Pesebres

Manuel e Isabel fueron los primeros vecinos que llegaron a mi casa en Cuartillos hace mas de cincuenta años. Isabel junto a su esposo llamado, no sé por qué, “Mangoly”, nos traía una gallina como solidaridad a una pareja de jóvenes que se habían alojado enfrente. Ellos expresaban la solidaridad vecinal a nuevos vecinos que carecían de medios agrícolas-ganaderos para el sustento.

Manuel e Isabel tenían varias vacas que el varón ordeñaba y algunos vecinos íbamos a comprar la leche, y bastantes gallinas que los proveían de huevos y carne. La solidaridad vecinal se ejercía directamente entre vecinos. Tenían un establo y pocas vacas y cuando parían la vaca se le extraía algo de “calostros”, una leche espesa, que no a todo el mundo le gustaba. Llegada la Navidad, no había iglesia, nos regalaban una docena de huevos de las gallinas sueltas que se alojaban en el mismo establo donde reposaban las vacas y algún becerrito recién parido.

Tiempos difíciles, para campesinos, caso de Manuel que salían temprano, antes de saliera el sol para ganarse algún salario y estar a las 8 y volver poco antes de ocultarse el sol y llegar a su casa ya de noche. Empecé a comprender como sería el nacimiento de Jesús. Eso que cantan en las fiestas acompañados de zambomba y panderetas. Por este motivo de tergiversación del Nacimiento, lleno de dorados, encajes, comidas abundante, bebidas, sean alcohólicas o azucaradas, y actualmente mesas repletas de manjares, afortunadamente con donaciones que hacen llegar a mesas humildes, la navidad es explosión comercial.

Cuando veo en las iglesias esa exaltaciones doradas, plateadas, tan lejanas de la historia, fuera verdad o leyenda, comprendo que el consumo envuelva la historia como si fuera la celebración de un monarca dorado, nacido como droga consumista que al menos tengamos un día de jolgorio para tranquilidad de los políticos y mercaderes.

¡felices fiestas a amigos y enemigos!