Cambio de sentido
Carmen Camacho
Zona de alcanfort
EL 9 de septiembre de 1586, y de nuevo vecino de Sevilla, Vázquez junto a Diego de Velasco, maestro mayor de obras de la misma ciudad, se obligan a hacer el monumento eucarístico del Jueves Santo para la parroquia de San Miguel, de la misma traza, y con las mismas condiciones que el que se estaba haciendo en esos momentos para la iglesia de Santiago de Écija, con las mismas figuras, ornamentos y la misma representación de Cristo Resucitado en el segundo cuerpo de la obra. La pieza, de la que por desgracia desconocemos más datos, debía ser de espectacular y de gran magnitud (como correspondía a un templo de la importancia de San Miguel) ya que el plazo de entrega de la misma era de cinco años.
El mismo día los mismos maestros se obligaban a hacer para la misma parroquia jerezana una cajonera para guardar los ornamentos litúrgicos y la caja del órgano, conforme a unas condiciones de una obra similar que se estaba realizando en esos momentos en la parroquia de Santa María de Arcos de la Frontera. Tampoco este trabajo debía ser baladí, ya que el plazo de entrega había de ser de tres años. Puede extrañarnos que muebles secundarios como eran una cajonera y la caja del órgano se adornasen con esmero y para ello se contratase a maestros de esta categoría. Esto hay que entenderlo en casos excepcionales de parroquias especialmente ricas dentro del Arzobispado, como el caso de San Miguel de Jerez, que disponían de gran cantidad de rentas para invertir en obras de arte y que no dejaban escapar la más mínima oportunidad para enriquecer sus templos y rivalizar así con las otras iglesias del entorno.
El monasterio de Santo Domingo es otro de los importantes cenobios jerezanos. Al igual que el de San Francisco, fue fundado tras la reconquista definitiva de la ciudad, en 1264. Sin embargo, a diferencia del convento franciscano, dispuso de cuantiosas rentas que invirtió en construir un magnífico edificio de cantería que enriqueció con numerosas obras de arte.
El 21 de noviembre de 1558, el prior del monasterio, Francisco de la Barca, se concertaba con Roque de Balduque para que el maestro francés hiciese el retablo mayor de la iglesia. En el contrato, estudiado por Palomero, se especifican cada una de las escenas que habían de formar parte del retablo, así como las figuras de santos que habían de ir en el banco del retablo. Sin embargo, a la muerte de Balduque, en 1561, el retablo no estaba concluido, de hecho, no se había realizado ni la tercera parte. Por ello, el 20 de enero de 1562, Cristóbal Voisín, afincado en Jerez desde mediados del siglo, cuando vino a la ciudad para realizar junto a Jerónimo de Valencia la sillería coral de padres de la Cartuja de Santa María de la Defensión, se obliga a acabar el retablo que Balduque había dejado inconcluso. Voisín se obligó a terminarlo en el mismo plazo a que estaba obligado su antecesor, es decir, un año y nueve meses, pero, aunque hay constancia de que permaneció en Jerez y contratando otras obras, nunca terminó este retablo. Esto lo sabemos porque el uno de abril de 1587, Juan Bautista Vázquez, el Joven, en nombre de su padre Vázquez, el Viejo, recibía una cantidad que le adeudaba Cristóbal Voisín, que por aquellas fechas debía ser un anciano, quien le había contratado en nombre del monasterio para trabajar en la obra, aun inconclusa en esa fecha. De hecho en el contrato Vázquez, el Joven especifica que "si los frailes del dicho monasterio de santo domyngo quizieren que se acabe en algun tienpo el dicho Retablo que el dicho my padre acabara de hazer la ymagineria del por el preçio que con ellos primero se conserto".
El primitivo retablo mayor de Santo Domingo fue sustituido por uno nuevo a comienzos del siglo XVIII, y tan sólo se conservan, en la clausura del convento dos esculturas que, según la tradición de la casa, pertenecieron a la primitiva obra: Santa Catalina de Siena y la Beata Lucía de Narni. La primera de ellas, incluida en el programa iconográfico que estaba obligado a hacer Balduque, es una obra, aun faltándole unos veinte centímetros de su parte inferior, de gran calidad. En ella se pueden apreciar rasgos que encontramos en otras esculturas salidas de manos de Balduque. Vemos que el rostro es ovalado, con cierto aire melancólico, y que la composición es serena, presentando una suave flexión en la pierna derecha. Tiene una elegante caída de paños en estrechas líneas rectas, como podemos ver en otras obras realizadas por el maestro. Además podemos apreciar bastantes similitudes con las figuras femeninas del grupo realizado por Balduque de Santa Ana, la Virgen y el Niño que se conserva en la iglesia parroquial de Alcalá del Río, en la provincia de Sevilla.
Respecto a la segunda, hemos de decir que la Beata Lucía de Narni no figura entre los santos que debía esculpir Balduque en la obra que se comprometió a hacer para los dominicos jerezanos. Si bien es cierto que, como veíamos en el documento otorgado por Vázquez, el Joven, en nombre de su padre, se había firmado con anterioridad un nuevo contrato en que se podría haber modificado la iconografía de la obra. La escultura que se conserva está muy alterada por diversas restauraciones poco respetuosas, pero, por lo que se puede apreciar, no parece que sea de excesiva calidad. Tampoco podemos encontrar en ella los rasgos ya comentados que identifican otras obras de Vázquez, por lo que nos inclinamos a pensar que , o bien es una obra del taller de este autor, en la que apenas si se nota la mano del maestro, o (y esto es lo que nos parece más probable) es una de las tallas que realizó Voisín, autor del que todavía falta un buen estudio que nos pueda aclarar su trayectoria en jerez y los rasgos definitorios de su estilo.
También te puede interesar
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Zona de alcanfort
Yo te digo mi verdad
Manuel Muñoz Fossati
Vuelve el cristianismo
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Pollos de Carrier
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Hasta el rabo todo es toro
Lo último