Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Análisis

Carlos Fernández Gómez y Fedrico Miguel Miguel

Por qué un Día Escolar Sin Coches

Animamos a acudir mañana viernes a los centros escolares a pie,  en autobús o en biciclet

La enorme expansión de las ciudades ha traído consigo un volumen de desplazamientos cotidianos de una gran magnitud. El aumento del nivel de vida con la consiguiente difusión del vehículo privado, ha convertido la movilidad urbana en una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos. El ruido, la polución del aire, los atropellamientos y accidentes varios, los embotellamientos, los problemas de estacionamiento, el enorme coste económico de este modelo de movilidad, y (no menos importante) el estrés consiguiente, han llevado a los poderes públicos y a la ciudadanía en general a replantearse un modelo de movilidad, el actual, que genera más problemas que satisfacciones.

En esta vorágine irracional en la que hemos convertido nuestros desplazamientos cotidianos, hemos arrastrado a nuestra infancia y adolescencia. De manera que el recorrido que aquellos realizan todos los días, desde casa a su colegio o instituto, se lleva a cabo en el coche de sus padres, o en menos ocasiones, en ciclomotor. Educamos por tanto, desde la más tierna infancia, en un modelo de movilidad insostenible que es necesario cambiar.

En la obra de Ivan Illich “Energía y Equidad” hay un texto clarificador sobre el supuesto confort y velocidad que el uso masivo del automóvil en la ciudad nos hace creer que hemos conseguido. Illich afirma: “el varón americano típico consagra mas de 1.500 horas por año a su automóvil: sentado en él, en marcha o parado, trabajando para pagarlo, para pagar la gasolina, los neumáticos, los peajes, los seguros, las infracciones y los impuestos para la construcción de carreteras y los estacionamientos. Le consagra cuatro horas al día en las que se sirve de él o trabaja para él. Sin contar con el tiempo que pasa en el hospital, en el tribunal o en el taller o viendo publicidad automovilística ante el televisor… Estas 1.500 horas anuales le sirven para recorrer 10.000 kilómetros, es decir, 6 kilómetros por hora. Exactamente la misma velocidad que alcanzan los hombres en los países que no tienen industria de transporte. Con la salvedad de que el americano medio destina a la circulación la cuarta parte del tiempo social disponible, mientras que en las sociedades no motorizadas se destina a este fin sólo entre 3 y el 8 por 100”.

Algunos datos son realmente impactantes. España gastó 50.000 millones de euros en 2011 en importaciones de energía, principalmente hidrocarburos. El 80% del petróleo importado se usa para vehículos de motor a explosión.

Según la OCDE, los accidentes de tráfico costaron al erario público (hospitalizaciones, heridos y fallecidos) 9.640 millones de euros en 2013, no se incluyen aquí las pérdidas de bienes privados. Ni, claro está, el sufrimiento y el terrible coste humano.

La civilización del automóvil nos ha impuesto la dictadura de un modelo urbanizador que aleja los lugares donde se realizan las actividades humanas esenciales, el trabajo, la vivienda, el estudio, el comercio. Deshumaniza las ciudades, los paisajes. Nos aísla de nuestros vecinos. Ocasiona cientos, miles de víctimas, muertos, mutilados... y, por si esto fuera poco, se fundamenta en un orden internacional profundamente injusto, basado en el despilfarro de los recursos por una minoría de personas (en el año 2012, en Luxemburgo se consumían 119 barriles de petróleo por cada 1.000 habitantes, en Nigeria o Gambia, no llegaban a 1). El modelo de movilidad y de ciudad imperante en España (y en el resto del mundo) con sus emisiones contaminantes está acelerando el efecto invernadero y el cambio climático, cambio que afectará sobre todo a los países pobres, los que menos han contribuido a que se produzca, pero también, y especialmente, a regiones del sur de Europa como la nuestra.

Otro modelo de movilidad urbana

Algunos datos nos muestran a las claras la necesidad de repensar la ciudad y la forma en la que nos movemos en ella. En las ciudades españolas, se calcula que el 60% del espacio público está dedicado al automóvil. En forma de viales, estacionamientos, rotondas... Sin embargo, el 80% de los desplazamientos que realizamos los hacemos a pié, por aceras muchas veces estrechas e incómodas, con intersecciones peligrosas o mal señaladas.

A pesar de ello, por ejemplo, la guardia urbana de Barcelona calculaba que el 18% de los coches que circulaban por la ciudad en 2013, no iban a ningún sitio, ¡estaban buscando donde aparcar! En Madrid, por su parte (según informaba El País), eran el 30% de los automóviles que circulaban por el distrito centro los que lo hacían sólo buscando estacionamiento, y eso a pesar del costosísimo plan de construcción de aparcamientos subterráneos que la ciudad había iniciado unos años antes. Por cierto, la velocidad media de estos vehículos (similar a otras ciudades del mundo) era de 15 km/h.

En el caso de nuestra ciudad, el Diario de Jerez informaba en diciembre de 2013, que Jerez es una de las trece zonas de Andalucía donde se dan episodios de contaminación atmosférica por encima de los niveles establecidos. Y que el mayor responsable en esta mala calidad del aire era el tráfico.

¿Qué podemos hacer para cambiar esto? Por supuesto utilizar mucho menos el vehículo privado en nuestros desplazamientos cotidianos, hacerlos andando o usando el transporte público en caso de necesidad. Pero además, el uso, masivo y sustitutivo, de la bicicleta es una alternativa real al modelo de movilidad de nuestras ciudades.

Por todo lo anterior, animamos a la ciudadanía en general, y en especial a los miembros de la Comunidad Educativa de Jerez, a acudir mañana viernes 9 de junio a sus centros escolares a pie, en bicicleta o en autobús. Una jornada que pretendemos sirva también de reflexión sobre la necesidad de cambiar pequeños hábitos, que a la postre mejorarán nuestro entorno y nuestra vida.

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