ME gusta la lluvia. No tanto como a una antigua amiga que obligaba a sus novios a pasear bajo la lluvia -no teman por mi salud, nunca tuve 'derecho' u 'obligación', según se mire, al paseo-, pero lo cierto es que me gusta la lluvia. Me gusta el repiquetear en los cristales (con vino y libro); el ruido del limpiaparabrisas en el coche (suena a "together, together", dice la chica que domestica a Charles Boyer en 'Si no amaneciera') o el olor de las tormentas de verano (ehhh... hormonas, digamos). Incluso, después de años mojándome por sistema, descubrí hace diez o doce uno de los grandes inventos de la humanidad: el paraguas, algo práctico y no un arma de ataque con la que rematar a los desprotegidos que van a cuerpo, como pensaba hasta entonces. Lo que me gusta menos son las inundaciones, como las habituales en la barriada La Liberación. Pero para mí que el agua comparte aquí responsabilidad con los políticos.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios