Análisis

Mauricio Gil Cano

Escritor

Un detective muy gaditano

Cádiz tiene un detective privado, Benito Bram, educado en la inmejorable escuela de los fracasos: "un espécimen larguirucho de sesenta y algún años, cara afilada bajo un sombrero de cuero negro, escaso pelo cano en las sienes, perilla blanca, lentes redondas y oscuras, aspecto pretérito y solariego, amante de la música, del jazz, de los instrumentos de viento". A las veces, charlatán y bebedor. En su ático atesoraba un saxofón como verdadera joya de la corona para coleccionistas, un Selmer Mark VI de 1954. La sustracción del saxo por parte del quinqui Gelasio Gervasio y la suplantación que este hace de la personalidad del detective, al atender el teléfono que suena ocasional, cuando se encuentra en pleno allanamiento de morada para la rapiña, y aceptar un caso, da pies a la acción de 'Áticos y viento: un caso de Benito Bram', la excelente novela que ediciones Mayi ha publicado del narrador José Rasero Balón (Alhucemas, 1962). Entra de lleno Rasero en el género negro, pero ambientado en Cádiz, una ciudad donde confluyen además las protestas sociales -contenedores ardiendo, calles tomadas, enfrentamientos entre manifestantes y policías- y el frenético viento de levante, que disputa protagonismo y enloquece a los personajes que se desenvuelven en tramas aparentemente paralelas que sin embargo se encuentran en un estrambótico final.

La intriga nos conduce por lugares reconocibles de la tacita de plata, más allá de lo pintoresco, bajos fondos, antros nocturnos, bares… Incluso, acompañaremos al detective a una singular librería de viejo. Conoceremos una galería de personajes, sacados del hoy mismo: empresarios canallas, pícaros cutres, féminas ardientes..., secundarios hábilmente caracterizados. Por ejemplo: "Allí tenía delante de sus narices ni más ni menos que al subinspector de la Policía Nacional Rodolfo Amores, el intachable, el católico, el apostólico, el romano, el profesional sin mácula, el estricto y cabal esposo y padre de familia don Rodolfo Amores y Amores, asido a la cintura de una joven de minifalda, largos tacones y altas miras, babeando y, tras la aparición de Benito, pálido como una lápida de mármol blanco de Macael". El autor sabe manejarse con el estilo propio para cada circunstancia, procurando la necesaria tensión psicológica, sin que falten para ello ingredientes tan dispares como el sexo o la crítica social. Hay guiños al esperpento de la actualidad política.

Con 'Áticos y viento' José Rasero traza algo más que un lúcido cuadro de las costumbres bellacas de nuestra época mediante el hilo conductor de un suspense casi surrealista. Ha creado un personaje que reclama nuevos casos y novelas para solaz de sus lectores. Un antihéroe simpático y decadente -"un vejestorio curioso y juguetón, que le da a la priva cosa mala…", como lo definirá una de las chicas casi al final de la novela-, cuyas andanzas sirven a la disección y retratan la falta de valores de quienes pugnan por el provecho económico o la mera satisfacción de sus instintos. Todo ello, adobado con un irónico sentido del humor y una expresiva calidad literaria.

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