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Análisis

manuel bernal romero Escritor

Desde Villaluenga del Rosario a Orihuela a golpe de verso

La hermosa amistad entre Miguel Hernández y Pedro Pérez Clotet

En estos días se habla mucho del escritor Miguel Hernández, más conocido como poeta que por el resto de su obra, porque debe ser que nos gustan las fechas redondas y allá por marzo se cumplieron 75 años de su muerte. Pero aunque no todo el mundo sitúa a Hernández en la Generación del 27, lo cierto es que el de Orihuela hizo méritos para ser parte de la misma. Y si Dámaso Alonso, uno de sus mentores y creadores, dijo de él que era el "epígono" de ese grupo literario, habrá que llevarle la corriente, porque además Miguel hasta reunió más méritos que otros, e incluso que fue de los pocos que abiertamente proclamó haber seguido el hilo gongorino en su Perito en lunas.

El caso es que ahora, que mucho se habla de las mujeres de esta generación como las grandes olvidadas, se comete al hacerlo el mismo error de miras que ya se perpetró cuando Alonso, Salinas y Diego -principalmente y con el contubernio de los otros- fijaron quiénes estaban dentro y quiénes fuera, sin más criterio que la arbitrariedad y unos intereses que inicialmente dejaron lejos hasta a escritores ahora tan considerados como Luis Cernuda, Francisco Ayala, María Zambrano o Rosa Chacel, por poner algunos ejemplos. Decía de todas formas que ahora, quizás por la misma ceguera de antes, cuando algunas voces reclaman nombres de mujeres como dignas integrantes de este grupo literario, se comete el mismo error, porque al hacerlo se olvida, y por consiguiente se oculta, a toda una galaxia de escritores cuyos nombres apenas han trascendido a la historia de la literatura. Y es que la Generación del 27 es seguramente, por número de escritores y por obras, el inventario literario más importante a todos los niveles de la literatura en español. Un río que se mantiene subterráneo casi en su totalidad, sin que quepa distinción en ello de hombres ni de mujeres. Y aunque sea muy respetable el empeño de reivindicar lo femenino, resulta triste adivinar que al hacerlo se pueda volver a obviar al excepcional grupo de escritores que nutrió este periodo creativo de tanta trascendencia para nuestras artes.

Uno de esos olvidados, a pesar de tener más obra que otros que sí han llegado a los manuales de literatura, es Pedro Pérez Clotet, natural de Villaluenga del Rosario (Cádiz), localidad que abandonó al principio de la Guerra Civil por miedo a represalias de los grupos izquierdistas de la Sierra de Grazalema, para domiciliarse en Jerez hasta 1940, manteniendo viva durante todo ese tiempo la revista ISLA, en la que bajo su dirección coincidieron textos de muchos autores del 27, desde Aleixandre a Cernuda, desde Pemán a Carmen Conde.

Hay de ese tiempo, 1933 y 1934, entre el autor del 'Perito en lunas' y el de 'Trasluz' (los dos libros son de 1933), una sincera correspondencia que, a pesar de sus distancias ideológicas, está impregnada de amistad y del interés por las obras respectivas. En esos mismos años y al hilo de esa buena relación, el 10 de diciembre de 1933, publicó Miguel en 'Diario de Cádiz' una recensión sobre 'Trasluz' en la que lo calificaba de "bello excesivo". Compañerismo y admiración que el tiempo no debe borrar.

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