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Cultura

El 'Lazarillo' o sobre las fortunas y adversidades para la Inquisición

  • La catedrática de literatura española Rosa Navarro desgrana las razones por las que la obra del XVI sufrió la censura durante siglos · Una aparente inocencia que en realidad era "una bomba para la Iglesia"

¿Por qué aparece emparedado en 1992 una edición del Lazarillo de 1554 en una casa de Barcarrota? ¿Tan peligroso es tener un libro que tan solo cuenta las fortunas y adversidades de un niño que pasa hambre, que va de amo en amo, a cual más malo? Pues sí, era una obra "peligrosísima y prohibidísima, desde el primer índice de libros prohibidos por la Iglesia, en 1559 , hasta el mismo siglo XX". Así lo asegura la catedrática de literatura española de la Universidad de Barcelona, escritora y editora Rosa Navarro, encargada ayer de abrir la segunda jornada del XIII Congreso de la Fundación Bonald en la Atalaya, y que fue presentada por el profesor Luis Miguel Coballes Portela, quien destacó de ella que ha "sembrado en los jóvenes la semilla del interés por los clásicos que hará que florezca el deseo por acercarse a los textos originales".

Y Navarro se permite hacer estas declaraciones en su conferencia 'Por qué el Lazarillo fue un libro prohibido', porque son el fruto de años de investigación sobre la obra y su autoría, que ella atribuye al escritor del XVI Alfonso Valdés. "No es la historia del pobre niño que pasa hambre, no, no. no. Fue censurado y publicado expurgado por López de Velasco en 1573. La Inquisición tenía toda la razón para prohibirlo, las suyas, no las mías, claro. ¿Por qué? Porque el Lazarillo dice otras muchas cosas, más de las que creemos. Es una sátira contra una iglesia necesitada de reformas, denunciada por el autor".

Conclusiones que la investigadora va desgranando ante los presentes, aliñadas con grandes dosis de humor y anécdotas en torno a los aviones y sus largas esperas en los aeropuertos, que en muchas ocasiones le han hecho ver la luz sobre sus estudios. Y así, va explicando los motivos por los que el censor eliminaba de la obra algunos de sus tratados. " No se trata de centrarse en este muchacho que sufre, sino en quién le hace sufrir, quién le maltrata y a qué estamentos pertenecen, por qué aparecen tantos amos, por qué no tienen nombres". Tratados aparentemente inocentes, que esconden en el fondo una fuerte denuncia hacia la autoridad religiosa. "El Lazarillo es una auténtica bomba para la época. Una obra en la que una vez que se ahonda en ella, ya no se lee igual", dijo.

Censuras o no, "zapatos rotos" o no (en referencia al fulminado tratado cuarto, que denuncia la pedofilia del fraile), la esencia es "reflexionar con los textos clásicos, que son totalmente actuales y ver cómo no tenemos que repetir lo que toda una tradición historiográfica ha ido consolidando, las historias de la literatura no tiene que ser libros sagrados, son libros de investigación y se pueden cambiar las investigaciones. Y esto es difícil porque en cuanto se escribe una frase no hay quien la cambie".

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