El rebusco

El crimen fue en la Catedral

  • El jerezano, Isidoro Gutiérrez de Castro, fue asesinado el 25 de enero de 1869

  • Fue gobernador civil Burgos y redactor jefe del Diario de Jerez

El 25 de enero de 1869 tuvo lugar un crimen que escandalizó a la sociedad española de aquel tiempo: el asesinato, en el interior de la catedral, del gobernador civil de Burgos, Isidoro Gutiérrez de Castro.

España vivía unos momentos convulsos, el de los primeros meses del triunfo de la Revolución conocida como La Gloriosa.

Nacido en Jerez

Isidoro Gutiérrez de Castro y Cossio había nacido en Jerez de la Frontera en 1824, pertenecía a una distinguida familia oriunda de Santander, recibiendo una esmerada formación.

Se educó en el colegio de Padres escolapios, en Archidona, y a los quince años sus padres le enviaron a Inglaterra, donde completó su educación en un colegio de Jesuitas. Hizo frecuentes viajes por Europa, especializándose en idiomas e Historia. En 1852 se estableció en su ciudad natal, donde ejerció durante dos años como redactor jefe de El Diario de Jerez, periódico del partido progresista.

A raíz de la revolución de 1854 comenzó a mezclarse en la política como miembro de la Unión Liberal, ocupando varios cargos de responsabilidad con O´Donnell.

En 1857 fue nombrado secretario del Gobierno Civil de Ávila, pasando al de Córdoba, en el que continuó hasta la caída del gabinete del duque de Tetuán.

Su participación activa en la Revolución de 1868 hizo que su amigo Sagasta, como ministro de Gobernación, le nombrara gobernador Civil de Burgos a primeros de octubre de ese año.

Los hechos

Tras el destronamiento de Isabel II el 28 de setiembre de 1868, se forma el primer gobierno provisional, integrado entre otros por Ruiz Zorrilla, a cargo de Fomento.

El ministro no tarda en publicar un decreto para incautar "todos los archivos, gabinetes, bibliotecas y demás colecciones de objetos de Ciencia, Arte o Literatura que, con cualquier nombre, estén a cargo de las catedrales, cabildos, monasterios y órdenes militares", haciendo llegar una circular a todos los gobernadores civiles para que actuaran lo más rápidamente posible.

Esta impopular medida se tomó, no sólo por las malas relaciones existentes entre la alta jerarquía eclesiástica y el nuevo gobierno sino también por la depauperada situación de las arcas públicas.

Zorrilla no sopesó con justeza el impacto que esta medida podía causar en la opinión pública y los riesgos que podían representar para el orden público.

A Gutiérrez, que llevaba apenas tres meses en el cargo, le tocó la ingrata misión de hacer cumplir el polémico decreto; aunque ya en noviembre, y como preámbulo a este ambiente de tensión, había intentado, sin conseguirlo, exclaustrar a las monjas dominicas del convento de Caleruega.

La máxima autoridad de la provincia había acudido al templo con la orden de inventariar sus bienes. A las puertas le esperaba una masa enfurecida que se oponía a su presencia. Le recibieron con gritos de "¡Viva la religión! ¡Muera el gobernador! ¡Viva Carlos III!" Aunque se dio orden de cerrar las puertas de la basílica, nadie lo hizo. Y la turba irrumpió en el interior. Lo rodearon, lo golpearon, le arrastraron hasta la puerta del Sarmental y se ensañaron con él, abandonando su cuerpo inerte.

La Seo se mantuvo cerrada hasta el 20 de marzo. Ese día se celebró un acto de purificación presidido por el Arzobispo.

Un tupido velo

El eco del crimen se fue extendiendo por toda España. En Madrid hubo altercados ante la sede de la Nunciatura, de donde fueron arrancadas las armas de la Santa Sede; los asaltantes profirieron gritos contra el Papa y los curas y vivas a la libertad de cultos y a la República.

En nuestro país, la revista satírica, Gil Blas, publicó la crónica de un testigo que tituló Los asesinos negros. A su vez, El Museo Universal, reprodujo grabados de Vicente Urrabieta.

También la prensa internacional, como el London Illustrated News dedicó un reportaje titulado The murder in the Burgos Cathedral, y en Francia, la L´Illustration Journal Universel un dibujo de Janet-Lange recreando el crimen.

Por su parte, el ilustrador satírico español, Francisco Ortego, tres escenas señalando al clero como miembros activos del crimen.

De la causa se hizo cargo el Tribunal Supremo de Guerra y Marina. Del cabildo catedralicio fueron detenidos y procesados seis canónigos, que acabaron siendo absueltos por falta de pruebas

De los 134 agresores civiles detenidos sólo uno fue condenado a la pena capital, aunque le fue conmutada poco después por la de cadena perpetua y puesto en libertad tres años después. Todos los demás encausados fueron declarados inocentes o se les aplicó penas poco rigurosas.

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