Pablo Gutiérrez. Escritor

"El 15-M se ha muerto de ingenuidad y me temo que no hay quien lo rescate"

  • El autor publica 'Democracia' (Seix Barral), una inusual novela que trata de explicar la reestructuración del orden social y financiero · "Necesitaba una historia con la que poder entender todo esto", comenta

-Democracia pasa de la tragedia individual a la colectiva, y de Leh-Bro al 15-M, en 250 páginas. Si pudiera pesar, este libro pesaría cuatro veces su peso.

-En cierto sentido Democracia es un archivo zip, un compresor que circula entre los acontecimientos que van desde el crack de 2008 hasta la depresión de 2012. Democracia habla de la destrucción del imperio financiero y de su reconstrucción sobre la base de nuestras espaldas machacadas. Cuando todo esto ocurrió, Sarkozy dijo que había que refundar el capitalismo; lo que no dijo fue que se trataba de fabricar una réplica idéntica, y que nosotros tendríamos que pagarlo. Desde el comienzo de la crisis los acontecimientos se sucedieron como un torbellino, y yo quería que la novela reflejara esa velocidad y ese desconcierto que nos ha dejado a todos con caras de tonto.

-¿Cómo surgió la fascinación por Georges Soros?

-Soros es un especulador a gran escala, fundador de fondos de alto riesgo. Pero él se define a sí mismo como un filántropo, un tipo que acumula dinero sólo para invertirlo después en fundaciones benéficas. A pesar del enorme cinismo que emana de su figura, Soros es, además, una de las mentes preclaras que observa el universo (o finge hacerlo) desde una posición privilegiada. Me interesaba muchísimo inventarme una psicología y un personaje de ficción, casi de cómic, para hacerlo encajar dentro de este Soros real. El Georges Soros que protagoniza Democracia es un iluminado, un maestro oriental, un jedi o una especie de dios que conoce lo que nadie sabe: cómo terminará todo esto, hasta dónde llega el agujero en el que hemos caído.

-Cita a Popper, Keynes, Hegel... nombres que parecen resucitar al calor de todo el magma actual.

-Yo no escribo desde la sabiduría o con la intención de formular ninguna tesis; escribo porque no tengo ni idea de qué ha sucedido, y necesito una historia que me sirva para entenderlo. Las citas de esos autores, bastante ingenuas, vienen de la ignorancia de alguien que no sabe adónde acudir, desnortado. También se citan libros de EGB, por ejemplo.

-Uno de los rasgos comunes de Democracia con Nada es crucial (su novela anterior) es que recuerda cómo, hace nada, vivíamos en otro mundo. Y con mimbres como esos, se entiende que salga lo talibán a poco que uno rasque.

-Hay muchas similitudes con Nada es crucial, creo, y algunas las he encontrado después. El Georges Soros de Democracia podría ser El Señor Alto y Locuaz de Nada es crucial, y definitivamente Lecu y Marco comparten el mismo desamparo. Además, las dos novelas pretenden ser un vistazo hacia el pasado inmediato, hacia el origen de todo esto. Aunque da rubor decirlo por aquello de las etiquetas, las dos son novelas sociales, y quiero decir con esto que ambas tienen puesto el foco en el exterior, y no en un mundo de la intimidad o de mis demonios interiores.

-Otro de los temas de ambos libros es de qué manera nos hacemos, cómo vamos desarrollando estrategias de supervivencia.

-Frente a la hostilidad del gran mundo, la construcción del pequeño mundo de cada uno. Nadie hará nada por nosotros desde ningún estrado, y los personajes de las dos novelas sienten la necesidad de fabricar un escudo, un agujero donde esconderse. Son resistentes a su manera, individualistas y sin fuerzas para congregarse con nadie, pero resistentes.

-Esta historia sugiere, también, hasta qué punto te marca la raíz, nacer en un sitio, incluso tener un determinado nombre, y la rebelión o asunción de todo ello. ¿Cree que la sociedad es determinista?

-Naces en un lugar y un tiempo, y muy poco puedes hacer para torcer lo que ese tiempo y ese lugar tienen preparado para ti. La voluntad no puede con todo, los enemigos son insuperables. Soy profesor de instituto y, por desgracia, los mejores estudiantes son aquellos cuyos padres tienen estudios superiores o al menos alguna inquietud cultural, una familia ordenada, algo de paz doméstica. Es extraño encontrar alumnos que, por encima del lugar donde nacieron, consigan ser mejores que sus padres. Hay casos, claro, y los celebramos con entusiasmo, y se llevan todas las palmaditas en la espalda, pero la movilidad social es escasa, y creo que la crisis potenciará todo esto, porque los de abajo se hunden primero, y los hijos de los de abajo ya no tienen donde agarrarse.

-No hay mucho poeta honesto, dice. Pues vaya.

-La honestidad en poesía es no presumir, supongo. No fingirse un vividor cuando te acuestas a las once, ni ir de tímido cuando te encanta declamar tus versos. Pero no lo tengo muy claro. Es difícil definir la honestidad, sólo sé que se percibe enseguida.

-En Democracia, la poesía viene a tener un valor catárquico, casi mágico: lo que despierta del coma. ¿Es nuestro botón de reinicio y lo hemos olvidado?

-No sé si es el nuestro, pero sí el mío. Marco, el protagonista de la novela, se sirve de ella como de un desfibrilador. La poesía lo resucita del agujero de la depresión, la inutilidad, el vacío y el aburrimiento. Una poesía que él no comprende, pero que se abre paso sin que pueda contenerla. Los tipos que controlan todo esto se cargarán el mundo, si dejamos que lo hagan, pero al menos que nos dejen leer poemas, ver películas, cuadros, un poco de belleza.

-Los protagonistas de ambas novelas están fuera del sistema, pero no son "antisistema". O, al menos, antisistema al uso.

-O sí lo son. La palabra antisistema, como tantas otras (anticlerical, por ejemplo), ha sido demonizada. Si el sistema es estafa y opresión, lo justo y lo honesto es oponerse al sistema, es decir, ser antisistema. Pero ni Marco ni Lecu elaboran esos pensamientos. Ellos son seres marginales en el sentido estricto, se sitúan al margen, fuera del cuaderno. Y si tienen alguna materia literaria en su interior es precisamente por eso, por situarse al margen de la corriente.

-Parece estar harto de los lugares comunes de lo alternativo...

-La cultura y el folklore aparecen en cuanto la gente se congrega alrededor de cualquier cosa. Del 15M y la indignación, por ejemplo. El desencanto lo barre todo, nos convierte en descreídos, dudamos de cualquier buena intención. El 15M se ha muerto de ingenuidad, y me temo que ya no hay quien lo rescate, porque se ahogó por culpa del espíritu asambleario y pacífico, que era su identidad: aplaudir sin hacer ruido, resistirse pacíficamente. Al 15M le faltaron jacobinos o, si quieres, le faltaron antisistemas. No es que se hubiera conseguido nada de otra forma, porque ellos siempre vencen, pero al menos no nos quedaría esta sensación de haber participado en un carnaval, una juerguecita donde nos creímos revolucionarios, como si la revolución pudiera hacerse sin romper cristales. Cristales de coches oficiales, por ejemplo. Pero claro, son cristales blindados.

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