería o de la exageración al que los directores suelen abocar a los actores infantiles. Pero Steinfeld se sale completamente del estereotipo de las estrellas infantiles y con los recursos de los grandes actores. El resultado: una más que merecida nominación al Óscar, aunque un tanto extraño que haya sido en la categoría de secundaria.

El descubrimiento tardío de una gran actriz. Aunque debutó en la televisión a mediados de los 80, que comenzó a combinar con el cine a comienzos de los 90, no fue hasta 2008 con Frozen River cuando Melissa Leo se dio a conocer al gran público. Su papel de una madre de dos hijos abandonada por su marido ludópata que se ve abocada a participar en el tráfico ilegal de inmigrantes en la frontera entre Canadá y Estados Unidos la situó de golpe entre las mejores actrices con una primera nominación al Óscar. La segunda ha llegado este año con su interpretación de Alice Ward, la madre de Micky, el boxeador que da título a The Fighter. De nuevo una madre y de nuevo un personaje de fuerte carácter. Un personaje que Leo hace totalmente creíble pese a que sólo se lleva 11 años con Wahlberg y 14 con Christian Bale, que interpreta al hermano mayor. La actriz se mueve con la misma soltura en el papel de madre preocupada y sobreprotectora -con ataque de celos incluido frente a la nueva novia de su hijo, a la que da vida Amy Adams- como en el de manager de boxeadores, un mundo machista donde los haya. Y su frescura destaca en cada una de las escenas en que interviene.

La versatilidad y la solvencia. Con un debut en el cine relativamente tardío -en 1999 para una actriz nacida en 1974- Amy Adams parece tener ganas de probarlo todo, como demuestra su más que variada carrera, llena de grandes títulos, películas pequeñas, comedias, dramas y cualquier papel que suponga un reto para esta americana nacida en Italia. En 2005 consiguió su primera nominación al Óscar como secundaria por la comedia Junebug, en la que interpretaba a una joven embarazada. Y la segunda -que perdió frente a Penélope Cruz por Vicky Cristina Barcelona- en 2009 por su emotiva interpretación de una monja en La duda, donde brillaba pese a tener como compañeros de repartos a dos pesos pesados como Meryl Streep y Philip Seymour Hoffman.

Entre medias ha participado en un cuento de Disney, Encantada. La historia de Giselle (2007); en una historia independiente llena de acidez, Sunshine cleaning (2008), o, de nuevo con Streep, en Julie & Julia, una comedia con la cocina como fondo. En todas ellas ha demostrado su solvencia como actriz y su capacidad para adaptarse a cualquier papel y cualquier personaje. Como ha hecho en The Fighter, donde es Charlene, la novia de Micky, el boxeador protagonista. Una joven con una gran fuerza -y no sólo psicológica- que sirve de ayuda a Micky para alejarse o acercarse a su posesiva familia, a ratos positiva y a ratos negativa para su carrera en el boxeo. Adams eclipsa a Wahlberg en sus escenas conjuntas y se hace imprescindible en el curso de la narración de la película. Una interpretación que bien vale un Óscar. El problema es que este año la competencia es enorme.

La irreverente imagen del clasicismo británico. Si hay una actriz que en los últimos años se identifica con las grandes películas de época británicas es Helena Bonham Carter. Pese a su imagen real, irreverente e inconformista, Bonham Carter tiene a sus espaldas una larga lista de personajes encorsetados. Desde Una habitación con vistas (1985), su debut en el cine, a Regreso a Howards End (2002) pasando por Maurice (1997) o Hamlet (2000), sin olvidar Las alas de la paloma (1997), que le valió su primera nominación al Óscar. Papeles que ha alternado con personajes menos clásicos y mucho más extremos en El club de la lucha (1999) Big fish (2003), Terminator salvation (2009) o Alicia en el país de las maravillas (2010). Pero ha tenido que regresar al más puro academicismo británico, a la realeza, para conseguir su segunda nominación.

Bonham Carter ha sabido destacar con su papel de la reina en El discurso del rey  y eso que lo tenía difícil, con un Colin Firth en estado de gracia como su marido, el tartamudo rey Jorge VI, y un Geoffrey Rush no menos brillante como su logopeda. Divertida, socarrona y cabezota como la reina Elizabeth, Bonham Carter ha vuelto a demostrar que tiene una enorme capacidad camaleónica y que es capaz de hacer olvidar que también es la cara de la mala de Harry Potter. Una ductilidad con la que Bonham Carter juega a interpretar incluso en sus apariciones públicas, en las que es tan ambigua como sus personajes y en las que le gusta llamar la atención tanto como su reina Roja de Alicia en el país de las maravillas.

La veteranía llegada de Australia. Poco conocida para el gran público fuera de Australia, Jackie Weaver es, a sus 64 años, una de las actrices más respetadas en su país de origen, donde se ha dedicado principalmente a la televisión. Aunque en los últimos años se ha centrado en el teatro, con su participación en una versión de Tío Vania de Chejov, junto a Cate Blanchett. Una historia muy lejos de la que cuenta Animal Kingdom, que narra la historia de unos hermanos que se dedican a atracar bancos y en la que Weaver es la matriarca.

Weaver es Janine Smurf Cody, una abuela y madre, en apariencia dulce e inocente que parece vivir en un mundo paralelo al de sus hijos, ignorando a propósito sus actividades delictivas. O al menos eso es lo que nos quiere hacer creer esta actriz, que dota a su personaje de una enorme capacidad de amar y de odiar, todo ello sin perder el rictus de calma y de aparente dulzura y amabilidad con que intenta sacar adelante a sus hijos. Un papel que ha llamado la atención de la Academia de Hollywood y que podría hacerle ganar un Óscar, lo que repetiría la historia de su compatriota Geoffrey Rush, un gran desconocido hasta que en 1997 ganó el premio a mejor actor por Shine.

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